Revista Cultura y Ocio
El malagueño Pablo Alborán ha detenido el carrusel al que él mismo dio origen involuntariamente al convertirse, hace cuatro años, en un youtuber musical de referencia. Con Terral, su cuarto disco, tercero de estudio, ha cambiado de compañía discográfica (ahora, Warner), ha cambiado de productor musical (ahora, Eric Rosse) y hasta de manager. “Hay errores que se han cometido en estos tres años que no quiero volver a cometer”. El sonriente músico malagueño tampoco señala con el dedo —más allá de la indicación que suponen esos cambios—: “No culpo a nadie, en los discos anteriores me dejé guiar. El resultado me gustaba pero no era lo que yo soy”. Terral, a la venta desde la medianoche del martes 11 de noviembre, es el disco que debe poner remedio a eso y ha nacido de una forma diferente, explicaba ayer en una multitudinaria rueda de prensa en el Teatro Real. “Recuerdo que algunos seguidores me decían que los discos les gustaban más en directo, y eso me daba rabia. Por eso he tratado que este disco suene más desnudo, más honesto”.
Para empezar, “los otros discos los compuse en un tren, en un avión en un hotel…, éste se ha hecho desde la calma. Había que parar”. Parar quiere decir, “volver a mi tierra, a mi casa y a mi familia”, pasear por Málaga, ir al cine, a la compra. “Para componer, hay que vivir. Necesitaba hacer balance. Y bendito cambio: me ha permitido ser más consciente de dónde vengo, y encontrar un equipo que me cuide”. ¿Y eso cómo se traduce musicalmente? La primera sorpresa, cuando Alborán llegó con sus maquetas a Los Angeles para grabar con Eric Rosse, fue que el productor le pidió que tocara sus canciones, al piano y a la guitarra con los que compone —el cantautor nunca había interpretado ningún instrumento en los anteriores discos—, una primera toma de cada tema a partir de la cual trabajar el sonido de las canciones. “Me convertí en coproductor y participé en todo el proceso y eso me hizo sentirme muy cómodo”. Rosse y Alborán prescindieron del “barroquismo de los arreglos de anteriores grabaciones” —incluso de los sonidos netamente andaluces— y dejaron las composiciones del andaluz más próximas a como fueron compuestas. “He disfrutado de todo el proceso de grabación. Hasta tuve una contractura en la espalda por las largas sesiones de tocar la guitarra. Tuve que ir a un acupuntor, que me destrozó. Pero Rosse me permitió dirigir las cuerdas, los vientos... fue una grabación muy poco técnica, muy libre, donde no había egos y todos disfrutamos del proceso. Todos eran músicos muy importantes, que tocan regularmente con grandes estrellas, sin embargo trabajaron desde la sencillez y la humildad, aportando constantemente. Éramos como una banda de quinceañeros que se reúnen a tocar. Hasta comíamos en el estudio. Ha sido todo un poco loco, pero me sentí muy cómodo”. Y eso ha traído como resultado que “muchos me digan que este disco no tiene nada que ver con lo que he hecho antes”.
A Alborán, explica, no le movía otro objetivo que el de sentirse en un entorno musical más confortable. “He oído a otros músicos que aseguran que componen para la gente. No quiero parecer engreído, pero yo compongo porque necesito desahogarme, compongo para mí. Y luego, cuando tengo que vender el disco, lo hago pensando en los demás”. La consideración de los mercados que ha ido abriendo el joven músico —Portugal o Estados Unidos— no pesó en el sonido de Terral. “El disco lo he compuesto sin pensar dónde puede encajar”, pero a la vez, “he podido incorporar algunas influencias que antes no había tenido ocasión, como las latinas, el sonido de la bossanova, por ejemplo”. Y en ese nuevo marco se inscribe su colaboración con Ricky Martin en el tema Quimera. “La empecé a componer para él, pero al final no llegó a grabar su disco y yo la dejé en el cajón. Cuando empecé a grabar Terral y vi los tonos latinos de algunas canciones pensé que era el momento de recuperarla, y no podía hacerlo si Ricky Martin. Fue muy amable. Pudo haber grabado desde su casa, pero se vino a Los Angeles a grabar con nosotros”.
El disco, que en las primeras doce horas ya encabezaba las listas de los principales servidores musicales latinos, tiene un correlato en forma de gira que empezará en Latinoamérica en febrero, y que desembarcará en España el próximo mes de mayo, explicó ayer el cantautor. Cree que abrirá los conciertos con el tema del nuevo disco Está permitido, “que es como un himno”, y que cerrará con Despídete, aunque “está todo por ver”. En todo caso, sí aseguró que una de las consignas de la gira, además de combinar “lo espectacular con lo íntimo”, será “traernos al sonido de Terral todo el repertorio anterior”.
En lo personal, el risueño músico dice sentirse muy a gusto, pero sigue incomodándole ser un referente. “No me gusta que me idolatren porque no soy perfecto. Tampoco quiero ir de humilde, pero de verdad que a veces, cuanto mejor me va a nivel profesional, me siento más inseguro en lo personal. No busco los focos, ni las alfombras rojas y me gustaría que la gente supiera que trabajamos muchísimo para vivir de esto”. Como un yerno idóneo, Pablo Alborán no quiere que su éxito sea interpretado como el del modelo del emprendedor. “No me siento profeta de nada ni ejemplo a seguir. Yo me dejé llevar por una pasión y quería luchar por ella: Tener un lugar en la música, me moría de ganas por trabajar en el mundo de la música. Si eso es ser emprendedor, bienvenida sea la palabra, pero me vaya bien o mal, yo sé que seguiré haciéndolo porque veo la guitarra y no puedo retenerme. Por eso creo que lo peor que te puede pasar es no tener una pasión en esta vida”.
Fuente: La Vanguardia.