Aunque al día de hoy y transcurridas cuatro jornadas del Clausura se encuentre un tanto más aliviado en lo que su promedio se refiere y a una unidad de los dos lideres del torneo –Estudiantes y Racing-, River aun ve muy lejos el bienestar.
La complejidad coyuntural permanece y los vaivenes con los que se acostumbró a convivir permanecen allí. Perturbándolo e impidiéndole ahuyentar definitivamente las dudas para así transformarse de una vez por todas y tras largos años de búsqueda permanente en un equipo confiable.
La actuación ante Independiente, en la que sin despegarse de los automatismos, utilitarios y conservaduristas, bajo los cuales Juan José López ideó este River versión 2011 el equipo exhibió un andar convincente y pretensioso, despertó ilusión en el hincha y hasta pareció ser el punto de partida, pero estuvo lejos de repetirse ante Argentinos. Con la punta en soledad al alcance de la mano River falló, como si se sintiera mucho más cómodo cuando del equipo se espera poco.
Aunque una vez más haya culminado un encuentro con la valla invicta –más por virtud de Chichizola que de una línea defensiva que cumplió su actuación más pobre en lo que va del campeonato-, en la faz ofensiva River mostró nuevamente su peor cara, evidenciando una vez pasados los promisorios quince minutos iniciales todas sus limitaciones a la hora de elaborar jugadas.
Ante Argentinos, las incursiones de Juan Manuel Díaz no fueron lo productivas que habían sido en Avellaneda. Y no por culpa del lateral. River atacó casi siempre por ese sector –incluso antes de la expulsión de Ferrari-, el izquierdo, por lo que lo avances ya no tuvieron nada de sorpresa.
Lamela y Lanzini, dispersos y excesivamente individualistas- no tuvieron ni la movilidad ni la inteligencia para despegarse de las pegajosas marcas rivales. Tocaron poco y mal el balón y salvo en acciones en las que Acevedo se adelantó unos metros y aportó claridad, jamás se juntaron, por lo que los pelotazos a un Pavone nuevamente muy solo y obligado a forcejear los noventa minutos con los defensores se repitieron una y otra vez.
Expuestos los problemas en la creación del juego, es cuando la dualidad que aqueja a River queda de manifiesto. Al equipo no le convierten, pero tampoco se encuentra muy a menudo en situaciones propicias para hacerlo, lo cual a la postre y aunque el mensaje bajado por los jugadores y el entrenador siempre sea el de sumar, no le termina siendo nada redituable. Mas si lo que se pretende es alcanzar un funcionamiento integral de todas las piezas que componen el equipo.
De seguir amplificándose los inconvenientes, estará en Juan José López ser lo suficientemente abierto de pensamientos para abrir el abanico de opciones e ir probando diferentes alternativas. Son cada vez más necesarias.