Serge Halimi.-- Hace unos veinte años un antiguo candidato republicano a las elecciones presidenciales de Estados Unidos comparó el Congreso estadounidense con un “territorio israelí ocupado”. En 2015 es inimaginable que un dirigente republicano hable con tanta perfidia. Efectivamente el señor Netanyahu y sus ideas se imponen sin resistencia y sin el menor esfuerzo en el cenáculo parlamentario de Washington. Y encuentran más oposición… ¡En la Knesset israelí!
La situación no se explica solo porque haya una mayoría republicana en las dos cámaras del Congreso, porque los demócratas –y el mismo Barack Obama– casi nunca niegan nada a la derecha israelí y a su poderoso lobby el AIPAC (1). Defendiendo ante él, al presidente de EE.UU. Samantha Powers, embajadora de Estados Unidos en la ONU, acaba de recordarles que durante los seis últimos años el presidente Obama dedicó 20.000 millones de dólares a la seguridad de Israel (2).
Tal vez en parte por razones religiosas vinculadas al predominio de los evangelistas, los más conservadores de las difusas teorías sobre el Apocalipsis (3) o en parte porque el Partido Republicano como el actual primer ministro israelí, adora describir un Occidente rodeado de enemigos (especialmente musulmanes) con el objeto de justificar las numerosas intervenciones armadas y los enormes gastos militares, el señor Netanyahu se ha convertido en el héroe de la derecha estadounidense, su Winston Churchill, al que les gustaría tener como jefe del Estado más que al actual habitante de la Casa Blanca, un hombre al que aborrecen hasta el punto de dudar permanentemente de su patriotismo y hasta de la nacionalidad estadounidense que figura en su pasaporte (4).
Después de la última incursión asesina de Israel en Gaza, entusiasmada por los medios empleados en esa oportunidad, una de las estrellas de Fox News, Ann Coulter, expresó: “Me gustaría que Netanyahu fuese nuestro presidente. Y sí, es cierto que a veces se mata a chicos palestinos, pero es porque forman parte de una organización terrorista que daña a Israel. Y Netanyahu hace bien al burlarse de lo que le dicen lloriqueando los responsables religiosos acerca de los chicos palestinos. Se burla también de lo que le dicen las Naciones Unidas, de lo que le dicen los medios. Somos un país, tenemos nuestras fronteras. Netanyahu hace respetar las suyas ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo?” (5).
John Boehmer, presidente republicano de la Cámara de Representantes, le invitó de golpe, sin avisar a Obama, con el objeto de que explique a los parlamentarios estadounidenses que la política que lleva a cabo la Casa Blanca con Irán amenaza la existencia de Israel. Especialista en comunicación y con una larga experiencia en EE.UU. por haber sido embajador de su país en la ONU (período en el que mantuvo muchas entrevistas con los medios), el primer ministro israelí no dejó de acudir al Muro de los Lamentos (frente a algunas cámaras) antes de volar a Washington. Y de comparar tranquilamente al régimen iraní con el Tercer Reich.
Ante el carácter grosero –por no decir la grosería– de esa situación, Obama se mostró más audaz que de costumbre e hizo saber que no recibiría al primer ministro israelí. Y que tampoco su vicepresidente Joseph Biden, ni su secretario de estado John Kerry acudirían a oír el discurso del jefe del Likud, destinado a confrontar la política exterior de su administración ante una tormenta de aplausos parlamentarios. Hace unos tres años, para explicar el inhabitual compromiso de Netanyahu con la campaña presidencial de Mitt Romney contra Obama, el diario israelí Haaretz subrayaba ya que el primer ministro israelí no solo habla inglés o americano, sino que normalmente habla “republicano”.
¿Su desagradable diatriba ante el Congreso de Estados Unidos permitirá a Netanyahu imposibilitar cualquier acuerdo entre Washington y Teherán presentándolo como un nuevo Múnich y a Obama como un nuevo Chamberlain? ¿Le asegurará una ventaja electoral gracias a la cual pueda ganar nuevamente en las elecciones del 17 de marzo próximo? En todo caso el “Bibi americano” parece haber conseguido lo imposible en EE.UU.: indisponer a una parte de la opinión pública que hasta ahora estaba a su favor hiciera lo que hiciese o dijera lo que dijese.
Notas
(1) Sobre el papel de este lobby leer, de Serge Halimi, «Le poids du lobby pro-israélien aux Etats-Unis», « Israël, plus que jamais enfant chéri de l’Amérique » y « Aux Etats-Unis, M. Sharon n’a que des amis », Le Monde diplomatique, respectivamente agosto de 1989, mayo de 1991 y julio de 2003.
(2) La administración Obama ha puesto por otra parte su veto a todas las resoluciones críticas de las Naciones Unidas contra Israel, incluidas las que contenían propuestas estadounidenses… Y EE.UU. dejó la UNESCO cuando admitieron a Palestina.
(3) Leer, de Ibrahim Warde, « Il ne peut y avoir de paix avant l’avènement du Messie », Le Monde diplomatique, septiembre de 2002.
(4) El pasado 18 de febrero el exalcalde de Nueva York y excandidato republicano a la Casa Blanca Rudolph Giuliani declaró: Yo creo, y sé que es terrible lo que digo, que este presidente no ama a Estados Unidos, tampoco a vosotros ni a mí. No fue educado como yo en el amor a este país.
(5) Fox News, 31 de julio de 2014.
Le Monde diplomatique/Rebelión
Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino