Cuesta encontrar una, o un, cineasta norteamericano de la actualidad con la capacidad de Chloe Zhao para filmar la luz crepuscular en las infinitas praderas del medio oeste, y del mismo modo, colocar a un personaje en ese contraluz del fín del día consiguiendo una simbiosis perfecta entre el ocaso y el estado de ánimo.
En el sendero marcado por "Songs my brother taught me" o "The rider", "Nomadland" vuelve a internarse en esos Estados Unidos de Norteamérica alejados del glamour y la riqueza deslumbrante de las grandes megalópolis, para fijarse en un insignificante ser humano cuya mayor virtud estriba en su dignidad inalterable por mucho que el sistema use y abuse de su prescindibilidad.
" Nomadland" habla de la gente que, por elección, por necesidad o por desesperación, se lanza a la carretera buscando trabajos de subsistencia, sin derechos de ningún tipo y que transforma su vehículo en un hogar rodante porque la maquinaria capitalista ha triturado su patrimonio como respuesta al mínimo revés personal insuperable. Fern, ese admirable personaje desheredado de cualquier posibilidad de renacimiento, interpretado con la franqueza habitual de Frances McDormand, asume una derrota que no tiene por qué transformarse en pérdida absoluta.
La película se sitúa en una América pre-Trump que explica muchos de esos votos consolidados que se otorgan a los predicadores políticos que utilizan la bandera, el himno o la grandeza de un país, para conducir al elector culpando a enemigos inexistentes en el exterior; cuando la voracidad del millonario es quien provoca el cierre de factorías, el abandono de ciudades, la creación de falsos productos financieros destinados a empobrecer más a quien menos tiene.
Fern ha quedado viuda y ha perdido su casa de toda la vida, ésa que permite asomarse al desierto desde la puerta trasera y admirar un paisaje que acompaña nuestra soledad. En el país del "self made" una enfermedad te hace bajar en la escala social hasta el umbral de la pobreza. A falta de casa una caravana rodante se transforma en un nuevo hogar en el que sentir la punzada del frío, las incomodidades de la falta de espacio, las agotadoras jornadas laborales que concluyen con una comida precocinada que ahuyentaría el apetito de cualquiera, pero no el de Fern ni el de los cientos de Fern con los que se encuentra en el camino.
Si desde la ventana de tu casa has dejado de ver el desierto, lo que te queda es hacer de tu casa una ambulante manera de cambiar tu paisaje vital cada día que quieras. Es "Nomadland", este territorio del nómada, una película notablemente humanista, un elogio a la solidaridad humana que surge de los más necesitados capaces de compartir una palabra, un abrazo o desprenderse de lo que no necesitan para que otro pueda utilizarlo. Esa inspiración capriana, sin tono cómico, permite alimentar esa necesaria esperanza en que, en algún momento de nuestras vidas, la solidaridad se imponga por encima de los intereses individuales, que la salida al camino no implique afrontar la hostilidad permanente de quien se encuentra mínimamente mejor que tú, aunque quizás, para eso, se necesita mantener la propia dignidad del ser humano que no se considera peor por su ausencia de recursos, sino un igual en dificultades que espera la ayuda del otro en la creencia de compensar en el futuro lo recibido auxiliando a otros peregrinos del camino.
Con estos mimbres argumentales e ideológicos el lado negativo de la película es fácil de resaltar, demasiada bonhomía en quien apenas tiene nada, demasiado silencio hacia quien tiene en su mano reparar parte del destrozo. No hay que perder de vista que la película procura ofrecer un camino hacia la esperanza, aunque sea desde la constancia de que, por muy bien que vayan las cosas, el nómada no puede renunciar a la carretera. En el debe de esta película sobresale la facilidad con la que los contratiempos tienen siempre solución gracias a personas de buen corazón y de ayuda altruista. Al apuro económico un préstamo, a la avería una mano y una herramienta dispuesta, al decaimiento anímico un hombro o una mirada en la que apoyarse. Es ahí donde la película se vuelve innecesariamente acogedora, la soledad de Fern, muchas veces voluntaria, encuentra las soluciones en la comunidad. Sería la solidaridad de los nadie, la internacional nómada dispuesta siempre a acoger y ayudar, pero para los escépticos resulta difícilmente admisible tanta suerte junta y sucesiva, tan poco egoísmo entre tantos y tantas peregrinas sin santuario fijo. Lo que empieza siendo una necesidad, se convierte en hábito y, finalmente, en un modo de vida irrenunciable.
Hay en la manera de moverse por el país del personaje un eco del pionero, del que avanzaba y avanzaba en busca de su particular Dorado, aunque aquellos siempre con el pensamiento de establecerse.
Si en las películas de carretera siempre pesa la idea de conseguir la conciencia del yo al enfrentarse a la ruta en solitario, o bien la de conectar con el otro que te acompaña, a quien te liga un vínculo estrecho que no siempre equivale a conocerse (Lynch o Payne entre los ejemplos más recientes y sobresalientes), en "Nomadland" no existe esa necesidad porque Fern conoce sobradamente sus límites, sus necesidades y su forma de pensar, ha aceptado como irreversible el cambio de vida y se abre a la experiencia.
El camino le sirve para constatar lo que todos necesitamos creer por más difícil que parezca, que ahí fuera hay buena gente, que ahí fuera hay personas que sufren en solitario los efectos de una sociedad desmembrada e individualista pero capaces de apoyar al que se encuentra en situación similar. Por delante queda toda una ruta inacabable, árida, agotadora. Una vida nómada con una chispa de alegría en la mirada, un saber que en cada parada encontrarás a un viejo conocido o a una vieja compañera.
La ruta permanente no rompe los vínculos, sino que amplía la red sobre la que se va tejiendo esa solidaridad invisible de los más débiles, aunque el cuento no termine de hacerse creíble, es un cuento que funciona.
Nomadland. Estados Unidos. 2020. 108 min. Dirección: Chloé Zhao. Guión: Chloé Zhao, Jessica Bruder. Música: Ludovico Einaudi. Fotografía: Joshua James Richards. Intérpretes: Frances McDormand, David Strathairn, Linda May, Charlene Swankie, Bob Wells, Gay DeForest, Patricia Grier. Sonido: Polina Volynkina. Compañías Productoras: Highwayman Films, Cor Cordium Productions, Hear/Say Productions (Distribuidora: Searchlight Pictures, Walt Disney Pictures).