Fierro, Mateo Díez, Agustín Delgado y José Antonio Llamas
Husmeando en la librería de casa, me he reencontrado con un libro de Juan José Lanz de un valor incuestionable para el conocimiento de la poesía española del siglo XX. Es un ensayo extenso, riguroso, lleno de sugerencias y de descubrimientos, sobre una de las revistas poéticas de mayor calado de la España de los años sesenta del pasado siglo. Su título: La revista Claraboya (1963-1968): un episodio fundamental en la renovación poética de los años sesenta. ¿A alguien le suena, hoy, al comienzo de la segunda década del siglo XXI, Claraboya? Seguro que a muy pocos. Y, de esos pocos, probablemente la mayoría sean poetas, críticos y "compañeros de viaje" del proyecto. La revista nació en León, en 1963, años oscuros bajo la dictadura en los que, pese a todo y contra todo riesgo, unos cuantos poetas se conjuraron para renovar la poesía que se escribía en España. Luis Mateo Díez (sí, el novelista), Agustín Delgado, Ángel Fierro y José Antonio Llamas pusieron en marcha un proyecto que se materializaría en una publicación que duraría seis años y con la que contribuirían, de una manera relevante, a dar nuevos aires a nuestra poesía.Juan José Lanz, autor del
ensayo sobre la revista Claraboya
Pero el aliento modernizador de Claraboya, cuyos cuatro poetas fundadores, constituidos en Equipo Claraboya proclamarían, dos años después del cierre de la revista, en 1970, su apuesta por una poesía dialéctica en la que la preocupación estética y el experimento lingüístico no se desentendieran de la realidad, no se acaba en los citados nombres. En sus páginas hay traducciones de textos de poetas no hispanos de una solidez incuestionable, con una enorme proyección en Europa y en Estados Unidos. El turco Nazim Hikmet (traducido, por cierto, por Gamoneda), los poetas de la beat generation (a la que se dedica un monográfico) como Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gregory Corso, Ferlinghetti, la nueva poesía gallega, la poesía cubana de aquellos años.... A las jóvenes generaciones, a los poetas que hoy deambulan por los corredores virtuales en los que la poesía se hace, se intercambia, se renueva y, a la vez, vuelve a tradiciones perdidas, a los poetas de facebook, de twitter y de las redes sociales, les recomiendo bucear en este libro de Juan José Lanz, visitar el mundo que alienta en la revista Claraboya, mundo del que Lanz incorpora a su libro una muestra extensa, más que significativa, de poemas, de reflexiones, de alusiones bibliográficas. En el fondo, Claraboya fue el espejo de una etapa poética mucho más compleja de lo que ha establecido la historia oficial. Un tiempo joven bajo la dictadura. Un tiempo en el que, contra el miedo, Llamas, Mateo Díez, Fierro y Delgado crearon la casa de todas las rupturas y todas las iluminaciones. Poéticas, por supuesto.
Como muestra del aire de época que se respiraba en la revista, reproduzco este poema de José Elías, publicado en su número 9 (de 1965):
TIEMPO DE UNIVERSIDAD
Una vez he visto el Acorazado Potemkin.
Hacía calor en la sala y era penoso
darse cuenta de tanto entusiasmo en los estudiantes.
Aunque tampoco en un cine de barrio sería cómodo.
Una vez más esta tarde habrá jaleo
con pocos universitarios y menos obreros
de los esperados. Hace sol esta tarde, pálido,
y una vez más me he sentado en un banco
por hablar unos minutos con Ana,
Ana por supuesto que no sabe hacerme olvidar.
Mañana con el mismo gesto laso volveré a las aulas
o escucharé música o iré al Pastís
a beber y a sentirme apaciblemente decadente.
Una vez más pensaré en playas o revoluciones
hasta que se haga de noche e incluso la pipa
se quede dormida y entonces desesperadamente
me aferré al silencio, esperando algo.
Sonreiría indulgente si todo esto fueran recuerdos.