Revista Humor

No hay lugar para los dragones, un cuento de fantasía.

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Este relato corto mezcla dos retos: el de las portadas que hice hace años y uno que debe contener hadas, el sol y una poción.

No hay lugar para los dragones, un cuento de fantasía.

Cuando curó al mago de sus graves heridas durante todo el invierno, Dalila recibió como agradecimiento una poción que debía usar cuando no supiera qué hacer y un huevo de dragón. Nadie pensó que fuera a eclosionar, pero lo hizo y salió de él una criatura adorable. A todo el mundo le hacía gracia el pequeño monstruo hasta que comenzó a ser demasiado grande y aprendió a volar y a escupir fuego. Desde entonces, el miedo comenzó a hacer mella en la gente del pueblo y un pequeño grupo, en representación de todos, no tardó en reunirse con Dalila y decirle:

-En este pueblo no hay lugar para los dragones. Échalo de aquí antes de que destroce algo.

Por más que intentó hacerles entender que el dragón no haría daño a una mosca, al final tuvo que marcharse; obligarle a irse sin ella no era una opción.

Tras visitar varios pueblos y no ser bienvenidos en ninguno, viajaron sin rumbo hasta que el sol abrasador del mediodía les hizo detenerse a descansar en un templete, donde ella le dijo a su amigo:

-¿Qué vamos a hacer? Ningún pueblo humano nos recibirá, solo las hadas aceptan dragones en sus tierras. Pero ellas lo que no aceptan es a seres humanos. -La criatura soltó un anillo de humo que recordaba a un botecito, lo que le hizo recordar la poción que le había dado el mago-. ¡Tienes razón! Si ahora no es el momento de tomarla, no sé cuándo será. -Dalila se la bebió de un trago, pero no se le ocurrió ninguna idea brillante y suspiró, decepcionada-. Qué desastre. Me temo que la poción ha perdido su efecto con los años... En fin, te acompañaré hasta el reino de las hadas y, cuando me detengan en la frontera, tendremos que separar nuestros caminos.

Pero la poción no estaba inservible, sino que había comenzado a producir un pequeño cambio en su interior, algo tan sutil que ella no se dio cuenta hasta que, al llegar a la frontera del reino de las hadas, estas la reconocieron como un ser tan mágico como el dragón sobre el que montaba y la dejaron pasar.

Y así, ambos pudieron seguir juntos y vivir felices el resto de sus días rodeados de dragones y magi a.

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