Ningún infierno transcurre en medio de una dictadura, con la muerte a la vuelta de la esquina, el terror se dispara al saber que el perpetrador puede ser cualquiera, con una vida igual de insulsa a la nuestra. Alejandro Hosne nos ofrece una novela donde se entrelazan los aspectos cotidianos ─amigos, trabajo, familia, sexo─ de un joven rioplatense, de veintitantos años que, sin tabúes, nos describe su búsqueda por la esencia humana, desentrañada en cada una de sus víctimas.
Un personaje de quien sabemos pocos datos relata el pasar de sus días, donde vamos descubriendo una mente calculadora, inescrupulosa e incluso nihilista, que manipula los destinos de quienes lo rodean y juguetes ocasionales que encuentra en su andar. Sus amigos, Sebastian ("Sebas") y Pablo, con experiencias sexuales frustradas y trabajos o estudios monótonos, son la fachada ideal para una vida social común; son camaradas con quienes salir a beber y ligar, además de ser el camino para llegar a Julieta, hermana de Sebas. Una muchacha que sufre la reciente muerte del padre y a quien la madre y su hermano mayor sobreprotegen bajo las virtudes cristianas de pureza y castidad. Ella constituía "el enigma indescifrable del universo vaginal", más allá de un amor idealizado es el probable fin... la némesis que podría satisfacer su búsqueda, alguien con una verdadera esencia.
En Ningún infierno, Alejandro Hosne describe una Argentina en crisis. Sin llegar a ahondar en la dictadura de "el mandril", es patente que los lazos sociales están corrompidos, y nuestro personaje se mueve entre ellos sin culpa ni partido. Al final, tanto la violencia de Estado como sus actos se basan en el instinto de destrucción, la diferencia es que él no busca justificación ideológica ni de ningún tipo. Por eso igual viola a la hija de un militar, tortura a una "zurdita", sodomiza a un cura, apuñala a un mendigo, le destroza al cráneo a un policía, golpea a la madre de su jefa; a todos los lleva a la muerte para mostrar que sus mediocres vidas no tendrán mayor impacto que unas letras en el periódico, no hay nada humano que recordar.
Los asesinatos se entrelazan en sus actividades diarias. Un trabajo de supervisor en telemarketing con jefes avaros y católicos (Riqui y Magda), que gozan torturando a sus empleados y cuya empresa se encuentra al borde de la quiebra. Con la manipulación necesaria el personaje toma las riendas y destruye la compañía, la supuesta unión familiar, y la moral religiosa a la que se aferran.
En otro aspecto, su vida familiar, o más bien la ausencia de ella, se reduce a su tutora legal, una tía mentalmente inestable (Elena), cuya venganza hacia su hermana muerta ha sido tener una relación sexual con su sobrino. Elena se vuelve co-dependiente, sumisa y cuando le llega la oportunidad se vuelve verdugo-aliada de Sandra: compañera sexual ocasional de su sobrino, joven hija de un padre violento que encuentra en esta pareja perversa a los aliados para explorar lo más sórdido de su deseo.
El resto de su tiempo, nuestro personaje vaga por las calles y el transporte público, donde además de seleccionar a algunas de sus víctimas, también disecciona el comportamiento de los pasajeros y transeúntes; sin prejuicios nos muestra la violencia contenida en ellos, la represión del instinto de destrucción que los vuelve civilizados, pero al mismo tiempo rencorosos y vulnerables.
Ningún infierno demuestra la capacidad narrativa de Alejandro Hosne, con escenas violentas en las que nos guía por las reflexiones de este sociópata que arremete contra todos los actores de la sociedad y contra el principio de civilidad. Decide romper el pacto social, no contiene sus instintos ni se rige por norma moral alguna.
"Ningún infierno", de Alejandro Hosne, novela sin concesiones que se desarrolla en una Argentina en crisis.
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