Editorial: La isla de siltolá 2015
Empiezo a leer el libro y a medida que avanzo descubro que no hay otro hilo conductor que no sea la Felicidad. Los diferentes sentimientos, sensaciones, estados, nos vuelven una y otra vez a la felicidad. Nada se sale de ella en estos versos.
El libro consta de 38 poemas, uno dedicado a Jürgen (su hijo), otra forma de felicidad, ser padre y dar incondicionalmente desprenderse de lo propio en favor de lo que nunca será reclamado.
Poemas que se pueden leer como si fueran un poema largo en el que se va solapando conceptos, sentimientos, unos complementan a los otros, en unos hay preguntas, en otros respuestas y otros solo pensamientos:
Leyendo el libro se exploran los diferentes puntos de felicidad y los diferentes grados. Kepa Murua nos muestra una especie de decálogo de felicidad y las consecuencias:
La felicidad de lo pequeño, de esas pequeñas cosas que hacen de ello lo grande.
Hay un monólogo implícito en estos poemas un fluir desbocado de los pensamientos sobre esa felicidad, sobre el concepto que nos lleva a pensar que somos felices o que lo fuimos:
¿Éramos felices cuando creímos serlo?
Vivencia y evolución. Vivir de la mejor forma posible el presente que es lo que tenemos y donde nos encontramos.
También nos habla de la existencia de una felicidad a destiempo, esa felicidad de la ausencia, del llanto, de la nada:
Se percibe la mística, no en el concepto ortodoxo, sino en su hondura, en esa manifestación se perfila, en ese hablar, en ese fuego que devora los sentimientos más auténticos, mientras se interroga y se reclama a un ser divino, hombre o mujer da igual.
Estos poemas nos hablan también de la renuncia como forma de felicidad, vivir entonces con lo indispensable (también sentimentalmente) y hallar la paz en lo que somos.
Aparece así la idea de felicidad contradictoria, esa felicidad que se obtiene de la infelicidad, como el pensamiento que describe Platón en el mito de la caverna:
Los diferentes sentimientos y las vivencias/dolor/afecto, por las que vamos avanzando.
La conclusión podría ser que nosotros somos los buscadores de la felicidad y en esa búsqueda nos vamos encontrando y la vamos encontrando o rechazando. Es un camino lleno de hombres, mujeres, objetos que nos hablan o callan, nos enseñan o nos esconden.