Hace menos de tres mes al presidente francés Francois Hollande, la prensa de la ciudad de Niamey capital de la República de Níger, le daba la bienvenida con estos titulares: “El símbolo de una amistad legendaria”.”Una amistad a toda prueba”. Pero la prensa occidental no mencionaba ninguna amistad, más bien hablaba de miedo. Radio Francia Internacional destacaba la lucha antiterrorista, la agencia Reuters titulaba:”Hollande advierte contra la amenaza islamista en África Occidental”.
El motivo principal de la cumbre franco-nigerina, que se realizó en el mes de julio, fue organizar una nueva operación militar en el sahel, la más pobre del mundo y donde el terrorismo gana más fuerza. Hace un año y medio, Francia emprendió una intervención militar en Malí que hasta ahora no consigue erradicar completamente a los yihadistas y en la propia Níger, 24 soldados han muerto el último año en ataques suicidas contra las minas de uranio, el primer recurso de exportación de este país.
Níger, la antigua colonia francesa, es en la actualidad la puerta de acceso de integristas y armas que vienen de la convulsa Libia y circulan por toda la región. Ahora, Francia ha decidido movilizar una fuerza de tres mil hombres que tendrán aquí su centro de operaciones e información. La operación Barkhane, comprende todo un despliegue de armas, drones y efectivos militares diseñado por el Palacio de Elíseo, para cortar la comunicación y el suministro entre los grupos yihadistas que operan en los países de la región.
Como vemos, en África occidental y en especial en Níger, Francia se ha posicionado claramente como potencia neocolonial, al volver a desplegar ampliamente bases militares en sus otroras colonias a las que les reconoció la independencia entre los años 1958 y 1960. Los pretextos para ese nuevo despliegue militar son diversos pero los métodos y objetivos son los mismos que los del período colonial, es decir dominar territorios y riquezas naturales. Desde Senegal al borde del Atlántico, hasta Chad al este, junto a Sudán, y Gabón al sur -vean ese gran triángulo en un mapa- Francia consolida su neocolonialismo a través de una intensificada presencia militar para garantizar el control económico y político de esos países sumamente débiles y con economías dependientes de la dupla FMI-BM.
Específicamente en Níger, los franceses se apropian del uranio africano para sus centrales nucleares pero envían ONGs humanitarias para aplacar su conciencia. Pero ni Francia, ni los Estados Unidos y menos la OTAN tienen una concepción principista, intachable, frente al fundamentalismo islámicos, pues estos países legitiman su despliegue militar para según ellos “combatir al islamismo fundamentalista”, cuando simultáneamente esos mismos grupos islamistas son apoyados y financiados por sus aliados más estrechos en el Medio Oriente, como las petromonarquías tiríanicas como lo son Arabia saudita y Quatar.
Níger, la nueva pieza clave de Francia en África, es la re-edición de los antiguos Estados coloniales, dependiente de las decisiones e intereses de la metrópoli.
Por Javier Fernando Miranda Prieto