No me considero ilusa, pero estos días ando atareada con un nuevo sentimiento que apenas recordaba: tengo una ilusión. Soy consciente de que puede parecer una locura de juventud, una ingenuidad, estar ilusionada en estos tiempos, con la que está cayendo, ahogados por el pesimismo como estamos, con el piloto automático puesto todo el día, sin querer pensar, no digamos soñar, en lo que antes llamábamos futuro y que ahora nadie se atreve a calificar. Pero estamos cansados de esta carrera de fondo en pendiente, con el poder y sus esbirros, tan bien pagados, soplando en contra, crispando las olas hasta el dolor. Ni siquiera ellos quieren pensar en el futuro, por si acaso, mientras achican el agua de las encuestas y las intenciones de voto. Tardé en enfrentarme a mi ilusión, no fuera un espejismo y, durante semanas, solo he leído, eso sí, con mucho interés, sus palabras interpretadas por otros. Asistía a los ataques de que era objeto, a las embestidas de las alimañas amenazadas.
Pero no le esperaba como se espera a un mesías. Un lejanísimo colegio de monjas amuebló mi cabeza con argumentos en pro del ateísmo. Después de demasiados años de frustración y decepción, de rabia y de impotencia ante la magnitud de la tragedia, sé que no hay ningún mesías. Solo existen para los corruptos, como los décimos premiados en Navidad o las exculpaciones judiciales. Ahora, que ya he visto, oído y padecido todo lo que no quiero, es más fácil discernir. Hemos perdido tanto en tan poco tiempo que da vértigo.
Vuelvo a mi ilusión. Como decía, tenía miedo de que se desvaneciera si me acercaba. Pero finalmente le escuché. Se estrenó ante mis oídos y ojos en El Objetivo, de Ana Pastor. Me gustó, pese al ataque frontal y la superioridad sobreactuada de la periodista: no hacía falta, ya sabemos que eres buena profesional. Confirmé mis sospechas en La noche en 24 horas, de TVE, la de ellos, donde asistí a la copiosa cena que se dio Pablo Iglesias, líder de Podemos (sí, esta es mi ilusión) a costa del director del programa de primero, que se revolvió como un animal herido desde el minuto uno, y tertulianos de acompañamiento. Sí, definitivamente, por primera vez desde 2004, se puede decir sin lugar a dudas, que tengo una ilusión. Sí, se puede. Aunque haga mucho frío…