Revista Cultura y Ocio
¡Las vueltas que da el mundo! En sentido literal. La Tierra gira a velocidad pasmosa (500 m/s ) realizando una vuelta completa cada día y avanzando simultáneamente en torno al sol (a 30 km/s) que a su vez se gira en espiral sobre el centro de la galaxia (a 250 km/s) que a su vez se mueve dentro de su Grupo Local de Galaxias ( a 300 km/s), la cual se aleja del punto cero del universo (la explosión de Big Bang) a velocidades que fueron posiblemente superiores a las lumínicas, aunque ahora parecen haber decelarado más de 3000 veces. Y eso sin contar el vaivén producido por los tirones gravitatorios de la luna, el resto de planetas y astros varios que circulan por el firmamento en trayectorias inverosímiles. Hace quinientos años todavía se pensaba: ¡Qué vuelas da el cielo! Y la humanidad creía que el cielo giraba sobre nuestras engreídas cabezas mientras la Tierra permanecía inmóvil en el espacio. Un tal Galileo Galilei estuvo a punto de morir por atreverse a negarlo. En el último momento prevaleció su instinto de supervivencia y perjuró en público de sus propias convicciones (eso sí, cruzando los dedos a la espalda y musitando por lo bajini: "Eppur si muove"). Desde entonces, el mismo Galileo y otros muchos, usando los recién inventados telescopios han difuminado su importancia cósmica hasta ver reducido nuestro planeta a una minúscula partícula de polvo en la inmensidad del espacio. Mientras para unos la Ciencia hunde la autoestima del hombre hasta los límites de la nada y, para otros, desafía abiertamente las creencias sobre un creador (al menos tal como aparecen escritas en los libros sagrados), hay muchos más, entre los que me incluyo, que nos sentimos embargados por una admiración y una fascinación sobrecogedora.
"Dios mío: esto es mucho más hermoso de lo que nos habías contado. Si existes has tenido que ver mucho con esto: nos has abierto el libro de los cielos y nos rebelas ya, en sus primeras páginas, sus más increíbles y fascinantes secretos y es tal la belleza de su funcionamiento que la ciencia se funde con la poesía y su estudio deviene en la más genuina oración"
Y si mi curiosidad de geólogo se extasia ante la belleza de las rocas y los minerales, ante sus asombrosas estructuras; mi admiración ante las maravillas del Universo, ante la infinitud de sus materiales y formas, me estremece. Y, cuando por casualidad, navegando por internet me asomo a una página con contenidos sobre el Universo no puedo dejarlo y salto de un enlace a otro, me admiro ante las imágenes de planetas, estrellas y galaxias que por miríadas se extienden por el espacio. A cada granito de arena en la tierra le corresponde quizás una estrella con sus planetas, con sus cometas y asteroides girando alrededor... ¿Cómo no habrá de encontrarse vida en alguno de esos lugares? Simplemente por lotería, aplicando la fuerza bruta de las combinaciones aleatorias entre átomos probando todas sus formas, existe probabilidad alta de que se forme incluso algo tan sofisticado como el ADN. ¿Y qué otras infinitas combinaciones autorreplicantes no se podrán producir en aquellos mundos lejanos?
A las clásicas preguntas antropocéntricas que el hombre se ha planteado desde su aparición:
¿Quiénes somos?¿De dónde venimos?¿A dónde vamos?
Me atrevo con algunas más nuevas bastante más objetivas con nuestra insignificancia: :
¿Dónde estamos?¿Qué es todo esto?¿Para qué?