Néstor Kirchner, la película provoca sensaciones encontradas, aún para quienes reconocemos la envergadura política -quizás más adelante, histórica- del ex Presidente de la Argentina, fallecido en octubre de 2010. Es que, por un lado, conmueven las imágenes televisivas que invitan a repasar algunos hitos de nuestra historia reciente, el testimonio de ciudadanos cuya vida cambió a partir del programa de inclusión que el entonces Primer Mandatario inició en 2003, las filmaciones caseras que dan cuenta de pedacitos de vida familiar. Pero por otro lado desilusiona un trabajo a todas luces apresurado, que básicamente consiste en hilar material de archivo con porciones de entrevistas breves y con una hermosa banda sonora de Gustavo Santaolalla.
“Apresurado” es quizás el adjetivo más justo para calificar el documental que Paula de Luque escribió y dirigió luego de que Adrián Caetano se desvinculara del proyecto concebido por Fernando Chino Navarro y Jorge Topo Devoto. Apurado por partida doble: primero porque la técnica de patchwork o collage parece una consecuencia del desprolijo traspaso de manos; segundo porque da la sensación de que un año y medio (tiempo transcurrido entre la muerte sorpresiva de Kirchner y la producción de este homenaje cinematográfico) no alcanza para elaborar una semblanza sustanciosa.
Aunque de muy precaria calidad visual, los videos hogareños constituyen el extracto más original de un material de archivo compuesto por escenas televisivas harto conocidas. Por ejemplo, aquéllas de las rondas de las Madres en tiempos dictatoriales, de la represión en Plaza de Mayo y en Avellaneda durante la crisis de 2001/2002, del juego con el bastón presidencial durante el acto de asunción, de la orden de descolgar los cuadros de Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone en el Colegio Militar, de la oficialización del “No al ALCA” en Mar del Plata, del anuncio de la cancelación de deuda con el FMI.
Sin dudas, no está de más repasar ciertos hitos, sobre todo aquéllos de poca difusión mediática como el discurso en la cumbre marplatense de 2005 (y la crispación en vivo de George W. Bush), o el perdido de perdón en nombre del Estado argentino por el terrorismo de 1976-1983, o las directivas públicas a los miembros del Ejército para que conformen unas Fuerzas Armadas leales al espíritu sanmartiniano. Pero, por un lado, el mínimo esfuerzo articulador distingue apenas este film de un recorrido más o menos avezado por YouTube. Y por otro lado se nota mucho la omisión o mención muy rápida de otros episodios clave, por ejemplo el asesinato de Mariano Ferreyra.
Néstor Kirchner, la película pierde (más) puntos cuando se la compara con Clarín, un invento argentino, ciclo televisivo que Canal 7 presentó el sábado 24 de noviembre. Asumiendo que se trata de dos trabajos realizados con corazón militante, la serie dirigida por Ari Lijalad y producida por David Blaustein sobresale porque interrelaciona con suma destreza material de archivo inédito y testimonios rigurosos que superan el mero raconto anecdótico.
Volviendo al largometraje, conviene esperar la proyección de los créditos finales para confirmar la identidad de los rostros anónimos que evocan experiencias personales con el ex Presidente y de las voces en off de figuras públicas (Federico Luppi o Juan Manuel Abal Medina por ejemplo) que también contribuyen a construir el tributo. En este punto cabe preguntar si no habría sido más prolijo consignar estos nombres en los planos correspondientes.
El encargo de Navarro y Devoto a De Luque es más afín al discurso publicitario (de propaganda en términos políticos) que al género documental. Así lo confirma el recurso final de contraponer planos generales de flores silvestres (lugar común para ilustrar la fuerza de la vida) con primeros planos de compatriotas rasos atentos a un cielo parcialmente nublado por donde se cuela el sol (otra metáfora trillada sobre la esperanza).
“Vengo a compartir un sueño”, “Quisiera que me recuerden”, “No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”, “Soy un hombre común en circunstancias excepcionales” son declaraciones/lecturas de Kirchner que la realizadora eligió en tanto separadores de un álbum de fotos en proceso de elaboración. De no ser porque se trata de una producción terminada y estrenada, ésta resultaría otra definición válida para NK, la película.
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PD. Al margen de los muchos reparos que provoca este homenaje cinematográfico a Néstor, causa gracia que los medios opositores (entre ellos Clarín y La Nación) hayan anunciado -y, seamos sinceros, celebrado- la “crítica dura o lapidaria del New York Times”. Por un lado, sorprende la necesidad de encontrar afuera -en este caso, en un medio estadounidense- un respaldo de lo dicho adentro (o por estos mismos medios nacionales). Por otro lado, resulta todavía más cómico que el autor de la supuesta reseña sea un “escritor freelance residente en Argentina” según la propia presentación del NYT.
Daniel Politi no pertenece al elenco estable del New York Times. En realidad, mantiene el blog Latitude en el sitio web del diario (así como el economista Paul Krugman tiene el suyo propio). “Néstor forever” se titula el post elevado a la categoría de crítica. Otros textos del mismo autor son “Todos los medios de la Presidente” (copete: “El gobierno de Argentina tiene un monopolio de la información”), “La fiebre del dólar” (copete: “La prohibición argentina de comprar dólares no ayuda”), “El culto a Kirchner” (síntesis: la excesiva reacción de los argentinos a la noticia de que Cristina Fernández de Kirchner tiene cáncer remite de manera alarmante a un poder altamente personalizado).