No nos vamos, nos echan

Me estoy quedando sin amigos, todos se están marchando fuera para buscarse una vida mejor, y los pocos del grupo que quedamos en España no es que estemos bien, la mitad no tenemos trabajo y la otra mitad se siente explotada en su trabajo, pero aguantamos en  España por cuestiones familiares.

Seguro que a muchos de vosotros esta situación os resultará familiar, y es que hoy en día los jóvenes españoles se dividen en dos tipos: los que se ven obligados a irse de España y los que se ven obligados a quedarse en España.

Los que se ven obligados a quedarse en España ya sabemos bien lo que les espera: paro, recortes en sanidad y educación, disminución de sus derechos laborales…

Pero parece que lo que no tenemos muy claro es lo que les espera a los que se ven obligados a irse de España. Algunos creían, cómo la secretaria general de emigración, que las causas del éxodo juvenil se debían al espíritu aventurero de los jóvenes españoles, y desde los medios de comunicación informaban de parajes extranjeros idílicos dónde los trabajos brotaban de los árboles.

Los que conocíamos casos en primera persona de jóvenes que habían emigrado, sabíamos que todo esto no eran más que pantomimas, nuestros amigos no se habían ido porque fuesen aventureros  sino porque no veían otra opción para desarrollar su profesión a la que habían dedicado tantos años de estudio. Y resulta que los trabajos cualificados no brotaban de los árboles, muchos acabaron trabajando en McDonalds (eso sí con compañeros de trabajos bien cualificados: abogados, ingenieros, arquitectos técnicos…), otros tuvieron la suerte de encontrar trabajo de lo suyo, pero el sueldo que les ofrecían no les daba ni para el alquiler de la casa y todos ellos se volvieron locos con la burocracia: arreglar visados, abrir cuentas bancarias, ir al médico, hacer la matrícula en la universidad… resultaba una auténtica odisea de papeleo, dinero y mareo.

En cambio, el resto de españoles que no conocía de primera mano el tema de la emigración juvenil, seguían pensando que irse de España era lo más fácil y que poco más nos ponían a los españoles una alfombra roja desde que aterrizábamos en el aeropuerto hasta nuestro despacho de lujo en la mejor empresa del país.

Menos mal que llegó Jordi Évole para contar la realidad que están viviendo los españoles en el extranjero con el programa de Salvados: Soy inmigrante, dónde se compara la situación de los inmigrantes extranjeros en España y la situación de los inmigrantes españoles en el extranjero. Y menos mal que los jóvenes emigrantes levantaron su voz con un mensaje claro: no nos vamos, nos echan.