Revista Opinión

No soy un esclavo

Publicado el 28 febrero 2013 por Tenemosderechoatrabajar

Algunos empiezan a plantarse y decir basta. Ya no pueden más. Cada vez resulta más habitual escuchar a gente que, harta de su trabajo, las humillaciones, la explotación y los bajos salarios, ha decidido forzar su despido o directamente dejarlo. Tengo un familiar muy cercano que hace unas semanas renegoció su contrato con la empresa para poder trabajar menos horas aun a costa de ganar mucho menos, pues la falta de tiempo (¡para vivir!) y los problemas de salud no le compensaban. Un amigo, hace no demasiado, y ante la posibilidad de ascender en su empresa, decidió -para sorpresa de su empleador- no hacerlo, pues el incremento de sueldo era casi inexistente; no así la responsabilidad, el volumen de trabajo y las horas extra. Actualmente, otro amigo mío está buscando la manera de forzar su despido e ir al paro. Se pasa la semana trabajando, no tiene tiempo libre, termina la jornada hasta arriba de dolores de todo tipo y ni siquiera puede llegar a fin de mes. ¿A qué conclusión podemos llegar a partir de estas historias? Pues que el simple hecho de que en la base de la economía de mercado la gente se encuentre ahogada, renuncie a ascensos o se despida, y no lo olvidemos, todo ello en un contexto de crisis, dice mucho acerca de la lamentable situación laboral con la que tenemos que bregar cada día en este país de risa.
No soy un esclavo
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http://habitacion701.blogspot.com.es/2013/02/no-soy-un-esclavo.html
El sábado por la mañana me sumé a esa enorme masa de casi seis millones de personas en España que estan en paro. Y bien orgulloso que estoy, porque a veces uno debe decir "NO" y "BASTA" para salvaguardar su dignidad si ello no supone un perjuicio mayor.
Resulta que el viernes en mi cuadrante semanal aparecía "en reserva". Esto quiere decir que estoy hasta a la espera de que mi encargado-directo (el de los bandejas) me llamase o no. Aquí viene el problema: ¿Hasta que hora consideráis que dura una "reserva"? Porque mi lógica dice que entre las 22.00 y las 0.00, si no me han dicho nada es porque ya no me lo van a decir. En otras profesiones (médico, auxiliar de vuelo, militar) esto se llama "imaginaria" o "guardia" y se paga. Mejor o peor, pero se paga.
PD: trabajaba en un bar de copas, mi horario podía ser de tarde-noche (desde las 17.00 en adelante) o de noche sólo (desde las 22.00 aprox. en adelante).
A la una de la mañana, 00.57 exactamente me llegó el primer mensaje de mi encargado-supremo (por encima de mi encargado-directo). Obviamente, a la una de la mañana no es hora de llamar a nadie para ir a trabajar, máxime cuando iba a trabajar como máximo 3 o 4 horas esa noche lo cuál se traduce en unos 24-32 euros. Sólo la gasolina del coche son 10 euros cada fin de semana, más o menos y encima me iba a tocar cerrar todo.
Y me negué. Dije no. Lo siento, pero aunque era la primera vez que me llamaban de una forma tan urgente, no era la primera que me llamaban de una hora para otra, o que me dejaban fuera por no haber suficiente faena sin más motivo. No se les ocurre decir: "bueno, ya que has venido, te pagamos la mitad de la jornada" o algo así. Es decir:flexibilidad laboral absoluta que ellos interpretan como "esclavitud remunerada". Al menos los esclavos tenían comida y techo...
Las consecuencias no se hicieron esperar: al día siguiente dejan de contar conmigo, eufemismo de "a la puta calle". ¿Pero sabéis que os digo? Que por suerte no tengo una necesidad imperiosa de ganar esa miseria de dinero, que aunque para otras personas puede ser una fortuna afortunadamente para mi hoy día no necesito trabajar. No tengo hipoteca o coche a mi nombre y no tengo hijos (creo), por tanto todo ese dinero va para mis caprichos: salir de fiesta, comprarme algún libro, algún viaje de fin de semana...Nada serio, como quien dice.
Pero puedo recortar, ya que no necesito demasiado dinero para divertirme. Os lo digo en serio: verme libre de un trabajo donde cada vez que terminaba me iba a mi casa hirviendo de la ira o donde necesitaba si o si tomarme una copa al final para relajarme...es una bendición. Quedarme hubiera sido un castigo más para mi salud física y mental. Llegó un punto en el que ni siquiera ponía copas: sólo las trasportaba llenas de una parte del local a otro y me traía las vacías: me sentía completamente inútil y una pérdida de tiempo todo lo que hacía. Y todo esto teniendo que aguantar a un público que en bastantes ocasiones se muestra arrogante, prejuicioso y sobre todo molesto, muy molesto. Eso si, había algunas excepciones que se agradecían sobremanera y con las que daba gusto tratar y atender. Casos contadísimos.
En resumen: en la calle, sin un duro, pero con mi orgullo y mi dignidad intactos. A veces viene bien quererse un poco y no ceder nuestra pequeña parcela de integridad.
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