Revista Libros
La parálisis que afectó a este blog durante algunas semanas, tuvo sus raíces en la temporada de texto escolar, hecho que anualmente nos pone en estado de catatónica ansiedad. Durante ese período, la librería se asemeja a esos apacibles pueblitos serranos que en verano se ven sacudidos por una marea de “turistas”, cuyos estados de animo van desde la histérica ansiedad de los más pequeños hasta la apática pereza de los adolescentes. Esa coloratura de caracteres se sintetiza en la personalidad del librero, tornándolo una persona irascible y soez. Aquellas personas de buen corazón, sabrán disculparlo.En ese contexto escolar también se desarrolla Nivel Medio, la primer novela del cordobés Sergio Gaiteri, edición que esperaba con abundante expectativa, menos por la excelente performance obtenida en un par de concursos (fue finalista del premio Clarín/08 y Emecé/09) que por haber leído el cuento homónimo en su anterior trabajo, Certificado de Convivencia. Aquel cuento, se transformó en el primer capitulo de la novela, presentándonos a un joven docente de literatura principiar su carrera laboral al frente de un curso entre cuyos alumnos se destaca, por discordancia, Alfio, un pibe que destila un impasible odio hacia la escuela en general y a una pareja de compañeros en particular; sentimiento que solo se hace visible en las producciones literarias exigidas por el docente, plasmado en una prosa refinada cuyo estilo lo emparenta más que a Güiraldes, a Marilyn Manson. Alfio parece ser un artefacto a punto de estallar, pero su figura queda desactivada de la trama cuando Claudio, el docente, descubre que su mujer lo engaña con el odontólogo para quién trabaja de secretaria. El propio peso de esta noticia termina por torcer el eje de la novela, intercalándose a partir de allí, las voces de quienes comparten la misma mujer. Ambos protagonistas pertenecen a contextos y generaciones distintas, sin embargo la manera en que afrontan las relaciones personales son parecidas: prima en ellas el desconcierto, la duda, la imposibilidad de descifrar el mecanismo que las constituye y que tan bien parece manejar la mujer que los iguala. Cada uno afronta su historia personal con ese karma a cuestas, y por esa ladera desfila la novela, sabedora de que la última es solo una página más. El día que llegó este libro, apenas termine de cenar, lo calcé debajo del brazo y enfile para la pieza. Cuando lo termine y volví a tomar conciencia de quién era y donde estaba, mi mujer y los chicos hacia rato ya dormían. Lo deje arriba de la mesita y me dormí con la sensación de aquel plateista, que aunque su equipo ganó por goleada, espera la salida del técnico para reprocharle por lo bajo: Gaiteri, ponelo al pibe!
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 12 julio a las 19:09
Que bueno el final de tu artículo. Alfio se merece una novela. Abrazo.