No hay mejor cosa para empezar el domingo como Dios manda _o sea, a 'tope de power'_ que constatar a primerísima hora de la mañana _07:00 a.m según huso horario del Meridiano de Greenwinch_ un nuevo caso de varicela infantil en la familia.
Y digo 'nuevo caso' porque, en lo que va de mes, ya mi primogénita ha tenido que vérselas a cara de perro con el virus Zóster que, como sabemos a estas alturas de la epidemiología mundial, es un cabrón con pintas al que le place enormemente socavar la salud de infantes y adultos y poner a todas madres del universo al borde de un ataque de nervios con lo de las vesículas pruriginosas y el exantema expansivo.
Así que, si bien con mi hija mayor el Zóster de marras me pilló 'in albis' y con poca capacidad de reacción, esta vez mamá coraje se ha leído _como digo, a primerísima hora de la mañana_ el vademecum del Instituto Químico Biológico, el protocolo de la varicela de la Sociedad Norteamericana de Salud, el de la Sociedad Pediátrica Argentina y varios estudios epidemiológicos internacionales relacionados con el virus que pretende joderle la semana entera a mi benjamina.
Todo para 'autorizarme' a administrarle aciclovir _el único antiviral protocolario y efectivo con el Zóster_ a la nena, no vaya a ser que nos pase como hace quince días, cuando _coincidiendo también en domingo, que somos unos clásicos_ el Bombónido se personó con nuestra primogénita en el servicio de urgencias del ambulatorio y el médico de guardia lo mandó para casa con una receta de Polaramine, un parte impreciso _faltas de ortografía incluidas_ bajo el brazo y la consigna de que la niña _que iba de varicela literalmente hasta la coronilla_ 'se aguantase'. Restándole importancia, además, a la presencia de hermanas no contagiadas en la familia, pues ya se sabe que no hay mejor cosa en el mundo para hacerse mujer que el Zóster te coja por banda y te ponga mirando p'a Murcia (¡qué hermosa eres!) ya en la más tierna infancia.
Así pues, contraviniendo todo lo que a ojos mundanos una madre multípara y responsable debe hacer en estos casos _entiéndase, esperar a que la inútil de mi pediatra tenga a bien hacer hueco en su macarrónica agenda para ver a la niña_, después de leerme todos los vademecums oficiales al respecto, soltárselos en 'modo cotorra' al Bombónido _¡qué santa paciencia tiene conmigo, Dios mío!_ y someter a votación bilateral la aplicación _jarabe y pomada_ del aciclovir protocolario a la pequeñina, allá se ha ido papito raudo y veloz a por los medicamentos en cuestión.
_¿Y a dónde, a dónde?..._ os preguntaréis rebosantes de intriga mientras rumiáis el espacio intermedio entre la uña y el codo...
Pues mirad... A una de las pocas farmacias de guardia que hoy domingo, Día Grande del Señor, dispensan medicamentos en la histórica y legendaria ciudad de Toledo. Mismamente al Polígono. De ahí que diga _como la Jessy, Princesa poligonera de La Sexta_ que no hay mejor forma de empezar el día que 'a tope de power' y dándole caña que te pasas al Zóster al ritmo de '¡¡vamos, loquiiiiiiiiiiiiiiiiiiii...!!'.
En fín... Un modo como otro cualquiera de terminar la semana. O de empezarla. Mientras dirimo si son galgos o podencos, me conformaré con saber que tenemos aciclovir en casa y con decirle al virus al oído, muy bajito, con determinación y cara de Emily Rose, aquello fangoriano del 'vete de aquí'.
Ni él ni nadie va a impedir que _al menos hoy_ mi mejor defensa sea un gran ataque.
A ver si cuela.