En mi última entrada, dejé claro que cuando el Señor dice “no juzgues”, en realidad se refiere a que no debemos juzgar por motivos egoístas y, especialmente, si tú mismo eres culpable del mismo pecado. Continúo con esa lección. El versículo va más allá y dice en Mateo 7:5-7: “5 ¡Hipócrita! echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano.” Es interesante que aquí Dios trata sobre el ojo. El ojo es aquél que ve, y con el ojo juzgamos o formamos opiniones. El Señor no dice, “¿por qué le dices a un hermano que es feo; tienes una viga en el ojo” cuando tú mismo eres feo porque tienes una viga más grande en el ojo. ¡No! Dice: un hombre le dice a otro hombre que su opinión es la correcta y tú no puedes ver correctamente para juzgar. Tienes demasiado prejuicio para juzgar, pero yo puedo juzgar”. Primero, Jesús le llama “hipócrita”. Entonces añade: “El prejuicio del que tú condenas no es tan grande como el tuyo. Antes de ver claramente para juzgar, debes liberarte de tu propio prejuicio”.
Es muy raro oír esta interpretación que os he dado aquí. La mayoría de veces que se utiliza este versículo, se saca de su contexto (a menudo por gente muy enviciada e interesada que no quiere oir nada sobre su comportamiento). Se utiliza para vender una idea que es contraria a la ley de Dios. El capítulo entero, Mateo 7, versículo tras versículo, trata sobre qué tipo de cosas juzgar y debemos juzgar. Como cristiano, debes juzgar TODAS LAS COSAS. Es más, Dios te ordena a juzgar TODAS LAS COSAS. Sin embargo, Dios advierte que no debes juzgar por apariencia, sino juzgar con sabiduría (Juan 7:24) dice: “No juzguéis según lo que parece, mas juzgad justo juicio.”
Es intereante que inmediatamente después de Su advertencia sobre la hipocresía cuando juzgamos, el Señor da una orden que exige JUZGAR. En el versículo 6 dice: 6 “No deis lo santo á los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan y os despedacen.” ¿Cómo puedes determinar lo que es un perro y un puerco sin JUZGAR? Un hombre mira a un animal y juzgando por apariencia ya determina qué tipo de animal es. El hombre puede determinar cuál es perro y cuál es gato. Bueno, reconozco que muchas veces ante las nuevas “tendencias”, ya se hace incluso difícil hasta determinar quién es varón y quién es hembra, o si van o vienen. Pero al menos aún podemos saber si algo tiene forma humana o no…de momento. Por supuesto, no hablo de comportamiento tampoco, porque los perros a menudo se conducen mejor que la mayoría de lo que hoy pasa por “seres humanos”.
El Señor está diciendo que no deis lo santo a los perros ni darle algo bueno al cerdo. En términos prácticos, yo siempre he tomado esta lección para no compartir todo lo bueno que uno conoce con un cerdo y con “cerdo” estoy hablando de no pocos personajes en forma de humano. Jesús le dice a sus discípulos que no cojan algo limpio y se lo den a los animales sucios. Tú, estimado lector, no tienes derecho a coger un versículo que es aplicable a los cristianos y aplicarlo a hombres que no son hijos de Dios. Tú debes determinar qué es limpio y qué es sucio. Tampoco tienes derecho a tratar en igualdad a un liberal, que defiende la libertad, la igualdad ante la ley y los derechos de los pueblos a un fascista o a un apátrida globalista. Un globalista, una persona que dice “el mundo es mi patria”, no merece respeto alguno.
Tampoco podemos echar perlas ante puercos, dice Dios. ¿Cómo sabes si es un puerco? Si vive como un puerco, actúa como un puerco, hace ruidos como un puerco y como como un puerco, tus ojos lo ven y dices “mirad ese cerdo”. Sabes que es un cerdo porque se manifiesta y vive como tal. ¿Qué otra cosa puede ser?
Dios te dice que juzgues algo sobre la base de su propia naturaleza. No puedes tomar aquello que un hombre no puede apreciar y dárselo. Un hombre que no tiene aprecio por lo bueno aplastará todo lo que sea bueno. El hombre sórdido, vil y licensioso no respeta la virtud de una dama decente. Si una mujer como tal cae en su presencia, él, si puede, destrozará su virtud y su vida, porque es un cerdo asqueroso. Así, juzgamos a un hombre por su comportamiento, por su propia naturaleza. No debes tomar lo que tiene valor para dárselo a un ser demasiado vil incapaz de apreciarlo correctamente.
El cristiano debe predicar la Buena Nueva a todos los hombre (y mujeres); pero no tiene derecho a ofrecerle el cielo a un pecador. Al pecador se le puede ofrecer la sangre de Jesucristo y la gracia de Dios, pero no tienes derecho a decrile a un hombre cualquiera que tiene derecho a ir al cielo. Esto es ofrecerle perlas a un cerdo. Un hombre que rechaza la libertad, un hijo de Roma, un corrupto, un liberticida, que rechaza los derechos fundamentales de todos…no podemos darle la impresión que no pasa nada. Nosotros formamos una opinión sobre si un hombre es pecador siguiendo lo que Dios dice sobre el pecado. Podemos juzgar lo que ES por lo que HACE y por lo que PARECE SER en virtud de su naturaleza y su lujuria.
“Por sus frutos les conoceréis” (7:20). Juzga a un hombre por los resultados que produce. Ningún hombre da fruto mejor que él mismo. Si es un arbol podrido, su fruto será podrido. De cardos no salen higos. El cardo es un símbolo de la maldad. Los espinos, los cardos y las malas hierbas son el resultado del pecado. Una parte de la maldición que Dios puso en la tierra por causa del hombre (Génesis 3: 17-18), nunca se asocia con el bien. La marca de la maldición estaba en las mismas espinas que coronaron al Señor; porque fue de espinas que se hizo la corona que, en burla y rechazo, los hombres colocaron en la frente del Salvador cuando fue coronado por nuestro pecado.
Próximo domingo, más.