Nos levantamos de buena mañana para despedirnos de Stavanger y salir hacia Oslo. Nuestro periplo por el Lysefjord ya se había terminado y nos acercábamos ya a la última parada de nuestro viaje, Oslo.
Teníamos claro que nos pasaríamos todo el día a la carretera, nuestro siguiente destino estaba a uno 450km lo que nos llevaría unas 8 horas aprox. Atrás quedaron nuestras experiencias en el Kerag y el Preikestolen, una parte del viaje del que siempre guardaré muy buen recuerdo.
Teníamos planificado coger un Ferry de Stavanger a Lyseboth para no tener que conducir tantos kilómetros y descansar un poquito tras el palizón de los últimos días. Pero nuestro gozo en un pozo, al llegar a la Terminal pudimos comprobar que justo ese día no había ferry. Así que tras nuestra cara de resignación, no tuvimos otro remedio que configurar Oslo en el Tom Tom y empezar a hacer kilómetros
Siempre es una gozada conducir por carreteras noruegas, todo verde, apenas te encuentras con gente y en ocasiones toca ir dándole al claxon para que las ovejas levanten el culo del asfalto y te dejen pasar.
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Pero se hizo tarde, estábamos hambrientos y no parecía haber nada en kilómetros a la redonda. Es lo que tiene el GPS, que cuando le dices el camino más corto, te mete por carreteras con paisajes chulos, pero en medio de la nada. Así que cuando nos encontramos un cartel de restaurante no dudamos en parar.
Para nuestra sorpresa resultó ser una galería de arte regentada por una mujer muy mayor a la que ayudaban una pareja de chicos jóvenes. Podías visitar la galería interior o la exterior en el jardín con esculturas de “arte moderno”. O podías ir al restaurante, que era un salón con una cocina casera instalada. La carta consistía en tan solo un par de platos caseros donde elegir y muuuuuuuuuuuuchos pasteles, así que pedimos a cara o cruz sin saber muy bien que nos traerían.
El ganador fue una especie de estofado que no estaba nada mal, aunque supongo que mi hambre canina también tuvo algo que ver. Era una situación tan extraña que parecía un típico argumento de peli americana de terror, solo faltaba que saliera el loco de turno con la motosierra y ya tendría carne fresca para el siguiente estofado
Continuamos nuestro camino disfrutando del paisaje y nos entretuvimos fotografiando señales de tráfico.
E incluso llegamos a cruzar por un aeródromo
Finalmente empezamos a perder el verde paisaje en favor del gris del asfalto y el cemento que siempre acompaña a una gran ciudad. Habíamos llegado a Oslo.
Próxima parada: Paseando por Oslo
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