Revista Salud y Bienestar

¿normalidad?

Por Jagonzalez

La manida expresión “ver la luz al final del túnel” es aún más recurrente en estos días. En el ambiente se percibe una especie de final de ciclo, un pasar de página, una relajación progresiva a la espera de la reactivación de un montón de cosas que la pandemia ha adormecido,  del renacimiento de otras cosas, del resurgimiento de lo que sucumbió tras tantos meses.

Es hora de tomar impulso, de reiniciar lo que se quedó a medias o sin empezar, de retomar proyectos. Pero también de análisis, estudio, miradas retrospectivas con lo que se sabe y lo que se ha aprendido. Hoy nos proponemos hacer un muy sucinto retrato de lo que ha sido esta pandemia, desde una visión totalmente particular, en un hospital cualquiera. Lo haremos como fisioterapeuta, con mención específica a lo que fue y puede ser para la Fisioterapia.

El coronavirus irrumpió con aviso pero con virulencia allá por comienzos de marzo de 2020. Desde entonces ha habido distintos periodos más o menos reconocibles, de duración e intensidad variable dependiendo de quien hable y desde donde se hable. Por ello nuestra propuesta es totalmente arbitraria y se puede someter a la crítica del lector. Se agradece.

Los meses de marzo y abril supusieron lo que se dio en llamar la primera ola. Nosotros lo calificamos de ETAPA EFERVESCENTE, ya que se caracterizó por ebullición, la eclosión de una situación novedosa, el desbordamiento, el momento álgido que provocó la crisis sanitaria y casi lleva al colapso del sistema. Fue el momento de la adaptación, de la versatilidad, de la cooperación, del EQUIPO. Pocas veces veremos a los sanitarios sin distinción arrimar el hombro en la misma dirección, sin suspicacias, sin clasismos. Fue el momento del aplauso ante el evidente esfuerzo, el trabajo duro en medio de la incertidumbre y el miedo. Y la Fisioterapia reclamaba convencida que podía y debía participar en la ayuda a los pacientes de planta y UCI, viendo también que muchos de esos mismos usuarios nos iban a necesitar en un indefinido proceso de recuperación ante las más que probables secuelas.

El mes de mayo nos trajo la calma tensa, la tranquilidad aparente, la fatiga tras el sobreesfuerzo. Fue una ETAPA EXPECTANTE, en la que quizá el calor atenuaría al virus, quizá los viajes lo propagarían con renovado brío, quizá la mascarilla se convertiría en algo innecesario. Fueron meses de ESPERA ante un otoño quizás normal, con previsiones a medias  y, a veces, sin previsiones. Muchos disfrutamos de vacaciones, nos quisimos olvidar de aquellos días en los hospitales, con pacientes moribundos, aislamientos penosos y también recuperaciones gratificantes. Mientras, las unidades de Fisioterapia fueron retomando una actividad con “aforos limitados”, enfundados en batas, gorros y gafas hasta entonces extraños. Y los “fisios” en la UCI y plantas, con y sin Covid, más presentes que nunca, más visibles, más útiles. Muchos enfermeros, auxiliares  y médicas nos lo dijeron.

¿NORMALIDAD?

En septiembre nos convencimos de que la pandemia era tenaz, persistía y que tal vez fuimos ilusos y confiados en el verano. Empezaba la ETAPA RESISTENTE, la que ha durado hasta ahora, con titubeos, oscilaciones, fatiga, agotamiento, desgaste, escaladas y desescaladas, segundas y terceras olas. Pero, sin duda, desde enero, la palabra es VACUNACIÓN. Parece que el negacionismo vacunal se queda sin argumentos ante la incuestionable eficacia de las inoculaciones. Mientras, como esos soldados que caen en las postreras batallas de una guerra languideciente, muchos se ven arrastrados por la cuarta ola, quizá por los descuidos propios de la relajación a la que la esperanza y las buenas noticias sobre contagios nos abocan. Ahí seguimos los fisioterapeutas, en esas plantas “sucias”, en esas UCI con pacientes de 70, 80 o 100 días, desvanecidos ante el finado tras tanto tiempo y emocionados ante el que sale  para casa o a un centro de media estancia, donde otros colegas continuarán la tarea.

En estas semanas comenzamos la ETAPA RECONSTITUYENTE. Reinicio, transformación, mejora, previsión, prevención, futuro, recuperación. Y, sobre todo, ¿NORMALIDAD?, así, entre interrogantes. Ansiamos la vuelta a la presencialidad, al reencuentro, al abrazo, al beso o al apretón de manos. Esa reconstitución es también reconstrucción. Pero no debería ser para volver a lo de antes, debería servir para re-formarlo, con las modificaciones que la pandemia nos ha señalado. Hay que volver hacia atrás para ver lo anterior a la pandemia y lo ocurrido durante la misma. Seguro que veremos cambios posibles, necesarios y útiles en nuestra persona, en la familia, en la sociedad. También en nuestra sanidad. También en la Fisioterapia. Atención domiciliaria, telefisioterapia, uso de dispositivos y aplicaciones, son herramientas que potenciarán y harán más accesible y eficaz nuestra labor. La integración de fisioterapeutas en unidades de hospitalización, como traumatología, neumología, medicina interna o UCI ha de ser una opción factible y eficiente que los gestores deberían haber constatado en estos meses. Esa integración supone cooperación, trabajo en equipo, interdisciplinariedad y autonomía del fisioterapeuta, acorde con sus competencias. Finalmente, aunque ya lo sabíamos, hay que tender a la especialización en determinadas áreas si queremos ser aún más útiles a la sociedad.

Quizá esas expectativas, posibilidades abiertas, potencialidades, no cristalicen, no hagan bueno aquel deseo de “saldremos mejores”. O quizá algunas de ellas cristalicen en una mejor sanidad y una mejor fisioterapia. Apostemos por lo segundo.

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