Por sentido común, por amor a la tierra que nos vio nacer o por la que fuimos adoptados (como es mi caso), no tenemos derecho, y menos por caprichos políticos, a destruir las raíces de Guadalajara, que son profundas desde el siglo 16 en que fue fundada, y que se mantienen vigentes a través de muy diversas manifestaciones culturales y sociales.
Claro que hay muchas cosas que debemos cambiar, pero hay que modificar sólo aquello que no aporta beneficio alguno y que por lo contrario perjudica, como son la corrupción, la impunidad y la violencia, pero nunca lo que tiene fondo y sentido histórico, cultural, tradicional, que fortalece nuestra identidad ante la nación y el mundo, y que facilita además una convivencia armónica de la sociedad.
Las calandrias de caballos
Vemos que en los últimos años han aparecido políticos de nueva hornada que a toda costa tratan de borrar de la historia importantes tradiciones de esta ciudad, como es el caso de las calandrias de caballos, con más de un siglo de antigüedad, que recuerdan las viejas diligencias en las que se transportaban nuestros ancestros desde la época virreinal.
Es claro que con tales acciones, estos políticos buscan obtener algunos votos para asegurar, según ellos, su futuro, pero hay problemas: ¿De dónde buscan sacar esos votos, si es que lo logran? De la ignorancia, principalmente de aquellos jóvenes a quienes no hemos sabido informar sobre los valores de su ciudad, de su estado, de su país, de su pueblo. Mucho es lo que los adultos hemos descuidado en este campo, y aquí están las consecuencias.
Actitudes irresponsables
Es una grave falta de responsabilidad actuar de esta manera, porque no creo que estos políticos lo hagan por ignorancia, sino por mala fe, con alevosía y ventaja, como dijeran los abogados, ya que con toda premeditación sólo buscan un beneficio personal o de grupo, no el de la comunidad, a la que están obligados a servir. ¡Eso no se vale!
Hay en nuestra historia muchos ejemplos de gobernantes de las más diversas corrientes políticas que supieron respetar y defender a capa y espada la cultura y las tradiciones de Guadalajara y de Jalisco, pero al parecer vivimos tiempos en que esto ya no importa. ¡Qué pena!
¿Protectores de animales?
Quienes hoy atentan contra las tradiciones de la ciudad se ostentan como protectores de animales, olvidando que desde hace cerca de 500 años, cuando Hernán Cortés introdujo en México los caballos, éstos han sido fieles compañeros del hombre en el trabajo, y que desocuparlos no significa otra cosa que matarlos.
Lo que hemos de hacer es corregir reglamentos municipales para atender a los caballos en su alimentación, salud, horas de trabajo, etcétera, como lo hacen otras ciudades del mundo, y aplicarlos en beneficio de ellos y de sus dueños, del turismo, la cultura, historia y tradiciones tapatías.
Guadalajara es un árbol frondoso con profundas raíces. ¡No las destruyamos!, porque un árbol sin raíces se muere.
Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del lunes 18 de diciembre de 2017.