Revista Opinión

No, mamá, no

Publicado el 25 enero 2021 por Jcromero

Dicen que niños, borrachos y locos no tienen necesidad de mentir, pero sabemos de la existencia de niños imaginativos, borrachos embusteros y chiflados o cuerdos que distorsionan la realidad hasta hacerla irreconocible. Entonces, ¿nos creemos la historia que nos cuente un niño, demente o una persona obsesionada?

No, mamá, noTraducción de Mireia Bofill

Esta podría ser una de las muchas preguntas que surgen durante la lectura de No, mamá, no. Es cierto que su autora, Verity Bargate, plantea interrogantes sobre la felicidad y la insatisfacción, la falta de libertad o la desilusión. Sin embargo, la convivencia en pareja y la maternidad constituyen los temas centrales de esta novela donde la voz narrativa corresponde a una persona obsesionada con ser madre de una niña. Con todo, lo importante es el relato conmovedor de la protagonista; una mujer que al ser madre, por segunda vez, se siente frustrada, abandonada, sola. Un relato que rompe con el estereotipo de la maternidad y con el mito de la madre dulce y abnegada, versión cuento color de rosa. Un relato, en primera persona, de una mujer compleja que se resiste al absurdo de mantener las apariencias de un matrimonio feliz y de una maternidad gozosa.

La sociedad espera de las mujeres que sean madres, pero no todas ceden a esa presión ni todas tienen el llamado instinto maternal. Al fin y al cabo, ese instinto maternal es un concepto prefabricado y el amor, un sentimiento que se construye día a día. Qué significa ser madre, qué hay detrás de la maternidad. Desde luego hay luces, pero donde hay luz suele haber sombras. La realidad puede ser distinta a como nos la inculcan y, salvo que aceptemos los convencionalismos sobre maternidad y feminidad, existen madres y maternidades diferentes así como mujeres que optan por otras opciones.

Bargate ofrece al lector la vida decepcionante de una mujer casada con "una replica del marido prototipo de un anuncio de televisión" y "un practicante bastante entusiasta de la exaltación del pene la noche del sábado". Narrada en primera persona, el lector se enfrenta al relato de una mujer inteligente que choca con la realidad, que no consigue el deseo de tener una hija a la que querer de verdad acaso para compensar la frustración de haber tenido una madre ausente, pero que se aferra al deseo de sobrevivir y salir adelante.

Verity Bargate escribe desde la perspectiva de esa mujer que tropieza con la realidad. Una mujer que continúa manteniendo relaciones sexuales con su marido, pero que ya no hace el amor porque "no quedaba ningún amor por hacer". Una mujer que tiene unos hijos a los que no sabe querer aunque lo intenta y los cuida. De haber utilizado el recurso literario de un narrador objetivo o diera voz a otros personajes, la narración no funcionaría de igual manera. El punto de vista narrativo se lo entrega a una madre que no siente nada cuando nace su segundo hijo -"Ni amor. Ni cólera. Nada"- y que manda a paseo al padre de la criatura: "Alegué cansancio y le sugerí que se marchara, cosa que hizo con fingida reticencia. Tanto disimulo, ya tan pronto". Es este punto de vista único lo que confiere toda la fuerza expresiva a la narración.

Carece de importancia que un texto de ficción se ajuste a la realidad o no. Quien escribe ficción de alguna manera refleja la vida, pero esa invención no es la vida. En todo caso, es conveniente que lo narrado resulte verosímil y esta autora lo logra dando voz a un personaje que reniega de su condición de madre ideal. Sólo una objeción: ¿La frialdad de una madre tiene que estar ligada al desvarío?


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