De las famosas de la época, dejó en sus lienzos imágenes de las artistas Raquel Meller, Pastora Imperio o Lolita Astolfi; de Colombine, pseudónimo usado por Carmen de Burgos, periodista que fue la primera redactora del ABC, y corresponsal de guerra, o de Mabel Rick o Isolina Gallego, esposas de sus amigos el escritor Pérez de Ayala y el pintor Ramón Zubiaurre. Aunque, a decir de muchos, Valle Inclán entre otros, fue injustamente tratado en los concursos a los que se presentó en 1908 y 1912, privándole de premios por atrevido, cuando no declaradamente provocativo e inmoral, su fama le precedía. Cuando Josephine Baker visitó España, buscó al artista para pedirle que la retratara. Estaba Romero de Torres en el extranjero entonces, y quedó Baker sin su retrato.
De las desconocidas dejó muchos más cuadros, los que realmente le dieron fama, los de sus modelos de grandes ojos, piel morena y negros cabellos.
La osadía de sus lienzos, y puede que también la fama de galante conquistador de la que gozaba Julio Romero pudo tener que ver, sin que el pintor tuviera culpa en el fatal caso de alguna de sus modelos.
Muchacha en la ventana, de Julio Romero de Torres
Vivía en la calle Postrera de Córdoba una muchacha de grandes ojos y cara triste que el pintor descubrió por casualidad, como por casualidad le impresionan a uno las cosas sin previo aviso. Estaba la muchacha cosiendo tras la reja de la ventana de la estrecha y blanca calle. Desde entonces, acostumbró don Julio a pasar por dicha calle y al fin se hablaron. Y supo el pintor el porqué de aquellos ojos tristes: que a la muchacha se le había impuesto un novio que no quería; que su padre, que era de pocas palabras, pero de brazo largo, sólo atendía a lo suyo, y que la muchacha era tan desgraciada como sus ojos decían. Quiso el pintor plasmar aquella pena en un cuadro y propuso Romero a la chica posar para él. Ella resignada a no compartir su desgracia, reservada, dejó de coser junto a la reja y el pintor dejó de pasar por la calle Postrera. Un día, a la casa del pintor, en la plaza del Potro, llega ella. Se ofrece. Se dejará pintar por el maestro. A la casa de la plaza del Potro, acude ella cada tarde, donde Julio va guardando en un lienzo parte de la tristeza que emanan aquellos grandes ojos negros. No sabe la muchacha que igual que ella, cada tarde, su novio la sigue, la espía. Una tarde, anocheciendo, alcanza el ruin celoso a la infeliz. La recrimina sin causa, la insulta, la empuja. No escucha, no oye razones de su inocencia. Luce entonces el reflejo del acero y un cuchillo se hunde en el pecho de ella. Sanará de sus heridas, pero ya no volverá más a la plaza del Potro. Julio irá a verla a su casa de la calle Postrera, pero ella ya es otra. Más triste, más callada, nada dirá y el pintor acabará el cuadro con el recuerdo ─y quizás con el rostro de otra modelo, pero con la melancólica expresión de aquélla─, y lo titulará “Carmen”(1). Nunca olvidará el pintor a Carmen ni lo que le ocurrió. Dos años después, en 1917, Julio Romero de Torres pintará “Malagueña”, y dicen que la escena del fondo fue evocación de los hechos que el pintor nunca pudo olvidar.
(1) El cuadro “Carmen”, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Carmen_(1915)_by_Julio_Romero_de_Torres.jpg, cuya modelo fue Rafaela Ruiz ─como lo fue también de otra versión del mismo cuadro titulado “Muchacha en la ventana” ─, es hoy propiedad particular de la Fundación PRASA.