Gran Colombia, 1823.
¿En qué casos desde el liberalismo político se puede defender la fragmentación de un estado constituido, reconocido y existente? El primer caso es el que tiene que ver con respetar los contratos de mutuo acuerdo entre las partes. Tenemos un estado y varias partes se ponen de acuerdo en extinguirlo o en aceptar la separación de una de las partes. Más allá del método (referendum, elecciones, mayorías, etc) si representantes legítimos y legales de las partes están de acuerdo, esa secesión nace bendecida, por decirlo de algún modo. Es el caso de Chequia, Canadá y Noruega.El segundo caso es el de las separaciones traumáticas, que pueden estar relacionadas con la existencia de minorías maltratadas en un territorio con continuidad geográfica. Es decir, si un estado no reconoce la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y políticamente arrincona a una minoría racial, religiosa, lingüística, etc. Sin mutuo acuerdo esa minoría tiene derecho a defenderse ante la agresión. Si sus reclamaciones no son escuchadas y los actos contra sus libertades naturales continúan por parte del estado, su secesión estaría justificada. Podríamos decir que es el caso de Sudán del Sur, la India o Timor Oriental.
Hay un caso que nadie quiere mentar pero que también existe. Se trata de cuando el estado es incapaz de mantener su integridad. La meta-función básica del estado es que pueda existir como estado. Si por los medios y razones que sean, una parte desconoce las instrucciones del gobierno e instaura un nuevo gobierno en una parte del país y el estado es incapaz de aplastar la insurrección, habrá una secesión de facto. El nuevo país sólo podrá diferenciarse de los piratas de isla Tortuga si una mayoría de la comunidad internacional lo reconocen como uno más. Esta categoría abarca desde países normales como Taiwán hasta sitios donde te puedes casar con una vaca: Palestina o Abjasia.
Desde el liberalismo político el modelo podría ser el noruego. Ese es el caso ideal, el mutuo acuerdo. Románticamente, y quitando decenas de miles de muertos, la independencia de Estados Unidos también es el caso paradigmático. Claro que en el caso gringo se trataba de colonias y por lo tanto sus ciudadanos no tenían exactamente el mismo estatus que los ciudadanos de la metrópolis (tasación sin representación). Por eso el ejemplo americano no nos sirve si trasladamos el tema a las naciones europeas occidentales. A donde estamos nosotros.
Aquellos países como Portugal o España donde todos los ciudadanos son iguales ante la ley, donde los derechos y libertades son los mismos para todos, donde las minorías —arbitrarias o no— pueden incluso participar de los asuntos comunes y proponer y aprobar políticas, la secesión no está justificada. A no ser que el propio estado reconozca ese derecho. Pero mientras no lo reconozca, no hay instrumentos ni razones que justifiquen la secesión.
Aquella región donde hay una minoría que propugna la secesión forma parte, en estos casos, de la misma comunidad política que el estado. Y sus anhelos de separación serán una opción más, pero incluso aun teniendo una mayoría de partidarios en un territorio con continuidad geográfica, la cuestión de la separación implica a la comunidad política en su conjunto, pues esa comunidad política no está dividida. Cosa diferente sería si quienes viven en ese sitio no pudieran participar del gobierno común. O si fueran discriminados. Pero en España, Portugal o Francia no se da el caso. Los corsos tienen tantos derechos como los parisinos.
En este punto, hay quien apela a los textos de ciertos autores liberales para apoyar las secesiones cuando existe una "voluntad mayoritaria" a favor. En ese caso, como no somos hippies, es la ley común de la comunidad política en su conjunto la que debe de dar su visto bueno. En cristiano: que en la Constitución se reconozca el mecanismo para la extinción del estado en parte de su territorio. El caso es que la prudencia y la historia han hecho que en doscientos años de historia constitucional el derecho a la autodeterminación sólo aparezca en cuatro de los doscientos países que hay: Etiopía, Uzbekistán, San Cristóbal y Nieves y Liechtenstein (ver aquí y aquí). Entonces ¿cómo puede ser que algunos clásicos del liberalismo propugnen la secesión? Leamos a Mises en una cita tan célebre como repetida:
Una nación, por lo tanto, no tiene ningún derecho a decirle a una región o distrito que “tú me perteneces, ¡te quiero mantener!”. Un territorio está formado por sus habitantes. Si alguien tiene el derecho a ser oído en esta cuestión, éstos son los habitantes. Las controversias relativas a límites fronterizos deben ser resueltas a través de plebiscitos.
Mises, como anarquista, cae en el fundamentalismo democrático. La "voluntad mayoritaria" es un lugar común de estos fundamentalistas, pero no tiene en cuenta la ley, que es anterior a esa voluntad. Y hablamos de leyes no impuestas por tiranos ni venidas de la gracia divina sino de leyes ligadas a constituciones que pueden ser cambiadas. Y es que en el argumento de Mises no aparece la otra parte contratante: la secesión de un territorio implica a los que no viven en ese territorio. De forma unilateral una parte de la comunidad política no puede cambiar el estatus del conjunto de la comunidad política. A no ser que haya acuerdo, claro. Pero si no hay acuerdo ni mecanismo legal, estamos lisa y llanamente ante un robo.
Tema relacionado con la secesión es el de la descentralización política. Ahí más o menos encontramos cierto consenso entre las filas liberales: la descentralización política y la competencia fiscal son deseables. Del tema ya escribí un par de veces y no voy a repetirme hoy.
Como telón de fondo hay que tener en cuenta que la dialéctica de estados y los asuntos que tienen que ver con la existencia y desaparición de los estados no son una pizarra en blanco. Los estados constituidos arrastran una historia y aunque es apetitoso decir que con voluntad y reformas se puede cambiar todo, no podemos olvidar que si existen estados es porque otros estados los reconocen. Las separaciones y las uniones implican a terceros y en temas como estos el ámbito de decisión es restringido y complicado. El mundo que heredamos no es casual: existen relaciones e intereses entre estados que por mucha reforma y voluntad que le pongas no vas a poder subvertir. Te puede gustar o no, pero tan solo constato lo que hay.
Aun al otro lado del mundo este barco es nuestro hogar: