Revista Cultura y Ocio

No a la 'Santa Sinrazón'

Por Diebelz



«Esa gente está mentalmente atrofiada»
, opinaba mientras se aferraba al volante y percibíamos una tregua climática.
«El otro día los escuchaba en la radio y decían que si Jesús sería su guía y nosequé otras cosas...¡Gente de la edad de ustedes!», sentenciaba buscando la misma mirada cómplice en el retrovisor, quizás esa afirmación que también pudimos apreciar cuando desayunábamos frente los cuadros de Pablo Picasso, Juan Gris o los carteles de Josep Renau. De estar mi padre presente -y no frente al volante, recogiendo nuestros cansinos cuerpos- o mi abuelo -que seguramente se estaría retorciendo en su tumba-, sus maldiciones y condenas resonarían por toda aquella ciudad ocupada por las hordas fundamentalistas de la ciega intransigencia. Sinceramente, noté un alivio cuando el camarero y la vieja parejita que se tomaba su café con leche a nuestro costado empezó a buscar en nosotros la complicidad, el hilado grito subversivo frente a la descolosal sinrazón que ondeaba desde la Puerta del Sol hasta la Estación de Atocha. Aquel enjuto hombre me comentaba cómo tuvo que irse a Francia y cómo aquella España gris le agrietaba las manos con una dura regla de fanatismo por saberse la tabla de multiplicar pero no los siete sacramentos que lo condenaban a errar como pecador. Comentó su lucha, sus conferencias por buscar un punto de convivencia y no este oleaje de ceguera, el luto de la razón. 

NO a la santa sinrazón

En la plaza de Tirso de Molina: "¡Peligro, que viene el Papa!".

Al volver de Toledo llegamos a tiempo para enredarnos en la madeja de carteles y denuncias que intentaron silenciar. Estos días me sentí, junto con mis amigos, cercado en un silencio obligado. Casi como en tiempos de muertes fratricidas, de opiniones coaguladas y temores ilógicos, vagamos por una muchedumbre que intentaba hacer de la rebelde Puerta del Sol la plaza de un Papa inquisidor, ex-militante de las Juventudes Hitlerianas, lengua sátrapa del reino del odio y la intransigencia. "Menos religión y más educación", "Mejor perroflauta que pastor alemán", "Yo pagué el autobus", "No con mis impuestos" o "Yo soy pecador, pecador, pecador", fueron algunas consignas que lanzamos a la celeste intemperie que comenzaba a flaquear con las horas. 

NO a la santa sinrazón

Siempre con con- con-dón...

 

NO a la santa sinrazón

Se puede decir más alto pero no más claro. 

NO a la santa sinrazón

Momentos antes de salir. Que no se diga que éramos seis pelagatos...

NO a la santa sinrazón

Yo tampoco estoy ciego...

 

NO a la santa sinrazón

Los antidisturbios desalojan Puerta del Sol. Hay momentos de tensión y salimos por patas.


Y es que hay cosas que, lamentablemente, no cambian. Esa sensación de atemporalidad histórica, de derrota frente a una victoria queda de quienes intentan inculcar bocetos y rezos frente a la libertad de razón, el intento de "lavar mentes" (como dice mi padre y decía mi abuelo) o la hipocresía de ciertas instituciones e intelectuales orgánicos de la derecha política apostólica, es el resuello que carcome mis entrañas. A mi costado, mi amigo M. recordaba aquella canción de "Atrapados en azul", de Ismael Serrano. Y es que, cuando -tras casi 1 hora aparcados en la calle Carretas- nos acercábamos para llegar a la Puerta del Sol, los antidisturbios y la policía hacían su presencia tras ver que algunos retrógrados cristianos intentaban cortarnos el derecho a la huelga, a reivindicar nuestra opinión por la visita del Papa. ¿Acaso no teníamos derecho a exigir un estado laico?¿Por qué con ser católico podías recorrer todo Madrid y alrededores, contemplar los cuadros de Caravaggio o Kandinsky de manera gratuita y los parados y estudiantes no? ¿Por qué tengo que pagarles la indumentaria militar, las cruces y libros de cánticos parroquianos y no permiten que ese dinero se vea destinado a cuestiones más importantes? ¿Por qué arreglan las instalaciones de Cuatro Vientos con la visita del Papa y no cuando estamos en época de crisis? ¿Por qué se reúnen en Madrid los jóvenes y no en Somalia? ¿Por qué se funden mis dientes y mi puño en una sensación de tristeza e ira a la par, cuando veo cómo arrinconan a los pordioseros que piden un euro para comer y discuten en el tren por el "asombroso" descubrimiento de que existen baños mixtos? 
Mis vacaciones son así. Allí donde hay injusticia y reina la sinrazón, prefiero vociferar, ser parte del grito apagado de mis espaldas, revivirlas con mi presencia, sea estando de pie, cojeando o de rodillas. Y aunque no hemos cambiado el mundo -y quizás no podamos cambiarlo- seguimos abriéndonos paso buscando la lucidez.
Fotos by W. y JoZL.


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