Publicado originalmente en el grupo Historia y Filosofía de la Pseudociencia. Hay un curioso artículo en la revista Nature (vol. 258, 1975) donde se proponía algo poco usual. Considerada (junto a Science) como la revista científica de mayor prestigio, Nature le había hecho un enorme favor a los promotores de la pseudociencia, y más en específico, a los cazadores de monstruos: el artículo defendía la necesidad ecológica de ponerle nombre científico de Nessie.
Tal como se lee en su introducción:
"La publicidad reciente sobre las nuevas afirmaciones de la existencia del monstruo del Lago Ness se ha centrado en las pruebas ofrecidas por Sir Peter Scott y Robert Rines. Aquí, en un artículo planeado para coincidir con el ya cancelado simposio de Edimburgo en el que se iba a discutir todo el tema, señalan que la reciente legislación británica prevé que se dé protección a las especies en peligro de extinción; sin embargo, para que se conceda la protección, primero se debe dar a un animal un nombre científico apropiado. Más vale prevenir que lamentar; un nombre para una especie cuya existencia sigue siendo objeto de controversia entre muchos científicos es preferible a ninguno si se quiere asegurar su protección. El nombre sugerido es Nessiteras rhombopteryx."
Pues eso, las razones para un nombre científico a Nessie se basaban en la idea de proponerlo como una de las especies en peligro de extinción que debía ser protegida por una nueva ley. El problema principal, como los propios autores reconocían, es que no se ofrecía holotipo (espécimen tipo o modelo), pero, eso sí, se escudaron en un hueco legal, pues "el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica [ICZN] permite la descripción a partir de una ilustración, y el procedimiento parece justificado por la urgencia de las medidas de conservación."
Las mencionadas "pruebas ofrecidas" por Scott y Rines (ornitólogo conservacionista y abogado, respectivamente), se refieren a unas fotografías acuáticas, donde se aseguraba se mostraba la aleta de Nessie (de ahí el nombre científico para este monstruo, pues literalmente significa "El monstruo de Ness con aleta en forma de diamante"). Cabe señalar que años después, se demostraría que tales "pruebas" fotográficas, estaban retocadas y que Rines intentaba hacer un lucrativo negocio con éstas al tratar de venderlas a National Geographic y después a la revista Time. El fraude se hizo evidente. De hecho, el político escocés Nicholas Fairbairn publicó en The New York Times su curioso hallazgo de un anagrama, tan solo una semana después de la publicación del artículo científico: Nessiteras rhombopteryx: Monster hoax by Sir Peter S.
Nessie no es el único críptido con nombre científico y "nombre vulgar". De hecho, el padre de la criptozoología, Bernard Heuvelmans, también llegó a bautizar a otras criaturas inexistentes. Así, entre los críptidos con nombre científico se cuentan a Pie grande, el Cadborosaurio, el mono de De Loys (un supuesto simio grande venezolano), el hombre de hielo de Minnesota, el monstruo del lago Storsjön, etc. (De los anteriores, según tengo entendido, solo el de Pie grande es un nombre científico igualmente reconocido por el ICZN). Sobra decir que agregarle un nombre científico a una criatura mítica no valida ni su existencia ni el interés científico que pueda haber (o no) sobre ésta.
Más allá de lo risible que pueda resultar el asunto en nuestros días, es un interesante suceso que sirve para reflexionar sobre algunas cuestiones: ¿realmente puede una revista de prestigio, como Nature, ser el lugar que presta un espacio para un debate basado en pruebas más que cuestionables? ¿Es benéfico que los criterios del ICZN sean tan laxos, permitiendo que cualquiera pueda clasificar una "criatura" a base de fotografías prescindiendo de mejores pruebas?
Como dije, tal vez suena cómico, pero estas dudas se pueden extender a otros casos donde la pseudociencia logró colarse en revistas científicas e instituciones de prestigio. Nombres como el de Jacques Benveniste o el de Andrew Wakefield resuenan como un eco sobre esto último, haciendo que las risas se cambien por seriedad y tal vez frustración, ¿cierto?
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