Como cada vez que se acerca el Carnaval, retoma su
crecimiento en nuestro ecosistema el nuevo pasto de este año, un ralo verdor
bajo cuya apariencia monótona se esconde la mayor riqueza de especies del
lugar. Pronto lo sobrevolarán las abejas solitarias y sus extravagantes enemigos, y se poblará de diminutas guaridas subterráneas, de las telarañas
donde las Steatoda capturan hormigas
como en un palangre, de millares de otras redes más desconocidas aún mediante
las cuales fluyen las calorías fijadas por la hierba hacia los insectos, los
pájaros, todos los animales del herbazal. Por el momento, apenas recorren la
incipiente hierba algunos de los minúsculos pioneros que cada año reinician su
periplo vital en una nueva generación. Son nómadas urticantes que viven medio protegidos
por tiendas de seda que van tejiendo a medida que deambulan por el pasto. Nacen
con los primeros días de sol y permanecen unidos al principio, hasta que cada
cual toma su camino entre los heliantemos, las plantas que devoran con avidez
bajo las diminutas flores blancas de las Erophila verna.
Estos nómadas del pasto son las procesionarias del suelo (Thaumetopoea herculeana), uno de los dos
tipos de procesionaria del paraje. El otro, la procesionaria del roble (Thaumetopoea processionea), construye en
plena primavera escasas tiendas de seda sobe algunas coscojas, refugios permanentes
desde donde las orugas salen a comer. Los árboles evolutivos muestran que esta
es seguramente la manera de vivir más primitiva entre las procesionarias. Los
linajes más modernos del género Thaumetopoea
también construyen tiendas, pero se alimentan de árboles de la familia del
pino (Pináceas), como la famosa procesionaria del pino. ¿Qué sentido pueden tener
estos cambios evolutivos? ¿Acaso nos están contando las procesionarias cómo ha cambiado la vegetación en Europa durante los últimos millones de años?
Vayamos por partes. Hace unos 30 millones de años, a
mediados del periodo Terciario, ya había robles, y la vegetación era tan
boscosa que seguramente existían muy pocos claros donde pudieran crecer los
heliantemos, por ejemplo. A finales del Terciario, el clima se deterioró, los
bosques se aclararon y comenzó la gran diversificación de los heliantemos. Por
todo lo cual apareció el nicho ecológico que hoy ocupa la procesionaria del
suelo. Más tarde, a medida que el clima se enfrió, los bosques de coníferas, de
pinos y abetos, se extendieron por gran parte de Eurasia, y este nuevo escenario
ecológico fue totalmente favorable para que evolucionaran las nuevas procesionarias
de las Pináceas. De este modo, aunque todos estos argumentos sean
especulativos, el hecho es que cuadran con que la idea de que la evolución de
las procesionarias está reflejando indirectamente los grandes cambios de
vegetación que han acontecido en esta región del planeta. Así que mucho cuidado
al caminar por el pasto en estos días, no sea que pisemos un recuerdo evolutivo
más de nuestro patrimonio natural.
Más sobre la evolución de la vegetación de la zona mediterránea en Thompson (2005) Plant evolution in the Mediterranean.