Cuando visitamos o miramos fotos de templos budistas de China, Japón o Corea, es muy común encontrar estatuas a dos demonios o guerreros armados y feroces. Muchas personas que no tocan un libro ni en defensa propia, creen que estas dos figuras son demonios, pero no hay nada más lejos de la verdad. Estos dos personajes son los Nio, los guardianes del Dharma y del recinto del Buda.
Ellos no son Bodhisattvas, sino dioses. Los he incluido en esta serie porque son personajes comunes y necesitan ser presentados a los occidentales. Hay prácticas hermosas y poderosas alrededor de ellos, por lo que creo que puede ser útil en nuestro estudio del Zen y en nuestro camino del Dharma cotidiano.
Es importante decir que los dioses en el budismo no son el mismo concepto del dios de las religiones abrahámicas. Para el budismo, los dioses son ideales de aspectos de la práctica budista y son venerados como recordatorios de nuestras intenciones. De ninguna forma son creadores del universo, no se les pone de cabeza y tampoco hay una fe ciega hacia ellos.
En la vasta iconografía budista, pocas figuras son tan imponentes y cargadas de simbolismo como los Nio, los guardianes del Dharma y del templo. Su presencia a las puertas de numerosos recintos a lo largo de Japón, China y Corea no es solo un testimonio de la riqueza artística y espiritual del budismo, sino también de una profunda cosmovisión que entrelaza lo sagrado con lo cotidiano.
El significado de su nombre
Los Nio, conocidos en sánscrito como Acala (los Inmovibles), son figuras que personifican la fuerza y la protección. Aparecieron por primera vez en el Ambattha Sutra, y eran los guerreros que acompañaron a Shakyamuni en su peregrinaje a visitar al noble Pokkharasadi, quien se sentía amenazado por el Iluminado.
El nombre Acala alude a su inquebrantable determinación en la protección del Dharma, las enseñanzas budistas, y su capacidad para resistir cualquier amenaza. Nio, los guardianes del Dharma, simbolizan la energía masculina y protectora que guarda las entradas de los recintos sagrados, asegurándose de que solo aquellos con intenciones puras puedan acceder.
Historia y simbolismo
Designadas oficialmente como shukongoshin, estas entidades guardianas desempeñan un papel crucial en la salvaguarda del budismo, siendo también referidas coloquialmente como kongo rikishi.
Originalmente, esta entidad era un único dios protector de Shakyamuni. Con el tiempo, se dividieron en dos seres distintos, para representar mejor las fuerzas en equilibrio. Ellos están a cada lado de las entradas de los templos, simbolizando su papel de custodios de los recintos sagrados donde reside la Triple Gema. Se erigen imponentes, con una mirada severa y feroz, asumiendo el papel de guardianes intrépidos.
Portan en una de sus manos el vajra, un arma ancestral emblemática de la lucha contra las fuerzas malignas, y según las narrativas legendarias, tienen el poder de dominar los truenos.
Nio, los guardianes del Dharma, van vestidos únicamente con una mo, una especie de falda larga que ceñida a sus cinturas, exhiben su anatomía atlética, destacando abdominales marcados y venas pronunciadas, evidenciando su inmenso esfuerzo físico.
El guardián de la boca abierta recibe el nombre de Agyo, mientras que su contraparte de boca cerrada es Ungyo. La vocalización de «a» simboliza el alfa en el alfabeto sánscrito, y «un», el omega. Este dúo representa metafóricamente el inicio y el cierre de todo lo existente, atribuyéndoles una omnisciencia divina.
Juntos son una expresión del enso, el círculo que representa al Zen
Comúnmente, Agyo se coloca a la derecha y Ungyo a la izquierda.
El culto a Nio en los templos budistas de Japón
En Japón, los Nio se sitúan típicamente en las entradas de los templos budistas, para ahuyentar el mal y limpiar a los visitantes de sus impurezas antes de entrar en el espacio sagrado. Estas estatuas a menudo se encuentran en puertas talladas en madera o piedra, evocando una sensación de respeto y reverencia.
La veneración hacia los Nio se manifiesta no solo en su presencia física en los templos sino también en rituales y festividades que celebran su papel protector. Durante estos eventos, se les ofrece incienso, agua y flores, reconociendo su importancia en la salvaguarda de los preceptos budistas y el bienestar de la comunidad.
Incorporando a los Nio en la práctica cotidiana
D?gen Zenji nos recuerda en Bendowa y Genjokoan, que el Zen no requiere más que Zazen para expresar nuestra práctica. Sin embargo, de vez en cuando las personas necesitamos un recordatorio de que dentro de nosotros hay fuerza y que debemos proteger a los demás.
Por eso es por lo que incorporar la figura de los Nio en la vida cotidiana es muy minimalista. No requiere actos de veneración explícitos ni rituales complejos. Podemos ver a los Nio como símbolos de la fortaleza interior necesaria para enfrentar las adversidades de la vida, manteniendo un compromiso inquebrantable con nuestros valores más profundos.
La práctica puede ser tan simple como dedicar unos momentos al día para reflexionar sobre las cualidades que los Nio representan: valentía, protección y la importancia de mantener un espacio sagrado en nuestras mentes y corazones, libre de malas intenciones o energías negativas. Esta reflexión puede inspirarnos a vivir con mayor integridad en el Dharma y a enfrentar nuestros desafíos con una renovada fuerza interior.
También puedes buscar imágenes de ellos e imprimirlas, para ponerlos a los lados en tu altar.
Conclusión
Los Nio, los guardianes del Dharma, más que simples figuras ornamentales en la arquitectura budista, encarnan principios espirituales profundos y universales. Nos recuerdan la importancia de la protección y la fuerza en nuestra práctica espiritual y en la vida cotidiana. A través de su veneración y la incorporación de sus enseñanzas en nuestra vida, podemos aspirar a ser tan inquebrantables en nuestro camino como ellos lo son en la protección de la Triple Gema.
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