¿Cuál actividad es la que más energía te cuesta en tu día a día? Si ahora pensaste en alguna actividad física como las escaleras de tu casa o tu entrenador en el gimnasio, te sorprenderás: la actividad más exigente es la toma de decisiones. Cada vez que te vez enfrentado a dos o más opciones, tu cerebro entra en un estado de actividad acelerada. De hecho, si tomaras estas decisiones dentro de un scanner cerebral, podrías apreciar el aumento de actividad en tu masa gris. Tomar decisiones, literalmente, es un trabajo físico y bastante duro.
Una forma de asegurar de que siempre tengas suficiente energía disponible para tomar aquellas decisiones importantes es limitar tu exposición a decisiones mundanas. La creación de rutina y la limitación consciente de opciones son dos herramienta para ahorrar energía. La tercera herramienta es la decisión inmediata, especialmente cuando a) ya lo sabes y b) tu decisión implica a más personas.
Cuando en realidad ya lo sabes
Imagina que te han ofrecido participar en un proyecto. Suena muy interesante, te llevas bien con los demás del equipo, pero en realidad no es lo que buscas en este momento. Así que pides una semana para poder deliberar el tema.
O te han invitado a una boda. Te cae muy bien la pareja pero en realidad la fecha te va fatal. Así que pospones la decisión para otro día.
El resultado es que acabas dándole vueltas al tema el resto de la semana. Qué les digo, cómo se lo digo, será que se van a enfadar, a lo mejor si no digo nada se olvidan (créame, eso nunca va pasar)… y entre tantas dudas, razones inventadas y miedos difusos te has vuelto incapaz de tomar decisiones también en otros ámbitos de tu vida. Simplemente porque toda tu energía está atrapada en esta única cuestión.
Evitar estas situaciones no es tanto cuestión de decidir, sino de comunicar. En realidad ya sabes que no, el problema es que mientras no se lo dices a las personas implicadas, no dejarás de pensar en el tema.
En el caso de proyecto podrías decir algo como “Muchas gracias por la oferta, me siento honrada. Pero en este momento tengo otros planes profesionales que no quiero sacrificar. Espero que encuentres otra persona.”
En el caso de la boda podrías decir algo como “Estoy bastante segura de que ya tenemos una reunión familiar en esta fecha. Por si acaso, no cuentes con nosotros por el momento. Si algo cambia te lo diría, vale? Y muchas gracias por la invitación!”
Has cerrado el tema para ti, e, igual de importante, también has cerrado el tema para la otra persona implicada, que ahora podrá buscar otro colaborador o invitar a otra persona de su lista.
Cuando tu decisión aplazada afecta a más personas
Cuando te ofrecen una colaboración, cuando te invitan a una fiesta o cuando te piden algo y tu retrasas la decisión, no eres la única persona que se queda dándole vueltas al tema. También estás impidiendo a la otra persona de seguir adelante. Mientras tú no te decides, no podrá buscar otro colaborador, no podrá cerrar el número de personas con el restaurante, no podrá buscar una alternativa. Ahora otra persona sufre las consecuencias de tu incapacidad de tomar una decisión. ¿Te parece justo?
Aplazar una decisión casi nunca facilitará la decisión. ¿Qué información tendrás la semana que viene que no tienes hoy? Si sabes que en algún moment tendrás que decidirte sí o sí, antes lo hagas, más tranquila estarás.
¿Qué decisión puedes tomar hoy que has estado evitando?