Cuando se produce un ataque personal en una discusión, tan solo se revela la debilidad del discurso. Cuando se hace de forma pública y sale gratis, tenemos inseguridad y señalamiento. Quienes desempeñan una actividad pública, tienen que asumir ese coste. Así, es fácil encontrar infinidad de políticos, periodistas, banqueros y sindicalistas siendo blanco de críticas duras. Va en el sueldo. Pero si se hace esto con personas anónimas, se están vulnerando derechos básicos.
Esta semana, La Razón mostró una portada amarilla en la que se denunciaba que gente comprometida notoriamente con la protesta estudiantil -todos desarrollando una labor de caracter público- eran unos estudiantes más bien mediocres. Saltó el debate entre quienes se reían de estas figuras públicas y quienes reprochaban que se hiciera público el estado académico de estos políticos y sindicalistas. Muchos entraron al trapo en el debate: que si su actividad pública les quitaba tiempo para los estudios, etc. Ese debate me dio bastante igual. Es más, la propia portada de La Razón, me parece amarilla y poco elegante. Esto también me da igual: allá La Razón si piensa que el amarillismo y ser un día trending topic es un gran logro. El periodismo está en un proceso de cambio y todo cambio es traumático.
Como ya no dan bolsas del súper y la gente tiene que envolver el pescado en algo, La Razón publicó otra portada. Esta vez se trataba de estudiantes ejemplares. Estos estudiantes -anónimos hasta ese día al contrario que los otros- estuvieron de acuerdo en ponerse en la picota. Creo que La Razón, aparte de querer vender muchos envoltorios de pescado, pretendió continuar el debate y ganar un par de menciones en twitter más. El problema está en que en lugar de ser inventivos y originales (¡pensar es gratis!), pusieron a un puñado de chavales en la línea del frente. Gran ocurrencia, genios.
Ahora, quienes desfilan con paso de oca y lo embadurnan todo con sus gritos y su odio primario, ven en ellos una excusa más para seguir con la destrucción. Ahí tenemos a los del Völkischer Beobachter meneando el nogal. Que los comentaristas llamen a estos estudiantes «idiotas» y «ciudadanos del facherío», pase. Pero que el propio columnista los llame «alevines Evax, que no se notan, no se mueven ni traspasan», es vomitivo por dos razones:
- Está insultando a unos críos que no tienen ningún tipo de actividad pública.
- Pasa por alto sus resultados académicos y les tacha de etéreos (víctimas de la LOGSE, buscad un diccionario).
Igual deberían ser más discretos. Fijaos bien.
Aquí hay varias cosas. Primero, los gritones no ven en la universidad una herramienta de capacitación profesional y cultural. Segundo, las protestas por la equidad son un fin en sí mismas (no veo a ningún sindicato de alumnos moviéndose para elevar los resultados académicos y darle a Wert en las narices con las becas que saldrían a pagar). Tercero, por un lado hay mucha queja del país de siervos ignorantes que todos sufrimos, pero a la hora de la verdad, para los gritones eso es tan solo una pose: se las soplan los resultados académicos. Cuarto: para luchar en el fango de la miedocracia, todo vale: criticar a La Razón por sacar en la portada a unos revolucionarios de pitiminí medio flipados y después cañonear a unos estudiantes anónimos (aquí también una mención meritoria a La Razón por ser tan ranciamente obtusos con sus portadas). Quinto: el odio a la excelencia (quien destaca debe ser aplastado).Un reciente estudio de la Fundación BBVA indica que el 65% de los españoles viven en las tinieblas y que un 46%, no solo vive en las tinieblas, sino que además, ni siquiera puede mencionar el nombre de ningún científico. Es decir, ni de oídas, ni por equivocación ha leído recientemente el nombre de algún científico. Recordar el nombre de un científico no es algo que aporte nada por sí mismo, pero indica que al menos, salen en la tele o en la prensa. Nada. Que si quieres arroz Catalina.
Todos nos llevamos las manos a la cabeza por esto. Sospecho que más del 65% lo hacemos. Sin duda, más del 46% nos lamentamos del resultado de este estudio. Pero no solo nadie va a mover un dedo, sino que encima tenemos que soportar el lastimero discurso de quien abandera la mejora de la educación, criticando al mismo tiempo a quienes sí estudian. Dios mío. ¿Y luego pretenderán que alguien les haga caso? Mientras escribo esto, leo que las escuadras de la oscuridad proponen hacer una "huelga de consumo" para protestar por una situación económica sobre la que leen mucho, muchísimo y sobre la que los documentales de La Sexta informan con un cálculo de tiempos muy particular.
Qué duda cabe que políticos, banqueros y flautistas varios nos han metido en el pozo, pero los iluminados no quieren ni que salgamos. Penoso.