Todos los que somos padres queremos que nuestros hijos sean en el futuro personas de éxito, con seguridad en sí mismos, con una buena educación y con una buena salud física y mental.
Para ello, ponemos todo nuestro empeño, o al menos lo intentamos día a día, dándoles lo mejor de nosotros mismos.
Pero claro somos personas, y por tanto nos equivocamos, además dependemos demasiado para la labor de ser padres de nuestra forma de ser, de nuestra forma de enfrentarnos a las situaciones de la vida. Y no siempre sabemos hacerlo bien, porque quizás nosotros sufrimos carencias importantes ligadas a nuestra infancia.
No quiero que veáis este post como un modo de desahogo, aunque en parte si pueda serlo.
Como el mismo nombre del blog dice, bebo de las experiencias, y quiero poneros sobre la mesa la mía, para entender entre todos, qué podemos hacer ante ciertas situaciones personales, que pueden implicar y mucho, la formación de la personalidad de nuestros hijos.
Soy una persona con mucha seguridad en sí misma a la hora de enfrentarme al trabajo o a cualquier cosa que implique aprender, formarse, informarse, adaptarse. Me considero muy eficaz y responsable, ya que pongo mucho empeño en todo lo que hago y no paro hasta tener totalmente dominado el objetivo a cumplir.
Pero en mi faceta personal soy totalmente distinta. Aunque soy extrovertida, mi seguridad es casi totalmente nula.
Soy la típica persona, que cuando se hacen corrillos de gente ya sea bailando, hablando, sentados, siempre se queda un poco atrás o fuera, y no exige su hueco como todo el mundo. Soy aquella que no hace amistades en el trabajo, porque piensa que no van a querer ser sus amigas, y prefiere tener compañeras de trabajo y no implicarse.
Por circunstancias de mi infancia y adolescencia, he crecido pensando que no soy lo suficientemente buena para nadie, por eso nadie quiere ser "mi amiga" y no lucho por mantener las amistades porque pienso que al final siempre se van a ir.
Esta inseguridad, me afectó mucho incluso en las relaciones de pareja, donde llegué a mendigar "amor".
Por eso en un momento de mi vida, me sentí tan sola, que comencé a buscar otras maneras de ser feliz, como "ser feliz conmigo misma".
Aprendí a disfrutar de las cosas simples, y sobre todo a mimarme a mí misma, porque me merecía ser feliz aunque fuera sola.
No es algo que haya superado, porque sigo considerando que somos seres sociales, las amistades son importantes, y aunque aprendas a ser feliz sin ellas, siempre se echan de menos.
Quizás en el plano sentimental si me hice algo más fuerte y exigí que me quisieran bien para poder estar juntos, porque sino prefería estar sola. Por eso ahora estoy felizmente casada y con dos pequeñines que son mi vida.
Pero mi miedo ya no está en mí, porque quizás me he acostumbrado a esta situación.
Mi miedo está en mi hijo mayor, porque observo mucho de mí en él. Es un niño responsable, a veces demasiado, pero a la hora de tratar con sus iguales, aunque es extrovertido y no tiene problemas en hacer colegas de un rato en cualquier parque. Si tiene ese rasgo de inseguridad al exigir su sitio.
En el recreo, muchas veces juega solo. Al principio me decía que nadie quería jugar con él, y ahora que es algo más mayor, me dice que prefiere jugar sólo porque todos los niños juegan al fútbol. E incluso me ha llegado a decir que es demasiado tímido para jugar con otros niños.
Pero observándole jugar, se deja llevar por los demás, nunca exige su sitio, nunca manda en el juego y cuando lo intenta, lo excluyen.
Él llama a dos niños de su clase, sus mejores amigos, pero éstos muchas veces no le hacen ni caso, incluso lo excluyen en los juegos, él se conforma y juega solo.
Aunque en alguna ocasión he hablado con él del tema, él prefiere no hablarlo y quiere que le deje en paz.
Por eso cada día intento brindarle seguridad en sí mismo, de muchas maneras:
1. En primer lugar y creo que la más importante, haciéndole saber lo importante que es para mí. Recordándole contínuamente que le quiero. Demostrándoselo con gestos de cariño. Dedicándole tiempo, para hablar, para jugar, para compartir.
2. Por supuesto, creer en él, y demostrárselo. Los elogios, las frases positivas, son un arma indispensable.
3. Dándole responsabilidades, que se sienta útil y realizado. Que decida cosas importantes de su vida, para que sienta que tiene voz y que se le escucha.
4. Intento hacerle entender que cuando falla o no consigue algo, tiene que seguir intentándolo, y que todo el mundo falla alguna vez y no por eso desisten, sino que lo vuelven a intentar.
5. Elogiando sus logros, por pequeños que parezcan.
6. Dejando que intente solucionar sus propios problema s, y en el caso que no lo consiga, no intervenir, pero sí darle posibles estrategias para otra ocasión.
7. Intento de todas las maneras posibles, que cuando hace algo malo, no etiquetarle a él, si no a la actitud errónea
8. Y lo más difícil para mí, no transmitirle mi inseguridad, mis miedos, y no sobreprotegerle por pensar lo que a mí me ha ocurrido.
Tengo que tener claro, o por lo menos estoy intentándolo, que mi hijo aunque ahora se parece demasiado a mí en ese sentido, no tiene porqué terminar siendo como yo, aún es pequeño, y le queda mucho que madurar.
Tampoco ha pasado por las situaciones que yo tuve que vivir, que me hicieron pensar que yo era menos importante que los demás.
Por tanto, solo me queda seguir luchando por él, como he mencionado antes y pensar que:
"Él puede ser todo lo que quiera ser, y yo no debo impedírselo".