Llevo como unos diez días que estoy como desaparecida, tanto de mi blog como de los que leo habitualmente. En algún minuto perdido leo un post, pero ni me paro a dejar algún comentario. Es una situación coyuntural, por supuesto, debida al fin de curso que, para información de los que no se dedican a esto implica mucho más que hacer exámenes, recuperaciones, recuperaciones de recuperaciones, revisar cuadernos, hacer medias y porcentajes, explicarle a un montón de alumnos y a sus padres que no se aprueba una asignatura con un 3’15 de nota final o que las cuentas que ellos hacen y les llevan a alcanzar un milagroso 5 no tienen nada que ver con los criterios de calificación que se les dio por escrito a principios de curso, donde se explicaba con detalle todo lo que conformaría la nota final. También está asistir a sesiones de evaluación, consolar por los pasillos a niños que lloran como Magdalenas después de haber pasado todo el curso en un continuo ji-ji ja-ja, etc, hacer memorias de Departamento y de Tutoría, atender a reclamaciones de padres que no parecen entender que un examen en blanco o un cuaderno no presentado implican, cuando menos, un desinterés por parte del alumno.
Una compañera de matemáticas ha tenido una estupenda idea, que es la de hacerse una camiseta que lleva por delante el rótulo: TODAVÍA NO HE CORREGIDO LOS EXÁMENES, y por detrás este otro: NO, EL TUYO TAMPOCO. El año que viene tengo yo una igual, palabrita del Niño Jesús.
Como por lo visto nuestras autoridades educativas temen que caigamos en la abulia y en el tedio, en los últimos años nos han amenizado las semanas finales de curso con unas actividades recreativas variadas, de las cuales os explico sólo dos ejemplos:
Los libros de texto. Aunque a los políticos se les llene la boca hablando de la gratuidad de los libros de texto, eso no existe, por lo menos en Andalucía. Lo que existe es el préstamo de libros usados, que es algo bastante diferente.
A principios de curso cada profesor le entrega a cada uno de sus alumnos el libro de la asignatura, se ocupa de comprobar que escriban correctamente su nombre en el sello que figura en las guardas y que lo forren de plástico. Marca en una lista los nombres de los niños que han recibido libro y rellena un documento para secretaría donde consta el número de libros entregados y el estado de conservación en que se entregaron (cada ejemplar debe durar, al menos, cuatro años). ¡Ah!, muy importante. Si algún alumno repite curso tiene que ocuparse de que reciba el mismo libro que usó el año pasado, lo que supone rebuscar entre enormes montones de libros uno por uno hasta encontrar el que ostenta el nombre del repetidor.
A mitad de curso, en cada grupo, hace una revisión de si todos los niños siguen conservando el libro y en qué estado lo tienen, y vuelve a rellenar los correspondientes impresos. Y cuando llega junio, tiene que conseguir que todos los niños devuelvan los libros, contarlos y recontarlos, revisar el estado de conservación, y volver a rellenar el oportuno impreso. Por supuesto, no existe una clase en la que todos los niños devuelvan los libros en la fecha fijada. Algunos los han perdido sorprendentemente desde el último examen, aunque éste haya sido solamente dos días atras. Por lo tanto, en la lista de cada clase tienes a un número variable de morosos que no han entregado uno o varios libros. En el mejor de los casos, los alumnos te asaltarán en cualquier momento por el pasillo, para devolver el libro fuera de fecha, de forma que, vayas a donde vayas, apareces cargada con un montón de libros repescados aquí y allá. En el peor de los casos, eres tú quien debe perseguir a los alumnos por los pasillos, y como solución final llamar a sus casas para informar a sus padres o enviarles cartas con la lista de los libros no devueltos. Así y todo, habrá libros que nunca volverán. En teoría se les puede exigir a esos padres que paguen el libro recibido en préstamo y no devuelto, pero en la práctica es imposible. Nuestras autoridades educativas no van a permitir que quedemos como unos rácanos. Por supuesto, los libros a reponer deben salir del exiguo presupuesto del instituto, así como los que haya que comprar porque ha aumentado el número de alumnos con respecto a hace varios años, cuando se compraron los que ahora están en uso.
Tres o cuatro días después, cuando ya se han realizado las sesiones de evaluación, tienes que volver a dar el libro a los alumnos suspendidos para que estudien en verano. Pero, ¡ojo!, debe ser el mismo que usó durante el curso, que puede estar el último de una pila de 90 que se sostiene precariamente, junto con otras pilas similares de diferentes asignaturas y niveles, sobre tu mesa de trabajo. Por supuesto, hay que rellenar de nuevo el ya familiar impreso dejando constancia de los libros prestados para el verano. Finalmente, después de los exámenes de septiembre, habrá que reclamar los libros prestados.
Taquillas. Los alumnos tienen una taquilla en clase, que se cierra con un candado con combinación. Como a los padres lo único que les duele es el bolsillo, para evitar que cada alumno pierda el candado seis o siete veces cada curso, los padres deben depositar una fianza de 7 euros. Ahora toca explicarle a los alumnos que en un día determnado tienen que entregar el candado en un sobre, con su nombre escrito bien claro, así como la combinación que cada uno eligió personalmente. Y se les devolverá la fianza. Pero se les advierte que, dado que son cientos de alumnos, y para no tener que cargar con un saco de monedas de 2 euros, procuren traer 3 euros para que nos puedan dar la vuelta de un billete de diez. Esto tan sencillo de entender requiere varias explicaciones y contestar a toda una serie de preguntas absurdas.
Por supuesto, muchos alumnos no entregan el candado en la fecha fijada, o les falta el nombre, o la combinación (elegid la posibilidad que más os guste). Así que además de perseguirlos para recuperar los libros hay que hacerlo también para recuperar los candados.
Curiosamente, mientras que son incapaces de algo tan sencillo como devolver un libro o un candado, al mismo tiempo nos dejan en donación una cantidad innumerable de sudaderas, paraguas, anoraks, diccionarios de castellano o inglés, calculadoras, etc. Es curioso que durante meses y meses las madres no echen de menos un jersey o una prenda de abrigo que no vuelve a casa desde febrero.
En fin, que en todas esas cosas estoy entretenida ahora. En breves días volveré a mi normal actividad de bloguera.