[6/10] Nunca es fácil digerir la muerte de un ser querido, y menos aún si las circunstancias han hecho que la conciencia albergue algún sentimiento de culpa. Han pasado veinte años e Iván mantiene vivo el recuerdo de la infancia en que perdió su halcón y algo más. Entonces había acudido a un sanador con su madre Nana y su hermano Gully, esperando la curación milagrosa del pequeño. Ahora, encerrado en su mundo de cetrería, tiene la oportunidad de volver a ver a su madre y entender porqué le abandonó para irse a curar a desconocidos. La historia de “No llores, vuela” se mueve, de esta manera, en dos coordenadas temporales y con una inquietud profunda: ¿podía haber hecho más para impedir esa muerte? Es el desasosiego de madre e hijo, distanciados por el dolor y atrapados por un pesar que les impide volar.
Claudia Llosa da a la cinta un tono intimista e incluso poético, dosificando con tacto -aunque con una intriga un tanto falsa- lo sucedido en la infancia, manteniendo ocultos los motivos de ese viaje al Polo, tanto de Iván como de la periodista Ressemore. No sabemos porqué se separaron madre e hijo, pero sí que en el niño cetrero ya había nacido un sentimiento de pesar y de celos hacia su hermano, que necesitaba afecto y que se sentía postergado por su madre. Eso explica algo de lo que la directora deja fuera de campo, y la razón de un viaje necesario porque había que dejar de llorar el pasado y volar hacia el futuro. “No llores, vuela” es, en realidad, una road movie interior de un hijo que sabía enseñar a los halcones a volar pero que desconocía la propia libertad interior.
Quizá Claudia Llosa abuse del montaje paralelo, quizá resulte en ocasiones confusa y con baches narrativos, y quizá deje sin desarrollar alguna subtrama como la de la periodista… que hubiera compensado y completado la historia de superación. Pero la película se mantiene centrada en las relaciones madre-hijo y trata de dar una segunda oportunidad a aquel chaval que un día visitó al sanador no necesitándolo él, y que dos décadas después repitió el viaje porque realmente sí estaba enfermo. Jennifer Connelly y Cillian Murphy sintonizan bien al mostrar sensibilidades esquivas y buscarse infructuosamente, mientras que Mélanie Laurent parece estar más fuera de la órbita emocional de la historia a la vez que la situación personal de su personaje suena a postiza.
Por otro lado, la fría fotografía de Nicolas Bolduc resulta idónea para recoger con acierto unas vidas congeladas en sus sentimientos, y contribuye decisivamente a crear ese ambiente de misterio e incertidumbre que impregna toda la cinta. Sin resultar original esta historia de dolor y liberación, la película rebosa sensibilidad e intenta adentrarse en la conciencia de la pareja protagonista… y eso es de agradecer. A la madre la libera con una misión que la lleva allá donde alguien la necesite; al hijo le recluye en una cabaña rodeado de aves de cetrería, a la espera de que se decida a perdonar y a volar alto. La película es ciertamente irregular y se mantiene contenida en todo momento faltándole un punto de energía, pero gustará a quienes busquen sentimientos íntimos y escondidos entre una madre y un hijo que se necesitaban pero que se rehuían.
Calificación: 6/10
611En las imágenes: Fotogramas de “No llores, vuela”, película distribuida en España por Wanda Visión © 2014 Wanda Visión, Arcadia Motion y Buffalo Gal Pictures. Todos los derechos reservados.
Publicado el 26 enero, 2015 | Categoría: 6/10, Año 2015, Canadá, Críticas, Drama, España, Francia
Etiquetas: Cillian Murphy, Claudia Llosa, dolor, Jennifer Connelly, Madre e hijo, Mélanie Laurent, muerte, Nicolas Bolduc, No llores vuela