Tito Sandoval picando al cuarto de Victorino
“Ni bien ni mal; ni todo lo contrario”
Por María Antonia Delgado
Pepe, me pides que te cuente qué pasó ayer en La Malagueta. Aviso, a ti y a tus lectores, que me hallo en plena búsqueda de mi identidad como aficionada taurina. No sé si lo que veo está bien, si me gusta, si tengo que decir sí porque los demás lo dicen y porque esto sigue adelante si todos seguimos aquí. No sé. Bueno, la tercera de abono de la Feria Taurina de Málaga 2013, no fue una gran corrida de toros; no, no lo fue. Se lidiaron reses de Victorino, sí. ¿Hubo toro? A medias. Lidiaron mano a mano Antonio Ferrera y Javier Castaño. ¿Hubo toreros? A medias. Todo en la mediocridad. Ni bien ni mal; ni todo lo contrario. ¿Entretenida? Hombre, mejor que la tarde de los Fuente Ymbro, sí. Hubo sus momentos de interés. Hasta Ferrera arrancó dos orejas como el que no quiere la cosa.
Se lidiaron seis toros del hierro anunciado. Desiguales de presentación (pero, ¡ojo¡ no va a salir en este sentido otra corrida mejor en esta feria). Primero y segundo tenían 'raras' las astas, las de los otros digamos que eran más naturales, y ambos desentonaron en general con la estampa del resto del encierro. En cuanto al juego, destacó la nobleza del primero y del quinto, y el pitón izquierdo del que se lidió en cuarto lugar (pero no para promover el indulto como hicieron descaradamente Javier Castaño y su gente). En general, muy justos de fuerzas. En el caballo se emplearon poco.
Antonio Ferrera vino a Málaga convaleciente aún del percance que tuvo hace una semana en Gijón e hizo un esfuerzo por agradar. Lo logró a ratos y en otras ocasiones vendió mucho ese gesto. A medias. El diestro pacense anduvo listo y tiró de técnica y experiencia para mantener en pie al primero de su lote y aprovechó la nobleza para estar cómodo delante de ese Victorino. Mató de estocada caída. Fue premiado con una facilona oreja. En el tercero, no tuvo muchas opciones porque en la muleta evidenció el poco recorrido que tenía y el peligro sordo que atesoraba. Lidió como pudo y acabó con él de pinchazo y estocada. Escuchó palmas.
Con el quinto quiso salir por la Puerta Grande, pero ni el toro pasaba más de media muleta, ni transmitía, ni na de na. Basándose en la nobleza del animal enjaretó una faena anodina. Le propinó media estocada y se llevó otra oreja. Se había pedido la segunda y el espada casi la suplica al palco, pero era demasiado premio. Ferrera hizo el esfuerzo de banderillear a sus tres toros pero sin pasar a la historia. Destacó por un quite quebrando el cuerpo en la cara del toro que le hizo al banderillero Fernando Sánchez, con quien compartió generosamente el tercio de banderillas del quinto ejemplar junto a David Adalid. Estos hombres de plata, a las órdenes de Javier Castaño, ya son esperados en muchas plazas por su singular hacer.
Javier Castaño logró los momentos más lucidos de la tarde con el cuarto burel de Victorino Martín. El animal tenía el recorrido largo por el pitón izquierdo y el de Salamanca lo acompañó en el viaje con su muleta, pero le faltó bajarle la mano y más hondura. Era difícil porque el toro podía doblar las manos en cualquier momento dadas sus justas fuerzas. Hubo algún natural de calidad, pero ni un derechazo potable. Pues bien, desde el callejón alguien promovió el indulto y Castaño se sumó, consciente de que no le coge el sitio a la suerte de matar (siempre se coloca mal y obtiene peor resultado). No cundió el pánico, ¡menos mal! Mató de pinchazo, estocada y dos descabellos. Dio una vuelta al ruedo tras escuchar un aviso. No me gustó nada su actitud ventajista.
Sus otros dos oponentes fueron los más deslucidos del encierro: no tuvieron recorrido y la sosería de Castaño los terminó por parar. Para el segundo de la tarde necesitó dos pinchazos y seis descabellos y para el sexto, tres pinchazos y un descabello. Hubo silencio en ambos casos.