Suena el despertador y medio dormida aprietas el botón del “aplazar alarma”. Al cabo de los nueve minutos demasiado cortitos te levantas con la sensación inquietante de estar atrasada antes de empezar el día.
Teóricamente te gustaría desayunar tranquilamente con tu pareja, sentada en la mesa para planificar el día. En realidad agradeces si consigues comer algo de muesli mientras dejas preparada la lavadora para la noche y revisas mentalmente las cosas que aún te faltan para la cena.
Y así se te pasa el día. Entre trabajo, recados y tareas varías en casa no te queda ni un minuto hasta que, ya muy entrado la noche, te desplomas en el sofá para por lo menos ver un poco de series antes de dormir. La mayor parte del tiempo ni te das cuenta de lo mucho que corres por la vida. Quizás sea mejor así, porque cuando intentas a recordar en qué se te fue el tiempo hoy, la sensación de no haber hecho nada te llena de agobio.
¿Qué has hecho hoy?
Esta pregunta puede paralizar cualquiera. ¿Qué he hecho hoy? ¿Y por qué tengo la impresión de no haber hecho nada? Está claro que no es que no hayas hecho nada. Sino, cómo explicarías que la cocina está más o menos recogida, que todos en casa tienen ropa limpia para ponerse y que nadie se ha muerto de hambre. Obviamente también has ido al trabajo, pasaste a recoger un envío en Correos y, aunque te gustaría ignorar el hecho: mirar vídeos de gatos y darte una vuelta por Facebook también requiere su tiempo (y muchas veces más de lo que te imaginas).
Entonces, ¿cómo sabes que has hecho hoy?
La solución más fácil es durante uno o dos semanas registrar todas las actividades diarias que realizas. En tu agenda o en un documento nuevo anota en intervalos de 30 min todo lo que haces durante el día, incluyendo los 40 min de trayecto al trabajo, la hora que dedicaste a rellenar la despensa y los 20 min que estuviste buscando aquel recibo para devolver el libro que te regalaron y que no te apetece para nada.
Te darás cuenta, quizás por primera vez, que sí estás haciendo un montón de cosas que “no cuentan”, y que aún así son importantes si pretendes mantener tu casa (y tu salud) en orden.
¿Qué quieres hacer hoy?
La pregunta relevante no es la cuestión nocturna del ¿Qué has hecho hoy? La clave está en una pregunta matutina: ¿Qué quieres conseguir hoy? Si por la mañanas respondes a esta pregunta, tu cerebro automáticamente se pone a buscar oportunidades para poder incluir esta actividad dentro de tu día.
No es que tu cerebro no sepa recordar tus prioridades sin tu ayuda. Es que el cerebro es perezoso por naturaleza. Prefiere la inercia y las rutinas repetitivas, porque son las actividades que requieren menos energía. Eso sí, el momento que le recuerdas que hoy querías escribir un artículo por tu nuevo blog (por cortito que sea), que hoy querías caminar aunque sea 10 min en el parque, que hoy querías responder el email de aquel contacto interesante que lleva casi 15 días en tu bandeja de entrada… entonces tu cerebro pone manos a la obra y te ayuda en conseguirlo. Para que por la noche puedas decir: “¡Hoy he hecho algo!”
Eso sí, limítate a decidir una única actividad para cada día para no sobrecargar tu cerebro. Más adelante podrá cargar con más cosas, pero por el momento estás entrenando el músculo de la actividad consciente.
Mañana por la mañana, escríbelo en tu agenda: ¿Qué quieres hacer hoy?