Revista Arte

No codiciar ni temer, eso es libertad

Por Peterpank @castguer

No codiciar ni temer, eso es libertad

Libre es quien vive como quiere, aquel que no hay modo de apremiar, ni impedir, ni forzar, cuyos impulsos son desembarazados, los deseos logrados, los aborrecimientos sin tropiezo. ¿Quién, entonces, quiere vivir en el error? Nadie. ¿Quién quiere vivir engañado, desatinado, ser injusto, intemperante, quejoso, ruin? Nadie. De modo que ningún vicioso vive como quiere: luego tampoco es libre.

Mas, ¿quién quiere vivir apenado, temeroso, envidioso, compadecido, deseando y no logrando, aborreciendo y tropezando en lo que aborrece? Ninguno. ¿Hallaremos, entonces, a uno de esos viciosos sin pena, sin temor, sin tropiezo, sin desengaño? A ninguno. Tampoco, pues, a ninguno libre.

No codiciar ni temer, eso es libertad. Mira, sin embargo, en los animales, cómo usamos del concepto de libertad. Crían leones amansados en jaulas y los alimentan y algunos los traen consigo. ¿Y quién llamará a ese león libre? ¿Acaso no, cuanto más regalado viva, tanto más esclavizado? Pues qué león dotado de sentido y raciocinio querría ser uno de esos leones?

Ea, ¿y esas aves, cuando son cazadas y en jaulas criadas, cuánto penan, buscando escapar? Y hasta algunas de ellas se dejan perecer de hambre, antes que sujetarse a semejante vida, y las que van viviendo, a duras penas, con dificultad y dolientes, y no más hallan un resquicio abierto, ya están brincando. Tanto apetecen la natural libertad y el ser dueñas de sí e independientes. “¿Pues ¿qué mal te va ahí?” ¡Qué preguntas!, nací para volar donde quiera, vivir al aire libre, cantar cuanto quiera; tú todo esto me arrebatas y preguntas: “¿Qué mal te va?”

El siervo al momento querría ser manumitido. ¿Por qué? ¿Pensáis que es porque anhela entregar su dinero a los Vicesimarios? No, sino porque imagina que hasta ahora, por no habérsele logrado aquello, vive sujeto e infeliz. “Como me libere”, dice, “en seguida todo será bienandanza, de nadie me curaré, a todos de igual a igual hablaré, caminaré por donde quiera, iré de donde quiera y a donde quiera”.

Al fin es liberado, y luego, no teniendo donde coma, anda buscando a quien adule, en casa de quien almuerce. En fin, o hace granjería de su cuerpo y sufre las cosas más tremendas, y aunque se asegure un pesebre, caído ha en servidumbre más áspera que la primera; o bien, héchose ricachón, hombre baldragas se aficiona de una mozuela y, despreciado, se lamenta y por la servidumbre suspira. “Por cierto, ¿qué mal me iba en ella? Otro me vestía, otro me calzaba, otro me alimentaba, otro me atendía enfermo; muy poco le servía yo. Mas ahora, desdichado,  cuánto paso sirviendo a muchos en vez de a uno. Con todo, si alcanzo los anillos” [distintivo de los libertos], dice, “entonces, sí, viviré en toda bienandanza y dichosísimo”.

Mas primero, para alcanzarlos, sufre lo que se merece; luego, una vez alcanzados, vuelve a lo mismo. Entonces dice: “Si hago una campaña, se acabaron todos los males”. Hace la campaña, padece más que un azotado y, sin embargo, pide segunda campaña y tercera. Al cabo, cuando pone el colofón y es nombrado senador, entonces hácese esclavo con entrada en el Senado, entonces sirve la más bella y pulida servidumbre. Para que no sea necio, para que aprenda, como decía Sócrates, qué sea cada uno de los entes, y no a tiento aplique las presunciones a las materias particulares.

Ésta, en efecto, es la causa en los hombres de todos los males, el no ser capaces de aplicar las presunciones generales a lo particular. Mas nosotros, cada uno pensamos una cosa. ¿Qué es, en efecto, lo que busca todo hombre? Gozar de paz, de bienaventuranza, hacerlo todo como quiere, no ser impedido, no ser apremiado. Cuando, entonces, se haga amigo del César, deja de ser impedido, deja de ser apremiado, goza de paz, de serenidad?

“Ea, ¿comías más a tu sabor ahora o antes?” Escúchale también sobre estas cosas lo que dice: que ‘si no le invitan, se reconcome; si le invitan, con el amo como un siervo come, atento todo el tiempo no diga o haga una necedad’. ¿Y qué piensas que teme? ¿Ser azotado como un esclavo? ¿De dónde iba a salir él tan de rositas? No, sino como cumple a tanto personaje, amigo del César, que no le corten el cuello. “¿Y cuándo te bañabas más tranquilo? ¿Cuándo hacías ejercicio más a tus anchas? En suma, ¿cuál vida preferirías vivir, la de ahora o la de entonces?” Jurar puedo que nadie hay tan insensato o insincero que no se duela más de su fortuna cuanto mayor privanza posea.

Cuando, entonces, ni los llamados reyes viven como quieren, ni los amigos de los reyes, ¿quiénes todavía son libres? Busca y hallarás. Posees, en efecto, aparejos de la naturaleza para el hallazgo de la verdad. Mas si tú mismo no eres capaz, con ellos solo caminando, de sacar conclusiones, escucha a los que ya investigaron. ¿Qué dicen?

“Cuando, entonces, veas a alguien rendido a otro o adulándole contra su propio sentir, dí también sin vacilar, que este no es libre; y no solo si por una cena hace eso, sino aunque por un gobierno o por un consulado. Sino a aquellos llama esclavos de poquito, que por unas menudencias hacen eso y a esotros, como lo merecen esclavonazos.”

“¿Así, entonces, muchos amos tenemos?” Así es. Que, en efecto, las mismas cosas tenemos por amos; y ellas son muchas. Fuerza es que quienes tienen sobre ellas alguna potestad también sean amos: porque nadie teme al mismo César, sino  la muerte, el destierro, la confiscación de los bienes, el presidio, la degradación. Ni quiere nadie al César, como sea éste de mucho mérito, sino riqueza queremos, tribunado, pretura, consulado.

Mientras tales cosas queramos y odiemos y temamos, fuerza será que quienes tienen potestad en ellas sean amos nuestros. Por eso mismo como a dioses a aquellos reverenciamos: pensamos, en efecto, que “quien tiene potestad en el mayor beneficio es un dios”. Luego sentamos malamente que “éste tiene potestad en el mayor beneficio”. Fuerza es también que de una y otra premisa se deduzca torpe conclusión.

¿Qué es, pues, lo que hace al hombre libre e independiente? Dinero, por cierto, no lo hace, ni consulado, ni gobierno de una provincia, ni imperio, sino que hay que buscar alguna otra cosa. ¿Qué es, pues, lo que en el escribir nos da soltura y desembarazo? El saber escribir. ¿Qué, en el tañer la cítara? El saber tañer la cítara. Luego también, en el vivir, el saber vivir.

EPICTETO, Pláticas recogidas por Arriano. Libro IV, cap. 1. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973. Traducción: Pablo Jordán de Urríes y Azara. FD, 26/05/2008.

Fuente: FD

 


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