Revista Cultura y Ocio

No te perdono – @soy_tumusa

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Medianoche, y ahí estaba yo de nuevo, mirándola fijamente, como un niño cuando mira su regalo de cumpleaños antes de abrirlo. Perfecta por donde se mire, esas curvas que incitaban a tocarla, ese olor, que sugería que la probara y ese tacto que pedía a gritos ser acariciada. Siempre había sido el momento más mágico del día, el poder cruzar nuestras miradas mientras mi interior lucha con todas sus fuerzas para evitar caer en su tentación y hacerla de nuevo mía.

Recuerdo la eternidad de los días, buscando el momento de ponerte en mis labios, días que se convirtieron en horas y horas que al final fueron segundos. Cada vez soportaba menos la idea de no tenerte cerca, siempre quería más, más de ti, más de tu compañía. Esa que fue capaz de refugiarme en los momentos duros, esa que fue capaz de arroparme cuando nadie lo hacía; de repente, me di cuenta que un día éramos tú y yo olvidándonos del resto del mundo. Me fíe de tu olvido, pero lo pagué caro. La felicidad barata que me producía tu amparo se esfumaba cuando no te tenía y eran más las penas que me ahogaban que el cariño de tu compañía. Jamás podré olvidarte, pero tampoco perdonarte en lo que me has convertido.

No te perdono el temblor de mis manos,  síndrome de mi abstinencia de ti, que me hace ser más viejo de lo que soy, ni te perdono mis ojos ensangrentados, ni el olor a calle vacía, solitaria y sucia del que no me puedo desprender.

 No te perdono que te los llevaras de mi lado, que me hicieras prescindir de su amor, de su cariño por un sorbo de tu olvido. No te perdono aquella vez que tuve que salir de aquella casa, cargando a mis espaldas miseria y culpa.

No te perdono la ira y la rabia con la que hablé a quienes me pretendían ayudar y el escupir en las manos de aquellos que me la tendían por estar inmerso en ti, en el placentero calor que mi garganta experimentaba al notarte pasar y en el frío de tu cristal cuando rozaba mi piel.

No te perdono que te llevaras a trozos mi vida, en cada sorbo, en cada trago, consumiéndome poco a poco en ese olvido hasta perderlo todo. No te perdono que mi ceguera te eligiera a ti por encima de todas las cosas y hacerme perder el amor de los que me rodeaban, y te maldigo si, mil veces, por embriagarme con ese aroma hasta perder la razón de ser cada vez que mi mano sujetaba tu cuello, para volcar en aquel vaso con hielo tu alcohol y tu jodido poder.

No sé cuánto tardé en darme cuenta del fraude de tu esencia, pero fue tarde. Tarde para intentar recordar lo que había pretendido olvidar, y no fui consciente de mi error hasta que levanté la vista y me vi reflejado en aquel cristal. Nunca olvidaré esa mirada, no reconocía en lo que ella me había convertido, un despojo humano dependiente de una botella, y jamás te perdonaré la vida, porque tú te has llevado la mía. Aquel fue el momento en que apreté con fuerza mi mano, la miré fijamente y la lancé con ira contra la pared hasta conseguir romperla en mil pedazos. Tantos, como rota tengo el alma desde aquel primer día en que nuestras miradas se cruzaron y su aroma, fraudulento, embriagó mi ser.

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