Revista Opinión

Ni puta idea

Publicado el 30 mayo 2016 por Jcromero

Una frase tiene importancia por lo que dice, también por quien la dice. "La izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive", sentenció José Saramago. Esta frase dicha por un mindundi no merecería mayor atención, pero en boca de alguien valorado intelectualmente y de reconocida adscripción izquierdista, merecería una reacción contundente desde la izquierda. No fue así. El bueno de Saramago lamentó que su provocación fuera respondida con un espeso y "gélido silencio".

París, Mayo del 68. Una revuelta estudiantil sin grandes expectativas, pero cargada de romanticismo y empuje que llamó la atención de todos. Se trataba de un ataque contra el sistema, contra el poder y contra unos partidos de izquierda que formaban parte del propio sistema. La universidad se desperezó de su modorra académica, las aulas se trasladaron a las calles; por unos días temblaron los cimientos del todopoderoso Estado francés. Sólo unos pocos intelectuales apelaron a la unidad de estudiantes y trabajadores. Pasada la efervescencia del momento se comprobó que bajo los adoquines no había playa y, ya se sabe; cuando el sistema gana, el ciudadano pierde. Pese a todo, a partir de aquella fecha, nada fue igual.

Madrid, 15-M. Entre el sopor y la rutina, emergió un sentimiento de indignación para imponerse a la resignación. Las plazas y calles se llenaron de ciudadanos contra la crisis, contra las soluciones propuestas para salir de la misma, contra la corrupción y otros despropósitos. A medida que se extendía, la movilización contagiaba aliento y entusiasmo. La prensa más obsesiva y la derecha política, que no entendían nada, veían a Rubalcaba detrás de cada pancarta y concentración, la más paternalista observaba el movimiento con cierto desdén y el pastor de almas descarriadas, sin sonrojo ni pudor alguno, aprovechaba para ofrecerse como referente ético. Sólo algunas personalidades observaron el panorama con lucidez: Sampedro, , Galeano o . La política de salón y moqueta dejó paso al esbozo de una democracia directa. La #spanishrevolution dejó patente la obsolescencia de la izquierda y la necesidad de asaltar la sala de máquinas donde se urde el secuestro de la democracia. Aunque después del 15-M haya que continuar reivindicando que otra política y otro mundo son posibles, parecería que ya nada es como era.

De las elecciones de junio lo que menos me interesa es eso del sorpasso. Palabreja esta que, en el ámbito de la izquierda, bien pudiera significar algo así como quítate tú para ponerme yo. Si la alternancia se produce, será interesante comprobar si la política deja de escribirse con letras minúsculas, si la nueva política deja de programarse bajo el control y en la sala de mando del partido de turno o si se produce una autentica revolución ética y democrática. Si en definitiva, estamos ante un cambio ideológico profundo o volvemos con otros ropajes a la normalidad que impone ese poder que siempre clasifica, ordena, reprime, vigila, controla y decide lo que es correcto en cada momento. Lo que me interesa de estas elecciones, además de desalojar al gobierno actual, sería constatar si las palabras de Saramago tienen por fin alguna respuesta lúcida, si la izquierda comienza a tener una percepción clara del mundo en que vive y si es capaz de dar respuesta a la necesaria y urgente transformación de la realidad.

Resulta complicado que el gobierno cambie de manos sin que este país cambie profundamente. El día 27 de junio, ¿podremos mirarnos a la cara sin sentirnos abochornados? Ni puta idea.

Es lunes, escucho a Andreas Loven:

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