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KIM
Kim está dejando la heroína
y me enseña sus fríos brazos de marfil más tarde en una cena
como si fuese una evidencia para un juez poco compasivo.
Ella pela sus uñas delante de mí
capa tras capa como papel de cebolla.
Ha empezado otra vez a fumar,
ha dormido con su casero,
afirma que quiere dejar Nueva York.
¿Qué le hace pensar que puede empezar de nuevo
en cualquier lugar de este mundo
y que no sea exactamente igual?
Echa sal en su café por descuido,
lo bebe de todos modos.
Le dice al cajero que se quede con el cambio
porque le gusta viajar ligera.
Más tarde me grita desde la cabina de la esquina porque no tiene
céntimos para hacer una llamada de teléfono.
Cuando nos decimos adiós, la puedo ver
moviéndose a través del aire tan despacio
como una pluma que no puede seguir luchando en su camino
hacia abajo.
Nicole Blackman.