Hubo un punto en el que frené en seco y un sabor amargo se instaló en mi boca,
lo nuestro ya no era ni dulce ni salado y creo que llegué a asustarme ha sido tanto tiempo compartiendo juntos de la mañana a la noche, comprando el café, cenando con amigos y leyendo los mismos libros... las madrugadas eran interminables recordando nuestros momentos, nuestros días y noches juntos, tus palabras de aliento y las lágrimas que lloraste conmigo; tu mano siempre extendida hacia mi, tu forma de levantarme y hacerme avanzar, tu calma, tu paciencia, tu eterna sonrisa... pero nada de eso me devolvió la seguridad, nada de eso me hizo querer seguir intentándolo y entonces tuve que decirlo y al hacerlo una parte de mí soltó su peso y la otra, agonizó.
No me gustó lo que vino después, habitar en tu silencio y tu mirada esquiva fue como accionar el gatillo y darse cuenta que el arma no estaba cargada.. callaste por semanas, intentamos seguir igual haciendo caso omiso a lo dicho y dejando a la suerte nuestro destino; esperando, quizá, que el hastío nos diera el empujón al abismo...
Una tarde tranquila de sábado mientras te preparaba el café de la tarde y tú jugabas ése maldito juego de tu teléfono; llegó a casa un inmenso ramo de rosas rojas, las recibí y las dejé sobre la mesa.
Tomé el sobre y encontré una carta, justo en ese momento saliste de casa, acompañado de tu silencio y una pequeña maleta. Me quedé de pie, observando tu partida, sin decir nada, sin detenerte porque sabía que no querías que lo hiciera.
Nos debíamos un tiempo alejados...para pensar.
Me senté en el sillón de terciopelo blanco y me dispuse a leer la carta. Era tuya; tu enviaste las rosas.
"Sentí morirme cuando me dijiste que tu amor por mí estaba acabando. Supe que podría ser el fin absoluto o un nuevo comienzo, pasé muchas horas dándole vueltas al asunto, tus palabras me sonaban como un eco imparable. Buscaba algún rayo de luz, algo que me diera el argumento necesario y suficiente que te hiciera quedarte e intentarlo de nuevo. Mi temor mas grande era llegar a casa y no encontrarte, ir al ropero y no encontrar tus vestidos, dejar de oler ese aroma suave de tu perfume.
Ése día nunca llegó y en vez de quedarme tranquilo me llené de temor y comprendí que ninguno de los dos quería irse y que en medio de esa tensa calma sólo aguardábamos por la partida del otro. No caminábamos por el camino correcto. Nos sentamos a esperar un milagro que nada tenía que ver con Dios. Tu aparentas estar tranquila y yo te hablo de todo, menos de los dos, solo que por dentro el fuego me consume, esa cama que compartimos está tan fría como pasar un invierno desnudos. Se me van las manos cuando te quedas dormida y el deseo de poseerte en vez de irse, se incrementa. Tu piel suave y tus caricias me hacen falta y al recordarlas solo me imagino llegando a casa, aferrándote a mi a la fuerza y arrancándote lo que llevas puesto y...
No puedo controlar mis instintos, mi pasión por ti.
Por eso me voy, no quiero que caer en la tentación y de paso hacerte caer a ti. Terminar con el instinto animal satisfecho y el alma vacía al saber que nos deshicimos del amor y nos hicimos fuego de un par de leños.
Quiero tener tiempo para evaluar mis pasos pasados y futuros, no quiero que acabemos hiriéndonos con palabras envenenadas. Debo estar tranquilo para poder asimilar de la mejor manera, el hecho de que algún días te irás.
También quiero que pienses tus decisiones, que éste tiempo separados te diga si en realidad lo que estás sintiendo es producto de la costumbre o es que nuestro reloj se ha detenido en forma definitiva.
Te envío rosas rojas, sé que no te gustan que te parecen un cliché, el regalo típico de un hombre que aparenta galantería. no se si lo sabes, tal vez no, las rosas rojas son mis flores favoritas y por poco masculino que parezca, también me gusta tener flores en casa, es el mejor detalle para la persona que amas.
Recuerdo que sólo una vez te regalé tulipanes negros y fue en nuestro viaje a Francia. No eres una mujer fácil de impresionar, no te gustan las cosas comunes y precisamente por eso me enamoré de ti. Por ser y pensar distinto, por no conformarte con poco. Soy un hombre al que le gustan los retos y cuando son más difíciles, mas me involucro. Contigo pasó así y con el pasar de los días el reto se me hizo insuperable. No podía llegar a casa con rosas, girasoles o claveles ya que en ninguna tienda de flores encuentro los malditos tulipanes negros. No te doy chocolates porque sé que te agudizan las migrañas y me cohíbo con las joyas porque no quiero que te sientas comprada por el valor del regalo o piense que malgasto el dinero en ti. Pero, al fin de cuentas es mi dinero y soy yo quien decido en qué y quién me lo gasto.
A veces me desespera tu obsesivo control por todo; las medias deben ir en el primer cajón, las franelas dobladas así, los zapatos por tamaño, los pantalones por tonalidad... ¡No tenemos una puta tienda de ropa!
Y me decepciona todavía mas, el poco tiempo que sacas para nosotros. Porque para lo demás siempre hay un espacio; las amigas, el spa, la peluquería, el día de compras y el mercado, las visitas familiares, el trabajo, el perro... todo menos yo. Porque si te digo que cenemos esta noche me dices que debí avisarte ayer... ¿No podemos hacerlo espontáneo?
Yo por mi parte, me he olvidado del fútbol y el béisbol. aprendí a ver y soportar las películas de romance, la serie americana de médicos, la chica chismosa...no pude con los clásicos patéticos que te enamoran. Sencillamente no puedo ser Mr. Darcy, primero porque Darcy no es el tipo de hombre que me gustaría ser y segundo porque es un personaje creado por una mujer lo que conduce a pensar como mujer llevando pantalones. Me gustaría parecerme a alguno de tus amores de película. Tener los ojos como Patrick Dempsey, las facciones y el cuerpo de Henry Cavill o el perfil de Ryan Gosling, pero no puedo serlo ya que soy genéricamente latino y tampoco me apetece ser uno que no soy. Pero en esa lucha por hacerme mejor partido para ti, he perdido mi verdadera esencia.
Reconozco que te cedí demasiado terreno, permití que me moldearas a tu antojo creyendo que eso te haría feliz pero resultó lo contrario. Me voy en busca del equilibrio, seguir siendo el hombre simple que soy, que le gustan los deportes; las salidas con sus amigos a algún bar, cambiar el vino, coñac, whiskey... por una cerveza y hablar sucio. Enamorarme como un adolescente sin temor a verme ridiculo, andar desnudo o en calzoncillos por casa, comer chatarra, cantar aunque no sea Lenny Kravitz.... Ser quien era antes de conocerte, antes de buscar impresionarte y hacerme lo mas cercano al hombre ideal que quieres para ti, porque me olvidé de mi y giré mi mundo a la velocidad del tuyo.
Te amo, eres más de lo que alguna vez pedí y creo que es porque no pedí nada en especial. Muchas cosas me gustan de ti, pero todas en su justa medida y por ese mismo sentimiento es que te pido que pienses en lo que te gusta de mi, si eso es suficiente para quedarte, para empezar otra vez.
C."
Continuará...
Isa Quintín
Precuela No sé cómo decir adiós
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