Revista Opinión

Ni ejemplar ni emérito

Publicado el 10 agosto 2020 por Jcromero

Quienes viven días históricos no siempre perciben la magnitud de lo que acontece ante sus ojos. Con la actual convulsión borbónica hay quienes catalogan cuanto sucede de histórico. ¿Pero es así? Si se tratara de asistir a un cambio en el modelo de Estado desde luego que merecería tal calificativo. Pero en relación con la monarquía sólo viviremos un momento trascendente cuando, tomando las riendas de nuestro futuro, forcemos una votación para conocer qué sistema deseamos.

Que una parte de la población se encuentre sorprendida por cuanto se publica del anterior jefe del Estado, significa que la prensa ha decidido publicar cosas que antes silenciaba por un peculiar sentido de Estado. Así, el soberano ejemplar y virtuoso se ha transformado en un comisionista y evasor fiscal, en un personaje que no ha sabido comportarse como se le exigía y que usó las prerrogativas del cargo para beneficio propio. ¿Consecuencias? A corto plazo ninguna digna de pasar a los anales de nuestra historia.

Resulta hilarante escuchar o leer a monárquicos acartonados que no tienen otra defensa que emprender su frustración contra la amante o contra un político al que le tienen una inquina patológica. Tampoco resultan menos jocosos quienes sostienen que dudar de la monarquía es cuestionar la democracia. Y qué decir de quien escribe: "Los reyes, como los papas, no tienen que ver con los hombres sino con Dios [...]. Un rey no nos representa a nosotros sino a Dios ". Si la defensa de la institución monárquica queda en manos de iluminados y botarates, entonces sí puede comenzar la cuenta atrás. ¿Sucederá? La prensa y el poder político ya están trabajando para que todo quede como estaba; si lo consiguen significará la derrota del republicanismo.

Lo que sucedió en el pasado en el pasado queda por mucho que se repitan latrocinios y el mismo apellido regio, pero sirve como referente para lo que podría suceder. Siempre es momento para escuchar a los demás cuando entramos en una fase en la que se necesita de la comprensión, compromiso y respaldo de la ciudadanía. La crisis de la Casa Real española no estriba tanto en conocer que el anterior jefe del Estado sea un personaje poco ejemplar, sino que desnuda el supuesto republicanismo del Gobierno y pone ante la prueba del algodón a la Justicia y a la misma ciudadanía. Del Gobierno y de su presidente ya sabemos el apoyo a la monarquía, de la Justicia cabe esperar que proceda con la imparcialidad que se le supone. ¿Y la ciudadanía? Sea por la pandemia, el calor o el verano, parece estar en el limbo.

Esta crisis institucional tiene mala solución porque el problema no está en conocer que el mal llamado -gracias - sea presentado como un comisionista y evasor fiscal, sino en cómo reacciona el aparato del Estado ante esta situación. Las actividades del antiguo rey ponen a prueba al Gobierno y a la oposición, a todos los partidos políticos, al periodismo, medios de comunicación y a los ciudadanos.

En todo caso, si la monarquía española tiene un carácter representativo, si como se lee en la Constitución "asume la más alta representación del Estado español", si tiene como prioridad encarnar nuestros valores, tendríamos que preguntarnos y responder si la monarquía cumple esa función, si sirve para algo. Si resulta que el viejo rey es insumiso a sus obligaciones constitucionales, ¿no tenemos el derecho y la obligación de exigir justicia? ¿No sería más democrático, estimulante y económico que el presidente del Gobierno ejerciera esas funciones de representación?

Los momentos estelares se distinguen cuando pasan, no cuando llegan. Por ello ahora, al saber que el antiguo rey no fue ejemplar ni es emérito, y siempre resulta indispensable promover una consulta a la ciudadanía para decidir el modelo de Estado.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas