Revista Solidaridad

No puedo volver a ser el mismo

Por Iñaki Iñaki Alegria @InyakiAlegria

No puedo volver a ser el mismo

NO PUEDO VOLVER A SER EL MISMO

“Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.”

Eduardo Galeano

– ¿Dónde está Eftu?

Pregunto al entrar en la sala de pediatría del hospital.

Son las ocho menos diez de la mañana. Empieza el día. A la entrada me he cruzado ya con la cola de madres esperando con sus hijos para ser visitados. Debían ser más de cien. No me he parado a contarlas. Estoy demasiado preocupado en busca de Eftu.

– ¿Dónde está Eftu? Pregunto de nuevo.

Pienso en Eftu. Por la noche apenas pude conciliar el sueño. Cerraba los ojos y veía a Eftu.

Me levanté. Encendí una vela, pues se había ido la luz, cogí una libreta y empecé a escribir. Empecé a escribir lo que sentía, la angustia, la rabia, la impotencia…

No me puedo quitar de la cabeza la primera vez que lo ví, entrando por la puerta, en brazos de la madre, gravemente enfermo. Apenas me pude fijar en la madre, mis ojos se centraron en el pequeño niño que miraba sin ver.

Eftu tenía un aspecto medio moribundo, dos o tal vez tres años de vida pero sin fuerzas para sostenerse en pie. Su madre lo sujetaba en su regazo, con la mirada triste, perdida, casi sin esperanza, casi… porque aún tenía esperanza. Recuerdo cómo el médico, cogió una cinta métrica pintada con tres colores, rojo, amarillo y verde y se la puso a nivel de la parte superior del brazo para medir el perímetro braquial. Estaba evaluando el estado nutricional. Ajustó la cinta al pequeño bracito y leyó el resultado. Rojo y 8,2 centímetros, ése era el resultado. Eftu presentaba una desnutrición aguda severa.

Mientras lo examinábamos, un líquido amarillento mojó toda mi bata blanca. Pensé que había orinado, pero la madre me dijo que no era orina, eran heces. Eftu tenía una diarrea que era agua. Apenas podías diferenciar la orina de las heces. Heces de orina le llaman.

Esta deplorable situación era causada por una diarrea, seguramente por beber de un agua contaminada, seguramente también favorecido por su debilidad de no haber comido decentemente desde nunca. Evitable. Todo evitable. ¿Por qué sucede? ¿Por qué?

¿Por qué?

Me pregunto sin encontrar respuesta en mí.

El silencio me acompaña mientras sigo recorriendo por mi mente sus vidas.

Finalmente oigo una débil respuesta, aquella que sospechaba pero que no quería escuchar:

– Ha muerto.

Se me hiela el corazón.

La sospecha se confirma.

Ha muerto de una enfermedad evitable, ha muerto cuando no tenían que morir, ha muerto cuando tenían toda la vida por delante.

Eftu podría haber ido a la escuela, podría haber estudiado medicina, podía haber trabajado aquí curando a su pueblo. Podría haber vivido…

Pero ha muerto.

Me invade un sentimiento de rabia, impotencia… que no desearía a nadie.

No entiendo nada. No sé que hacer. Me supera.

Sé que…

No puedo volver a ser el mismo.

No puedo permanecer indiferente.

No puedo permitir que sigan muriendo niños cuando no deberían morir, por enfermedades que tienen cura, tratamiento, prevención.

Hay que hacer algo.

Puedo hacerlo.

Voy a hacerlo.

Aquí empieza mi historia.

No lo sabía todavía, pero mi vida iba a cambiar.

Para que ellos puedan tener historia, para que ellos puedan escribir su historia.

Etiopía, un viaje del que nunca he regresado.

ALEGRÍA CON GAMBO: La mirada etíope que alimentó mi vida

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