Cuando eres animadora en una película, lo peor que te puede ocurrir es enamorarte de uno de los raritos del instituto.
Dicho comportamiento anti-natural supone sin lugar a dudas el descenso de tu popularidad a los infiernos. Eso y quedarte sin pareja para el baile de primavera, claro.En la mayoría de películas, es normalmente el chico popular y odiado-por-todos-pero-que-consigue-redimirse el que termina enamorándose de la tímida delegada de clase a la que le divierte construir maquetas de volcanes en erupción y tocar el trombón en la banda. Pocas veces una animadora cometerá el terrible error de dejarse ver con los más desfavorecidos.
Porque una animadora debe seguir una serie de normas esenciales si quiere conservar su estatus:
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