Revista Cultura y Ocio

No somos nadie – @_vybra

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Un día más de ausencia, con su correspondiente noche de penitencia, en la que la luna parece impedirme que cierre los ojos y así poder cegarme con la evidencia. Esa que me grita que no estás, que no estoy… Que no somos nadie.

He perdido ya la cuenta. No sé cuántas noches hace que te echo de menos ni mucho menos cuánto tiempo hace que empecé a vivir alimentándome de recuerdos. He perdido la noción del tiempo cuando me quedo a solas y la pequeña habitación por la que deslizo mis pies se me antoja un espacio enorme entre pared y pared. Hace frío, aunque quizá sea yo la única persona que lo tenga, y recorro con mis dedos mi cabello para privarles de su libertad encarcelándolos en una trenza.

Ya ha empezado. El ritual de cada maldita noche bailando de modo inconsciente al son de los acordes de un concierto de daños y suspiros, de heridas que cicatrizaron para doler el doble y de lágrimas sin abrazo que las borre.

Pelo trenzado, pies descalzos y, bajo mi camiseta de tirantes, mi acelerada respiración desafía a mis costillas que se empeñan en retener entre ellas a salvo a mi corazón. Respira, con calma. Solo respira… Pasará pronto, solo es la ansiedad de creerte vencida. Respira. Funciona, todas las noches funciona, y la calma parece llenar de nuevo mis pulmones. No sé por qué sigo aquí, al lado de una ausencia que me convierte a mí en su sombra. Fiel a una lealtad que me desborda.

Tengo miedo, pero no tiemblo. Mi miedo es el mismo que siente quien ha dado todo en una batalla y no le quedan fuerzas para la siguiente, pero mira de reojo su espada y el escudo reluciente que esperan para defenderte. Mi miedo no es a un mañana sin nosotros y tampoco temo a un presente sin tenerte. Mi miedo es a mí, a este sentimiento que crece día a día en mi interior. Miedo, a mi rendición. Ya no me asusta tu silencio, ahora me aterra el mío porque he aprendido a callar por igual un “te echo de menos” que un “te necesito” y porque la ausencia de dulzura en las palabras que salen de tu boca han encontrado eco en las mías.

Me aterra mi conformismo, el no rebelarme a escasos milímetros del abismo. El no lanzarme ni retroceder un ápice, el no salvarte ni pedirte que me rescates o convertir en habitable el espacio diminuto en el que ya no me pareces tan grande. Ni admirable.

Me aterra no recordarte. Que la frialdad avance con su ritmo imparable y ya no quede ni una pequeña grieta en la pared a la que aferrarme. Pero ya no repito como un mantra cada instante compartido para obligarme a recordarte y he empezado a dejar crecer mis uñas para tener una excusa que me impida escalar y así poder soltarme.

No estoy perdida, pero tampoco me encuentro, y ya no veo como una agonía no encontrar en mi lista de llamadas recibidas tu número de teléfono; y mi orgullo ahora me impide que tú veas el mío encabezando tu lista de llamadas perdidas. Ya no me miento, he aprendido que jamás debí hacerlo y que las excusas que invento para dar sentido a todo lo que no entiendo han hecho más daño en mí que la ausencia de tus besos. No me acerco, pero tampoco me alejo. Permanezco. Como si el mundo no existiera más allá del espacio indefinible que ocupa lo nuestro.

Contradicciones, eso es lo que soy. Una cuerda cansada de parecer loca, una kamikaze suicida que sujeta con sus manos el detonador, mientras, entre susurros que nadie escucha, implora por su vida. Un caos de emociones que no sabe si luchar por revivir un sentimiento o usar un cojín para asfixiarlo por completo.

Por un lado una guerrera dispuesta a presentar batalla frente a quien sea, a matar silencios con canciones y a encerrarte entre mis letras. Capaz de hacer un lecho en el que acomodar tus miedos y convertirlos en acordes, en prescindir de aire para llenar tus pulmones y de regalarte mi violín aunque nunca lo toques.

Por el otro una mujer que se queda sin ganas, razones, sueños, risas, caricias, locuras, alas, miradas, momentos, abrazos, besos, ternura, vivencias, detalles, recuerdos, deseos, escalofríos, brillo, motivos, ideas, ilusiones, lágrimas, sentimientos, sonrisas, palabras, bailes, silencios, alegrías, instantes, tiempo… Sin aliento.

No somos nadie. Pero me falta el aire si te olvido y te asfixio si me alejo.

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