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No merecen el fútbol

Publicado el 25 febrero 2018 por Trescuatrotres @tres4tres

No, no ha fallado el procesador de textos ni los códigos que rigen esta web. Este espacio es premeditado. En el texto escrito no existe el minuto de silencio sino el espacio en blanco, la nada. Por ello, la lectura de este artículo debe respetar esa pausa con la que expresar la mayor de las indignaciones, para gritar ¡basta! Porque hoy no quiero hablaros de equipos, ni de partidos, ni de jugadores. No quiero ensalzar las emociones que produce ver un encuentro de fútbol, en el estadio o en casa, porque hoy el fútbol me da asco. Asco por la violencia que lo rodea como un envoltorio inherente a la pasión balompédica, el cual no estoy dispuesto a tolerar. Asco por un ertzaina, que en pleno servicio a la comunidad ha sido asesinado en Bilbao en el nombre del balón. Por él va este silencio.

Pero no sólo por él, porque esto no es un caso aislado. A menudo convivimos con noticias de agresiones bajo la excusa de un deporte que ha degenerado en muchos casos hacia un escape de las bajas pasiones. Una exaltación del instinto animal que convierte a los seguidores en violentos, racistas, homófobos y otra suerte de apelativos que nunca debieran tener cabida en un deporte, y mucho menos en un entretenimiento como es el fútbol. La masa parece proteger la transformación cavernícola de personas que pagan en el estadio sus frustraciones de vidas vacías. Y voy a ser claro, si necesitáis descargar la tensión de vuestras vidas de mierda, permítaseme la expresión, comprados un videojuego y acabad con todos los malos a golpe de mando, pero no acabéis con el fútbol.

¿Por qué una persona cabal debe preguntarse antes de salir de casa si debería o no acudir al estadio por lo que se pueda encontrar? ¿Por qué los padres ya no pueden ir con los niños al fútbol hoy en día? ¿Por qué tengo que ocultar mi afición a un equipo en campo rival? ¿Por qué hay que aguantar todo esto alrededor del fútbol, de un deporte, de un juego? Yo ya me he cansado de la mala educación en las gradas. De cánticos más acordes a la Edad Media que a otra época. De directivas que hacen la vista gorda o incluso premian a sus aficionados más radicales con tal de tener apoyos en la grada, o aún peor, en las urnas. Pero sobre todo, harto de la violencia, en sus innumerables formas y contextos.

Es el momento de echar a todos estos energúmenos no ya de los estadios, sino del mundo del fútbol. Y eso no se trata con reglas, es un compromiso de toda la sociedad. Pero sobre todo, es el momento de educar porque ahí es donde radica la esperanza del cambio. Y no en legislar bajo la arbitrariedad de una ejecución laxa y marcada por un doble rasero que roza el esperpento. ¿No les parece extraño que con un mayor control de estas cuestiones actualmente se clausuren estadios cuando era un castigo habitual en décadas pasadas? ¿No les extrañan los criterios que se utilizan a la hora de sancionar unos escenarios y no otros? ¿Qué puede más, la ley o el dinero que supone en taquilla y televisión un cambio de estadio, por ejemplo?

Echémosles entre todos, demostrémosles que el fútbol no es su sitio. Porque no merecen vibrar con los goles de su equipo. No merecen celebrar una victoria sufrida. No merecen vivir la ilusión de las grandes citas. En definitiva, no merecen el fútbol.

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