Revista Cultura y Ocio

No entiendo nada (un desconcertado análisis postelectoral)

Publicado el 27 junio 2016 por Benjamín Recacha García @brecacha

Viñeta Forges

Estoy cabreado y desconcertado. No entiendo nada. No encuentro una explicación racional a que más de un millón de votantes que en diciembre apoyaron a Podemos, las confluencias o a Izquierda Unida ayer decidieran quedarse en casa o en la playa. Admito mi absoluta incompetencia como analista político. Supongo que no se puede opinar con una mínima voluntad de acertar si se hace desde la militancia ideológica.

Ahora está claro que la sensación de que la unión de las fuerzas progresistas no sólo sumaría sino que multiplicaría respondía a un deseo, pero no a la realidad. Los resultados electorales no dejan lugar a dudas.

En cualquier caso, no me lo explico. No me entra en la cabeza que nadie mínimamente concienciado con la necesidad de construir una sociedad más justa ayer decidiera no votar. ¿La campaña de Unidos Podemos, con tantos corazones y sonrisas, ha desanimado al sector más guerrero de la izquierda? Seguramente, pero ¿tanto como para castigarnos con cuatro años más de Rajoy?

No lo entiendo (¿ya lo había dicho?).

Algo debe haber también de voto del miedo, el Brexit no ha ayudado, la insistencia cansina con Venezuela, el comunismo, el separatismo, etc., que creía más que amortizada, pues resulta que ha acabado calando, e, increíblemente, la campaña llorona de Sánchez y el PsoE también parece haber funcionado.

Quien pudo ser presidente y no quiso aparecía anoche radiante ante una militancia entusiasmada por haber logrado los peores resultados de la historia de su partido. Estaban felices porque su candidato había sobrevivido y, sobre todo, porque Unidos Podemos no les había ganado. Parece mentira, me cuesta muchísimo asimilar tanta simpleza, pero en su discurso, Sánchez, una vez más, culpaba a Pablo Iglesias de la victoria de Rajoy y volvía a recriminarle que no le hubiera regalado cinco millones de votos para que gobernara junto a Ciudadanos.

La simpleza. Los mensajes sencillos, vacíos, carentes de autocrítica, fáciles de interiorizar. Creía que era una campaña absurda, ridícula. Pues no. Está claro que el suelo electoral “socialista” es sólido, que sus votantes están dispuestos a tragar con lo que sea. Bien por ellos. No saben si con su voto gobernará su partido o el PP, pero lo importante es que Sánchez seguirá ahí.

No lo saben los votantes ni los dirigentes. Esta mañana escuchaba a dos de ellos decir exactamente lo contrario: uno apostando por “el cambio” (junto a Rivera, obviamente) y otro dando por supuesto que dejarán gobernar a Rajoy. “Viva er Beti manque pierda”.

Lo de la organización criminal que sale reforzada a costa de su muleta naranja y de ese electorado egoísta que vota pensando únicamente en conservar su pedazo de miseria era muy previsible. Los 137 escaños y ocho millones de votos no me sorprenden. Cuarenta años de franquismo y otros cuarenta de pseudodemocracia no se borran de un plumazo. La corrupción está en los cimientos del sistema. Esa España negra, putrefacta, no la penaliza. Da igual quién sea el candidato, da igual cuánto haya robado, cuánto haya destrozado el Estado del bienestar. Ellos siempre votarán individualismo, insolidaridad, “seguridad”.

Es un asco. Me pregunto si esa España existirá siempre y, la verdad, ahora mismo me cuesta mucho pensar en que hay que seguir remando. Se me hace muy cuesta arriba continuar peleando por tanta gente que no hace más que demostrar que le importa una mierda qué le pase a los demás.

Soy catalán y en este momento, visto lo visto, la tentación de dejarme llevar por la ola independentista es grande. No creo en la independencia como regeneradora de nada. Me parece un proyecto oportunista, al que se han sumado y patrocinado quienes han visto ahí el cielo abierto para tapar todas sus miserias. Pero uno acaba pensando que quizás sea más fácil regenerar sólo Catalunya que España entera.

Estoy muy desconcertado. Tanto como lo deberían estar los dirigentes de Unidos Podemos. Sigo creyendo que la confluencia era necesaria, que tiene recorrido, pero posiblemente haya que ser más pacientes. Es el momento de reflexionar, de tomar aire y de rediseñar la estrategia de actuación. Basta de corazones y sonrisas. Hay que volver a la lucha, a llenar las calles de indignación y de reivindicación. La política no se hace desde Twitter; los derechos sociales no se defienden en las redes sociales.

Creo que Unidos Podemos debe quedarse al margen de las negociaciones para formar gobierno. El PsoE está claro que no quiere gobernar con ellos. No lo quiso en diciembre, y ahora, con peores resultados, aún va a querer menos. Si se llega a plantear el acuerdo con Ciudadanos, que jamás va a aceptar compartir gobierno con Podemos, Iglesias y compañía no deberían dedicarle ni un segundo a valorarlo.

No se puede aguar más el programa. El viaje a la socialdemocracia está claro que ha fracasado. Podemos sólo seguirá siendo atractivo en la medida en que defienda sin matices la justicia social, en que destierre de una vez el mensaje demagógico de los sillones. ¿Es posible un gobierno verdaderamente socialista? Obviamente, no. Así que a la oposición y no mareemos más la perdiz.

Ayer me levanté a más de 400 kilómetros de casa. Mi mayor preocupación durante toda la jornada fue llegar a tiempo para votar. Lo conseguí. Escuchaba por la radio que había retenciones en las autopistas, y pensé en cuántos se quedarían sin hacerlo por alargar una agradable jornada en la playa. Supongo que fueron unos cuantos. A algunos les resbalará quién gobierne, otros se quejarán. Y yo digo: gracias por contribuir a que nos sigan jodiendo la vida.

Hace unos días escribía sobre el acierto de Izquierda Unida por pactar con Podemos. Parece evidente que, vistos los resultados desde la perspectiva de la organización, no lo ha sido. Seguramente los votantes tradicionales que echaban pestes del acuerdo anoche sonrieran. Gracias a ellos también por su abstención “crítica”. Ya pueden seguir gruñendo a gusto.

Una última cosa. Sobre Pablo Iglesias. Resulta innegable su importancia como figura política. Sin él Podemos no sería lo que ha llegado a ser. A pesar de todo, 71 diputados no son una cantidad desdeñable. Pero se ha quemado. Creo que su capacidad de atracción de nuevos votantes es ya nula. Está amortizado como líder. La sobreexposición mediática lo ha machacado y su discurso (demasiado tibio en esta campaña) ya no seduce. El relevo no es urgente, teniendo en cuenta que lo sensato es quedarse en la oposición, pero de cara a futuras citas electorales, en mi opinión, Unidos Podemos debería buscar otro líder. A ser posible, mujer. Mónica Oltra o Ada Colau serían buenas candidatas.

Hasta aquí mi (seguro que desacertado) análisis. Estoy muy saturado de política. Mejor dicho, de politiqueo. Así que voy a desconectar del tema por un tiempo. No me apetece nada escuchar a unos y a otros echarse en cara la incapacidad para formar gobierno. No resulta complicado prever qué dirán.

Habrá que reponer fuerzas para seguir luchando.


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