GODZILLA
Desde que tengo uso de razón he defendido la idea de que el cine popular tiene tanto que contar como el cine de autor, llamémoslo dificultad. Involucrarse en Hollywood hoy en día es ser partícipe del reciclaje, por eso hablo de dificultades, remakes hasta en la sopa y la sopa fría de tanto repetirle al niño que coma y calle, amigos que te sueltan la misma anécdota y tu temblando de saber que cabe la posibilidad de que sigan defendiendo la-maldita-gracia-que-le-hace-a-uno de pensar hasta cuando ¿eh?. Pero soy hombre de fe, considero sano dar crédito al remitente aunque le sobre, siempre y cuando sepa como rentabilizar sus apuestas, o sea, como conseguir que yo me gaste dinero en una entrada de cine y contemple que tras la incertidumbre de una publicidad mayoritariamente hinchada se encuentra esa especie de chispa que denota cuanto de afecto y cuanto de prostitución y con cuanta frecuencia se estrechan entre sus brazos estas dos para ofrecernos más que entretenimiento, que ya sería suficiente si no fuésemos tantos con tantos problemas en los que regodearnos plácidamente.
Godzilla falla en el intento, y si preguntas a Gareth Edwards quería calar hondo, hasta tal punto que ha terminado empapándose... y ya se sabe que la primavera es la pécora más traicionera de todas. Dicen que su anterior largometraje era un drama intimista con tintes apocalípticos, debe ser, Godzilla se asemeja: un dramático encuentro con el apocalipsis de la intimidad a grito limpio, creedme, podría ser peor. En la actualidad la comprensión entre mercader y súbdito no puede calificarse de otro modo que no sea "redonda", en la salud y la enfermedad, en ocasiones la reciprocidad perteneciente al segundo ejemplo resulta escalofriante. Y es que Godzilla es casi una sorpresa, tan anclada al melodrama y tan putrefacta en su construcción que parece sacada directamente de 1998. Normalmente no exigo a esta clase de propuestas lo que no pueden dar, pero carece tanto de lo que podría pasarse por alto que termina siendo insufrible.
Cero simpatía, un guión (y decirlo por respeto) que trasciende al tópico de toda la vida, pero sin pizca de humor o consciencia, subrayando las emociones de sus débiles protagonistas subiendo el volumen, desterrados al anodino oleaje de una intrahistoria inexistente. Apenas una excusa con la que acaparar los minutos gastados en actores y actrices de carne y hueso que aguantan como humanamente pueden los caprichos de un director que pretendía establecer contacto con el trauma de Estados Unidos y su población alejando la atención del jaleo de fondo, con el bicharraco bestial que ocupa el cartel principal de la película reducido a un simple reclamo de media hora (sin bromas). Este enfoque bien pudiera haber resistido su propio orgullo de no ser porque es el mismísimo enfoque el que juega en contra, ya no de lo que se nos vendía, si no de la naturaleza que define lo que ES una película sobre MONSTRUOS, aniquilando su mitología para mayor gloria de un reparto aventajado en busca de su próximo talonario, dos en Los Vengadores y otro en un Spin-off.
NOTA: 3/10