La expectativa era grande. El estadio Único de la Plata abría sus puertas por segunda vez en esta Copa América y quien llegaba para hacer su presentación en el torneo era nada mas ni nada menos que Brasil, candidato al igual que Argentina a alzarse con el titulo.
En cancha, Neymar, Ganso, Robinho y compania. En frente, Venezuela, selección en franco ascenso desde que es conducida por Cesar Farias, pero a la que en los papeles este renovado Brasil debía vencer con facilidad, exhibiendo todo el potencial de sus extraordinarios futbolistas.
Nada de esto pasó. El escenario platense dio lugar a otra sorpresa y quien acabó llevándose el reconocimiento del público fue Venezuela, cosechando un empate por el que trabajó muchísimo a lo largo de noventa minutos en los que si bien fue superado pocas veces perdió el orden y la concentración.
Centrándonos en Brasil, comenzando el duelo pudo apreciarse claramente el 4-3-2-1 por el que apostó Menezes; Neymar recostado en la izquierda, Robinho en la derecha, Ganso de enganche y con libertad para moverse y Pato como finalizador de las jugadas.
Había curiosidad por ver a todos en acción, aunque las miradas se posaban especialmente en Ganso y Neymar, de las figuras nacientes de un equipo que fue de mayor a menor, muy de la mano del rendimiento de los jugadores antes mencionados.
Comenzó de la mejor manera Brasil. Controlando el balón, mostrándose veloz y vertical y posibilitando el toque preciso de Ganso y las carreras endiabladas de Neymar, movedizo y participativo en el inicio.
Fueron veinte minutos en los que Brasil se movió con comodidad, revelando alternativas en ofensiva y descubriendo los parámetros bajo los cuales se mueve, pero en los que a su vez pecó de ineficaz al no concretar en la red las situaciones con las que contó, lo que a la postre terminó pagando.
Las luces se fueron apagando posteriormente. Venezuela ajustó clavijas defensivas y para Ganso, en condiciones desfavorables desde lo físico –vuelve de una lesión en el recto anterior del muslo derecho- fue más difícil imponer su jerarquía en tres cuartos. Lo mismo pasó con un Neymar que perdió precisión y que aunque se valió de su repentización para dejar en posición de gol a Robinho, no se mostró tan preponderante.
Brasil decayó y el rendimiento de ambos también, a tal punto que el jugador más destacado del primer tiempo terminó siendo Pato, de desmarques extraordinarios y controles exquisitos, pero al que le faltó el gol.
Marcar diferencias desde el talento fue más difícil en el segundo tiempo. Brasil no gozó de minutos de buen fútbol, como en la primera parte, y Venezuela sumó aun más confianza para desbaratar cualquier intento cercano al área, reduciendo espacios e imposibilitándole a un Neymar bastante más estático, al igual que muchos de sus compañeros, progresar con el balón en los pies y combinar.
Ganso pesó aun menos, lo cual obligó a Menezes a introducir en la cancha a Lucas Moura, en busca de mayor cambio de ritmo en los metros de la verdad. Nada cambió y Brasil no dispuso de situaciones claras como en los primeros 45 minutos.
De mayor a menor fue Brasil. De mayor a menor fueron sus figuras. Como de Lionel Messi, de ellos se espera mucho más, aunque trazando un paralelismo entre ambas selecciones Brasil parece tener menos cosas por ajustar. El boceto promete.