Desde hace algún tiempo he estado observando las noticias, ese desfile interminable de conflictos y tensiones globales. Veo cómo los gobiernos del mundo parecen tener una única estrategia para acabar con el crimen y los conflictos: más violencia, más armas, más guerra. Es como intentar apagar un incendio lanzándole gasolina.
Siempre llego a la misma conclusión. Todo ese caos en las sociedades humanas no es más que un reflejo de cómo estamos por dentro. Estamos rotos espiritualmente.
Nos hemos convencido de que la solución a nuestros problemas vendrá de una nueva ley, de un líder político o de una tecnología revolucionaria. Pero la verdad es que la violencia y el conflicto externos son la manifestación de nuestra propia desconexión interna. Hemos olvidado la compasión básica. La verdadera solución, la única que es sostenible, es reeducarnos para recuperar nuestra espiritualidad. Porque, al final del día, la espiritualidad es la base de la compasión, y sin compasión, no hay felicidad posible.
Pero además, no hay tal cosa como “conflicto externo”. Todos son internos, todos nos afectan. Pero estamos tan alejados de la vida, que los vemos como algo fuera del ser.
Dogen Zenji, en Genjokoan, nos enseña que:
«Estudiar el camino de Buda es estudiarse a sí mismo. Estudiarse a sí mismo es olvidarse de sí mismo. Olvidarse de sí mismo es ser iluminado por todas las cosas del universo.»
Esta cita tiene muchos significados como confianza en la Triple Gema, practicar Zazen sin importar la incomodidad, pero también significa dejar de darle importancia al ego y viajar hacia adentro del ser. Cuando nos olvidamos de que no somos el centro de todo, empezamos a conectar con todas las cosas del universo.
¿Por qué nos sentimos tan vacíos y perdidos?
Todos, absolutamente todos, hemos pasado por momentos donde nos sentimos como un barco a la deriva en medio de un océano oscuro. Hemos creado términos horribles como “la noche más oscura del alma” para justificar nuestra derrota ante lo que no sabemos cómo entender. Es esa sensación de vacío en el pecho, de que algo fundamental falta, aunque tengamos la despensa llena y el último modelo de teléfono en el bolsillo.
El problema es que muchos se quedan estancados en ese estado. Pasan años, o incluso toda una vida, en un estado de entumecimiento emocional. Es una tristeza profunda ver cómo esta desconexión nos amarga la experiencia de estar vivos. Nos levantamos, trabajamos, pagamos cuentas, vemos series y volvemos a dormir. Pero, ¿dónde quedó el asombro? ¿Dónde quedó la chispa?
Este sentimiento de «no pertenencia», de ser un extraño en tu propia vida, no es normal, aunque sea común. Es el síntoma de un ser que está pidiendo a gritos ser escuchado.
El costo de borrar la espiritualidad de la ecuación
Es grave y triste ver cómo nos negamos a adoptar una filosofía de vida para regir nuestras decisiones. Pero es aun peor y lamentable ver cómo, colectivamente, hemos borrado la espiritualidad de la ecuación de nuestra vida diaria. Nos hemos vuelto muy fríos, tremendamente materialistas y hasta cínicos.
A veces me da la impresión de que jugamos a ser dioses pequeños y torpes. Pretendemos que lo comprendemos todo y que lo controlamos todo porque tenemos ciencia, datos y dinero para intentar dominar al mundo y a las personas. Nos reímos de lo «místico» y adoramos lo «tangible». Pero esta actitud arrogante tiene un precio altísimo: nos rompe.
Destroza nuestra conexión natural con la vida. Nos separa del árbol que nos da sombra, del vecino que necesita ayuda y, lo peor de todo, nos separa de nosotros mismos.
¿Cómo recuperar la espiritualidad en un mundo cínico?
Debemos recuperar nuestra espiritualidad y esto debería ser nuestra prioridad absoluta para el 2026. En realidad esto es válido para cualquier momento, pero tomar el reto de recuperar la espiritualidad en el nuevo año suena a una gran aventura. No como un hobby de fin de semana, sino como el eje de nuestra existencia.
Es más necesario que nunca mirar hacia adentro. Necesitamos cultivar activamente:
- La Gratitud: No como una lista mecánica, sino como el sentimiento genuino de apreciar el aire que entra en tus pulmones. Tenemos que esforzarnos en ver lo que sí hay y lo que sí somos, para no llorar por lo que falta.
- La Generosidad: Dar no solo cosas materiales, sino tu tiempo, tu atención y tu paciencia. Dar sin esperar nada a cambio es base de la espiritualidad para en todos los sistemas espirituales del mundo.
- La Compasión: Entender que el otro sufre igual que tú y tomar una postura activa para ayudarle.
Cuando hacemos esto, empezamos a entender que no somos el centro del universo. Dejamos de ser los protagonistas de una película dramática para darnos cuenta de que estamos conectados con el Todo.
Espiritualidad no es lo mismo que religión
Y por favor, nota algo importante: no he dicho «recuperar la religión». La religión es una institución, un sistema organizado que puede ser maravilloso para muchos, pero la espiritualidad es un derecho humano que no depende de una doctrina inflexible, de un líder carismático, de un libro sagrado o de una iglesia.
