Esta semana ha sido triste en nuestra casa, porque hemos tenido que tomar la decisión de dejar ir a uno de nuestros dos gatitos. Cuando llevas con ellos conviviendo como familia casi 20 años queda un vacío profundo, además de que cuesta hacerse a la idea de un día a día sin él.
Quizás la gente que no ha tenido animales en casa no pueda entender la pena, pero cada uno vive ésto como lo siente, y para nosotros se ha ido un miembro de la familia.
Pero en este post de lo que quiero hablaros, es de la madurez emocional con la que mi hijo que tiene 5 años (en breve 6) ha afrontado esta situación.
Por supuesto, ha llorado, ha recordado a nuestro gatito y ha hablado de él, pero sobre todo ha hablado de que estaba triste y que le echaba de menos sin que le provocara vergüenza hacerlo, ayudando ésto a que pudiera después volver a la normalidad. Yo he llorado con él y lo he abrazado, le he explicado que yo también me siento como él y que es normal sentirse así.
Tengo que agradecer mucho de esta madurez emocional al colegio, porque desde los 3 años se han tratado las emociones y notas eso no sólo en situaciones como la actual, sino en el día a día a la hora de afrontar cada una de las emociones que van surgiendo en esta carrera de fondo que es ser niño.
Nosotros en casa también hacemos un trabajo de las emociones, de manera que si yo tengo que llorar lo hago sin problema delante de mis hijos, igual que si estoy enfadada no me escondo. Lo que intentamos hacer es explicarles de la mejor manera posible como me siento, sin que les salpique directamente las emociones "perjudiciales".
Los niños como personas en formación que son, tienen que formar su propia personalidad, y dentro de ésta uno de los aspectos que tiene que desarrollar son las emociones, que a veces no se tratan porque no se le da la importancia que tienen o por la dificultad quizás a la hora de explicarlas.
Las emociones nos acompañan desde que nacemos y se experimentan aún negándonos a hacerlo o viviéndolas desde dentro pero sin exteriorizarlas. Por supuesto que nadie quiere estar enfadado, pero lo hacemos, nadie quiere estar triste pero a veces lo estamos y así con cada una de las emociones que experimentamos y que existen, ya que son necesarias aunque creamos que no, para tener una buena salud mental.
No podemos controlar nuestro entorno, ni a la gente que nos rodea para que no se provoque una situación que nos lleve a una de las emociones que consideramos "perjudiciales".
El único medio que tenemos es reconocerlas, vivirlas y sacarlas sin guardar nada, gestionar de la mejor manera posible la situación que nos provocó aquella emoción, para que no se conviertan en un verdadero problema para nosotros. Y por supuesto no tener el concepto de que algunas emociones son malas, simplemente nos hacen sentir mal, pero es parte nuestra y hay que vivirla para dar paso a las emociones que consideramos positivas.
Muchos adultos no sabemos gestionarlas de manera eficaz, porque quizás se nos enseñó que no hay que exteriorizarlas, que no hay que hablarlas con nadie, que algunas son un error sentirlas y hay que evitarlas. En algunos casos incluso, nadie nos habló de ellas y si lo hizo nos dijo que había que tragárselas y seguir para adelante como se pudiera.
Esto me recuerda a una canción de Miguel Bosé "Los Chicos no lloran".
Pero estamos a tiempo de enseñarles a nuestros hijos a tener una salud emocional buena, y lo que está en nuestras manos en este sentido es no esconderles nuestras emociones, por supuesto que no le afecten, por ejemplo, si estoy enfadado no puedo pagarlo con ellos. Pero en el momento que el enfado no nos domine y que seamos capaces de verbalizarlo, les explicaremos que es lo que hemos sentido y porqué lo hemos sentido.
Darle normalidad a esas situaciones y que es bueno hablar de ellas con vosotros, con sus profesores, compañeros y todo el que le pueda ayudar.
Por supuesto, que no es malo sentirse así, y que todos nos sentimos así en algún momento, y lo más importante, que las emociones que consideramos negativas, no son malas, que también hay que sentirlas y que jamás son culpa suya.
En el caso de los niños de 3 a 6 años hay un libro muy recomendable para trabajar este tema y que por suerte en muchos colegios es parte del currículo.
Es un cuento donde los niños asocian cada una de las emociones a un color y ayudan al monstruo de esta manera a identificarlas, porque tiene un lío tremendo de emociones.
Además se pueden hacer todo tipo de actividades asociadas a él para el trabajo diario de éstas.
Otro recurso didáctico sobre las emociones es la película "Inside Out" en español "Del Revés", donde los niños pueden verlas de manera gráfica, representadas en colores y dibujos animados personalizados para cada emoción. Además su moraleja o enseñanza es, que necesitamos sentir todas las emociones, no hay emociones malas que haya que evitar, porque todas se complementan. Hay que sentirlas y expresarlas, para que den paso a las otras emociones que sí nos gusta sentir.
En el caso de niños de primaria, hay miles de recursos que nosotros mismos podemos encontrar en Internet, desde el más simple como es escribir en un diario lo que sienten o como se sienten, si les da vergüenza hablar de sus emociones.
A ejercicios con música, moldear un figura según su estado de ánimo, fichas para rellenar, frases, miles de actividades que nos pueden ayudar a enfrentar un tema que a veces puede resultar difícil tratar, pero que quizás sólo hay que plantearse hacerlo con naturalidad.
Y como el mejor aprendizaje que tienen nuestros hijos es nuestro ejemplo como ya comenté en el post Nuestros hijos reflejan muchas de nuestras actitudes erróneas, corrijámoslas para poder educar, si ellos ven en nosotros que las emociones no son un problema, que pueden expresarlas y sobre todo que pueden hablar de ellas con nosotros, tendremos muchos puntos ganados en este sentido.
Por eso, no te escondas de tu hijo si estás llorando o enfadado deja que te vea, que te abrace si le sale hacerlo, y después habla con él sobre que llorar sinceramente no es malo, que sentir rabia no es de niños malos y que todos los hacemos, que los papás también se ponen tristes, enfadados, serios, por algunas cosas y que es bueno sentirse así algunas veces, para después poder estar feliz otra vez.