Revista En Femenino
La mayoría ya os habréis fijado en que la Navidad está aquí. Luces, turrones, adornos, belenes y el bombardeo anual de las marcas de juguetes. Una de las experiencias que te hacen vivir las Fiestas de otra manera es ser madre o padre. Las disfrutas mucho más porque revives tu infancia. Es precioso y emocionante. Y debería serlo para todos los padres y madres.
Muchas familias atraviesan serias dificultades económicas (la crisis no da tregua) y en muchos hogares resulta literalmente imposible escribir a Santa o a los Tres Magos. Ir a una manifestación a reivindicar la defensa de la sanidad y la educación pública es una opción democrática para reivindicar los dos cimientos del Estado del Bienestar. Es tu derecho y la democracia te permite además del voto salir a la calle. El derecho a disfrutar de un juguete en Navidad es un pilar también del bienestar... de los más pequeños. No lo recoge la Constitución, pero debería.
Ayudar a las familias a que puedan hacer felices a sus hijos es bastante sencillo. ONG, asociaciones vecinales y parroquias inician estos días o han iniciado ya distintas campañas de recogida de juguetes. Mis hijas tienen varios a los que apenas les han hecho caso. Y esos juguetes en perfecto estado, que han ignorado entre los muchos de los que podían disfrutar, vamos a llevarlos a una asociación vecinal. Ellas los van a elegir conmigo, para que Papá Noel y los Magos no se olviden de visitar ninguna casa con niños.
¿Imaginas las Navidades de tu infancia sin juguetes? Yo no. Llegaba Santa en moto y nos metía mi madre en una habitación, para que no le molestáramos mientras llegaba para dejar nuestros obsequios. Desde las ventanas creíamos atisbar al de rojo. Los Reyes, más clásicos, nos visitaban en los camellos; me consta porque los primeros se comían un polvorón y los últimos bebían un vaso de leche. Era feliz, como lo son mis hijas cuando descubren sus regalos, como deberían serlo todos los niños.
Echar una mano en esto no depende (afortunadamente) de las decisiones de la clase política. Tanto mejor. En mi caso lo hago porque me imagino a los críos sin juguetes y se me pone mal cuerpo. Lo hago porque mis hijas ignoran esos puzles, cajas musicales, peluches, unos juguetes tristes ignorados por sus dueñas. Lo hago también porque soy madre y mis crías pueden disfrutar cada Navidad de nuevos juguetes, pero pienso como sufrirán otras madres temiendo que sus hijos puedan quedarse sin regalos. Lo hago porque me ayuda a sentirme mejor y también por obligación moral. No importa lo que te mueva, lo importante es que si donas esos juguetes que tu hijo ya no usa vas a llevar algo de felicidad a otro niño. Es simple y hasta ñoño, pero es.