Puedes ser profundamente espiritual sin pisar un templo en tu vida. Se trata de tu relación íntima con la existencia, de tu capacidad de maravillarte y de tu compromiso con la benevolencia.
No eres una isla, sino la conexión con el Todo
El ser humano no está separado de la vida. No la domina. No la controla, por más que nuestros egos inflados nos digan lo contrario. El ser humano es parte intrínseca de la vida y está unido a ella de millones de maneras que escapan a nuestra comprensión intelectual.
Esa confusión existencial que tanto nos duele, esa ansiedad que nos quita el sueño, se extingue cuando estamos en silencio o también cuando oramos. Cuando paramos el ruido mental es cuando conectamos con la vida.
Práctica sugerida: Intenta sentarte cinco minutos hoy, sin teléfono, sin música. Solo tú y tu respiración, mirando hacia la ventana o hacia la pared. En ese silencio, la soberbia que nos caracteriza empieza a disolverse. Es ahí, en la pausa, donde recordamos que el universo es perfecto, sincrónico y que nada pasa por casualidad. Todo lo que hacemos es nuestra expresión espiritual de nuestra existencia.
Mi experiencia con la Luz Dorada y el Zen
En mi camino personal, yo encontré en el budismo y en el Zen las herramientas perfectas para limpiar mis propios lentes y ver la realidad. A través de la práctica de Shikantaza, logré conectar con mi espiritualidad, con el Buda y con la Luz Dorada, que es como el sistema operativo con el que funciona la realidad: Gratitud, Compasión y Generosidad.
Fue tan transformador dejar de pelear con la vida y empezar a fluir con ella, que decidí convertir mi vida en una práctica monástica de ayuda a los demás. No porque sea especial, sino porque descubrí que ayudar a otros a vivir su espiritualidad es la forma más elevada de vivir la mía.
Sin embargo, sería un error, y muy poco Zen de mi parte, decir que el budismo es la única vía o que los budistas somos el «pueblo elegido». ¡Para nada! El budismo, el cristianismo, el sufismo o cualquier religión, son solo herramientas. Son dedos apuntando a la luna, no la luna misma.
Ni siquiera necesitas una etiqueta. Solo necesitas aceptar el hecho humilde de que tienes la necesidad vital de conectar con la vida y con tu interior.
Tu invitación para el 2026
Que el 2026 sea el año en el que te encuentres. No esperes a que el mundo exterior se arregle para arreglar tu mundo interior; funciona al revés.
Busca tu espiritualidad. Comienza hoy con un acto de bondad, con un momento de silencio, con una respiración consciente. Y si te interesa el budismo Zen como una vía práctica, directa y sin adornos innecesarios para lograrlo, caminemos juntos. Aquí en el blog y en la práctica con Grupo Zen Ryokan, siempre habrá un espacio para ti.
Recupera tu espiritualidad, y verás cómo la felicidad deja de ser una meta lejana para convertirse en el camino que pisas cada día.
¿Y tú?
¿Ya has sentido esa necesidad de volver a conectar contigo mismo? ¿Tienes algún rincón de paz o una práctica que te ayude a volver al centro? Me encantaría leer sobre tu experiencia en los comentarios. ¡No seas tímido, que aquí aprendemos todos de todos!
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿Cuál es la diferencia principal entre religión y espiritualidad?
La religión suele ser un conjunto organizado de creencias, dogmas y rituales compartidos por un grupo. La espiritualidad es una experiencia individual y directa de conexión con algo más grande que uno mismo, enfocada en el crecimiento interior, la compasión y el sentido de la vida, sin necesidad de adherirse a una institución específica.
2. No tengo tiempo para meditar horas, ¿cómo puedo empezar a recuperar mi espiritualidad?
La espiritualidad no requiere horas de aislamiento. Puedes empezar con la «meditación en acción»: pon atención plena a lo que haces (lavar los platos, caminar, escuchar a alguien). Dedica solo 5 minutos al día al silencio absoluto o a escribir tres cosas por las que estás agradecido. La constancia es más importante que la duración.
3. ¿Puede el budismo Zen ayudarme si soy de otra religión o si soy ateo?
Absolutamente. El Zen es, ante todo, una práctica de vida y entrenamiento mental, no un sistema de creencias que te obliga a renunciar a tu fe o a tu lógica. Muchas de sus herramientas, como la atención plena y la compasión, son universales y compatibles con cualquier trasfondo cultural o religioso, incluso con una visión laica del mundo.
4. Si el budismo niega la existencia del alma, ¿cómo puede ser espiritual?
Esta es una confusión común. El budismo enseña Anatta (no-yo), que significa que no tenemos un núcleo sólido, permanente e inmutable separado de la vida. No somos una «cosa» fija, somos un proceso en constante cambio, como un río. La espiritualidad budista no busca salvar un «alma» individual para el futuro, sino conectar profundamente con la vida aquí y ahora, trascendiendo la ilusión de separación. Al soltar la idea de un «yo» rígido, encontramos una libertad y una conexión espiritual mucho más grande con todo el universo.
